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02 de mayo de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

¡Entérense!

Augusto Pinochet implantó una férrea dictadura con políticas económicas liberales y sacó a Chile de la pobreza tercermundista a la que la llevaba Allende. Con infinidad de violaciones de los derechos humanos. Sin duda

Actualizada 01:30

Resulta verdaderamente increíble que se pueda seguir ofreciendo una imagen tan distorsionada del golpe de Estado perpetrado en Chile hace exactamente medio siglo. Sí. Fue un golpe de Estado. Y sí, fue muy sangriento. Pero cabría preguntarse por qué en ese momento hasta la Democracia Cristiana apoyó el golpe. Por qué a Salvador Allende lo abandonaron hasta los suyos. Durante mucho tiempo ocultaron que se suicidó e intentaron imponer la falsedad de que había sido asesinado por los sublevados hasta que no hubo manera de ocultar la realidad.
Lo que se nos intenta ocultar desde engendros legales como la Ley de la Memoria Democrática es que cuando un Ejército se subleva y cuenta con el respaldo de al menos la mitad de la población es porque, en palabras de don José María Gil-Robles «media nación no se resigna a morir». Y por más que a Gil-Robles le sigan negando una calle en Madrid de forma incomprensible, hay que aclarar a los iletrados que fue mucho más antifranquista que la mayoría del PSOE que se pasó cuarenta años de vacaciones.
En Chile Allende hizo todo lo posible por generar la simiente de una revuelta engendrada en su entorno en el palacio de la Moneda. Pero la izquierda del mundo entero, en especial en España, donde la izquierda patria lo veía como un modelo y jamás pudieron aceptar la catástrofe a la que condujo a su país, tienen que reivindicar la figura del mártir que no tuvo el valor de enfrentar a las nuevas autoridades militares desde la cárcel. Quizá no tenía tan claro qué aliados internacionales tenía de verdad.
Augusto Pinochet implantó una férrea dictadura con políticas económicas liberales y sacó a Chile de la pobreza tercermundista a la que la llevaba Allende. Con infinidad de violaciones de los derechos humanos. Sin duda. Pero cuando hoy en día escuchamos a los podemitas hablar con tanta frecuencia de la violación de esos derechos que representa la desigualdad, convendría cotejar los datos de la economía y comparar el estado de la clase media chilena en 1973 y en 1990 cuando Pinochet abandonó el poder.
Por cierto, los adalides de la supuesta democracia a cualquier precio harían bien en recordar cómo Pinochet ayudó al Reino Unido contra Argentina en la Guerra de las Malvinas, aquel choque entre la democracia británica y la tiranía de las juntas militares argentinas. Toda muerte debe ser condenada, y más cuando la ejecuta un Gobierno. Pero el historial en esta materia por parte de las juntas argentinas sobrepasa desde cualquier perspectiva lo que perpetró Pinochet. Y en España casi todos estaban entusiasmados con Argentina frente al Reino Unido. Y el arriba firmante vivió en Inglaterra The Battle for the Falklands y sé de lo que hablo.
Y un último dato que siempre se evita mencionar cuando se hacen crónicas sobre la dictadura de Pinochet. He mencionado su abandono del poder en 1990. Sí, abandono. No caída ni destitución. El régimen de Pinochet organizó un plebiscito en 1988 para que los chilenos decidieran en las urnas si el general podía volver a ser candidato a la Presidencia en las elecciones de 1989. Y ganó el «no» después de dar a la oposición acceso a la televisión oficial para hacer campaña. Era una tiranía tal que se sometió a la voluntad popular, perdió y dejó la Presidencia. Ahora agradeceré a los exaltados antipinochetistas que me den otro ejemplo de un dictador, de la ideología que quieran, que haya tenido un final así. En las urnas. Quizá la falta de ejemplos explique por qué Augusto Pinochet sigue teniendo una inmensa popularidad en Chile. Aunque algunos intenten negarlo.
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