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29 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

La España argentinizada (agárrense al asiento)

La derecha se ha quedado cinco escaños corta y se va a dar la desgracia de que Sánchez gobernará con una coalición peor aún que la anterior

Actualizada 09:48

Los países suben y bajan, no existe el progreso perpetuo. Decisiones políticas acertadas pueden ponerlos en órbita (véase a la expansión ultramarina de España en los siglos XV y XVI). Opciones desgraciadas pueden sumirlas en la mediocridad, o hasta la más cruda postración (véase el repliegue de China a la muerte del emperador Yongle, o la lacerante historia de la Cuba castrista).
En 1895, algunos estudios llegaron a asegurar que Argentina gozaba de la mayor renta per cápita del planeta. Su riqueza era tal que a finales del XIX y comienzos del XX atrajo a una riada de inmigrantes europeos que buscaban allí El Dorado. Era, y es, un país riquísimo, con una agricultura y ganadería privilegiadas y con reservas muy importantes de petróleo y gas. Y sin embargo aquella prometedora nación pinchó. Hoy en España disfrutamos de una renta mayor que la de una Argentina a la que antaño emigrábamos en busca de un futuro.
¿Cómo se fastidió Argentina? Tras la Segunda Guerra Mundial comienza el experimento populista y paternalista del peronismo, con su culto al subsidio, su mangoneo de los medios de producción y su desconfianza hacia el capitalismo liberal. Desde entonces, ese fenómeno aparece y desaparece, como el Guadiana, y deja siempre destrozos tras su paso… Hasta que los argentinos vuelven a sucumbir a su embrujo, lo cual no es más que el preludio del enésimo fiasco. Todo este proceso ha debilitado el imperio de la ley, el respeto a las instituciones y el empuje económico. Ha dejado al país muy por debajo de sus posibilidades reales. El chanchullo, la paguita y la subcultura de la queja constante han sustituido al emprendimiento y a un estado de derecho sólido.
España está viviendo unas horas desgraciadas. Cuando se disipen las emociones de los primeros instantes postelectorales se vislumbrará la verdad descarnada: la derecha ha fracasado, porque se ha quedado a cinco escaños de la mayoría absoluta; y el PSOE, toda vez que ya no es un partido de Estado, formará una nueva coalición de Gobierno con formaciones que odian a España y aspiran a destruirla.
Pierdan toda esperanza: ojalá me equivoque, pero vamos de cabeza a Frankenstein 2. Junts sabe que con PP y Vox jamás disfrutarán de una bicoca como la que pueden tener con Sánchez. Por su parte, el PNV es a fin de cuentas otro partido separatista, aunque gaste corbata y fariseísmo, y no va a apoyar a Feijóo, por mucho que sea el ganador de las elecciones, que lo es.
La deriva del PSOE, con Zapatero primero y ahora con Sánchez, provoca una situación terrible. PP y PSOE, los dos partidos que han sido medulares en la democracia española, suman 258 escaños, pero España va a quedar a la orden de ERC, Bildu, PNV, Junts y BNG, que entre todos reúnen solo 26 escaños. Una desdichada ley electoral de Suárez en la Transición, cuando optó por un modelo proporcional frente a uno mayoritario, regala una sobreprima en el Congreso a Cataluña y el País Vasco, que mandan sobre el resto del país por medio de sus formaciones nacionalistas, que paradójicamente aspiran a destruirlo.
Esta locura cesaría hoy mismo con un acuerdo de algún tipo PP-PSOE. Pero no va a ocurrir. Sánchez preferirá entenderse con el prófugo Puigdemont a hacerlo con Feijóo, como antes eligió al preso Junqueras frente a Rajoy. La única esperanza es que el voto exterior cambie un par de escaños. O que la coalición antiespañola acabe estallando por los aires cuando Bruselas empiece a exigir recortes y cuando a Sánchez le toque pagar las consultas independentistas que le van a exigir esta vez sus socios, pues por mucho que fuerce la máquina no caben en la Constitución actual.
Estamos abocados por tanto a una repetición agravada de la coalición de socialistas, comunistas y separatistas antiespañoles que venimos sufriendo. España ya inició en la pasada legislatura un proceso de argentinización, de falta de respeto a las instituciones, debilitamiento de la seguridad jurídica, acoso a la justicia y subcultura de la queja y el subsidio. Todo eso se agravará ahora, con unos «avances en derechos» que incrementarán un populismo económico que ahuyenta la inversión. Además, se sentarán las bases de un modelo de crecientes rasgos semi autoritarios (o directamente sin el semi).
Nos vamos a jugar España durante el sopor estival de agosto. Una remota esperanza estribaría en que el jefe del Estado, que tiene la potestad de intermediar y designar quién se presenta a la investidura, hiciese ver a PP y PSOE que es un disparate que no se entiendan y que acabemos con Puigdemont decidiendo el Gobierno de España. Pero no albergo esperanzas. Si esa gestión se llevase a cabo, que lo dudo, tropezaría con el enfático «no es no" de Sánchez.
En resumen: salvo milagrín de última hora, caminamos hacia la argentinización. Agárrense a sus asientos. Ya hay muchas personas en España recordando, medio en coña y medio en serio, el título de aquella vieja canción de Siniestro Total: «Menos mal que nos queda Portugal». Esto se puede poner crudo.
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