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28 de abril de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

Como una moto

No se entiende que PP y Vox le permitan a Sánchez presumir de una economía que ha arruinado como nadie en Europa

Actualizada 01:30

Sánchez dice que España va como una moto, como si se hubiera tomado la misma sustancia estimulante, ecológica y natural por supuesto, que él debe consumir para ir de plató en plató, ahora, a vender su crecepelo: lo último es aceptar una entrevista en un podcast llamado La pija y la quinqui, donde no parecen abundar demasiados licenciados en Económicas ni especialistas en reformas estructurales del Estado.
La falsa disposición de Sánchez a medirse de verdad ante la opinión pública, aceptando responder a preguntas concretas con respuestas concisas, se resume en esa predisposición a ir a engañar a un par de jóvenes que hablan de sus cosas, profundas y divertidas para ellos e ininteligibles para los demás, mientras se ha negado durante años a someterse a sesiones de control, a comparecer en ruedas de prensa abiertas, a celebrar el debate del Estado de la Nación o a sentarse delante de periodistas de verdad.
Sánchez busca, exclusivamente, plataformas donde pueda consolidar el batiburrillo de mentiras, silencios, trampas y manipulaciones que le caracterizan, entre las cuales su victorioso discurso económico es la más cruel de todas ellas.
Porque hay que tener poco respeto por la verdad y menos por la inteligencia del respetable para insistir en lo que más tenía que callar: España va como un triciclo, pero en el metaverso sanchista somos la nueva Dinamarca.
Es el mismo esquema de los tiranos latinoamericanos, que siempre difunden un éxito económico incompatible con la contabilidad nacional y, cuando se descubre el pastel, lo achacan a conspiraciones internas o externas y lo disimulan con anuncios mayestáticos perfectamente inútiles que hoy suenan ya a diario en España.
Porque las subidas alocadas del SMI (que no crean trabajo cuando hay recesión, provocan despidos y son una subida encubierta de los impuestos al empleado); las reducciones de jornadas o el señalamiento del empresario como culpable de las penalidades ya las hemos visto en media Sudamérica y ahora no se caen del verbo demagogo de Pedro Sánchez, Yolanda Díaz o Ione Belarra.
La realidad es que España acabará 2023 con el PIB de 2019 y 350.000 millones más de deuda, en el furgón de cola del crecimiento en Europa. Que tenemos 4.2 millones de demandantes reales de empleo, a los que hay que sumarles los trabajadores precarios con jornadas parciales y salarios humildes. Que el poder adquisitivo y el ahorro acumulado se han desplomado al nivel de los peores países de la OCDE. Que en riesgo de pobreza solo nos superan Grecia, Bulgaria y Rumanía. Que las subidas de impuestos y de precios parecen más propias de un psicópata de la confiscación que de una Hacienda razonable. Que las arcas no tienen un duro pese al récord de recaudación por el abuso en el gasto. Que el único empleo que se crea es público y por ello la verdadera brecha salarial se ubica entre la Administración y el sector privado. Y que, en resumen, cada vez tenemos un Estado más caro, ineficaz e invasivo y una sociedad civil y productiva más asfixiada, empobrecida e intervenida.
Cuando Sánchez dice que «España va como una moto», en realidad está defendiendo su modelo asistencialista con dinero ajeno y utilizando, a la vez, su capacidad de manipulación de la realidad desde las instituciones que controla, todas ellas alineadas en las mismas tácticas abyectas que el CIS.
Con Zapatero pasamos de liderar en falso la «Champions League» a salvar las Cajas de Ahorro y a descubrir un déficit oculto insoportable. Aquellos pecados serán cosa de niños al lado de la herencia de Sánchez, una ruina histórica que ya pagan los españoles trabajadores y seguirán abonando sus descendientes por varias generaciones.
Que Sánchez presuma de sus crímenes más visibles refleja la catadura moral del personaje y la lastimosa sumisión a la mentira de sus altavoces remunerados. Pero que nadie en la oposición le replique con la contundencia debida, convirtiendo este asunto en el eje de la campaña, explica también por qué se permite esa inmensa mentira y por qué la esperanza en un cambio de paradigma, gane quien gane, es bien modesta en este ámbito: nunca hacen reformas de verdad los primeros damnificados por esas reformas. Perro no come perro.
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