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21 de mayo de 2024

Agua de timónCarmen Martínez Castro

El viaje de Ortuzar a ninguna parte

Actualizada 01:30

Ha dicho Elena Valenciano que su partido, el PSOE, hoy está en manos de la derecha independentista y supremacista de Puigdemont. Tiene razón; si acaso, le ha faltado una pincelada más para completar el retrato: independentista, supremacista y cutre.
No hay más que asomarse a esa foto impagable de la peregrinación de Andoni Ortuzar a Waterloo para comprobar la decadencia irrecuperable del nacionalismo catalán y vasco. Una mira las fotos y siente como un stendhalazo, pero al revés. ¡Cómo es la meca del independentismo del siglo XXI! Ese mobiliario de outlet, esa alfombra de poliéster y esas cortinas de motel de carretera. De remate, a falta de bandera física, ponen la ikurriña como fondo de pantalla en un plasma. ¡Pero, alma de Dios, haberte llevado al menos la bandera! Con un poco de suerte coincidís en la romería negociadora con Yolanda Díaz, que le podría pasar una plancha, y todo quedaría mucho más presentable.
La dignidad de la sede de la república catalana en el exilio luce en perfecta concordancia con la talla política de los protagonistas del encuentro. Después de haber metido al PNV en un callejón sin salida y convertirlo en una fuerza irrelevante, Ortuzar se asoma ahora al riesgo cierto de ver cumplida su profecía; en unos meses Sánchez les puede tirar como un kleenex para encumbrar a Arnaldo Otegui como nuevo lendakari. El pánico ante ese horizonte le ha llevado hasta Waterloo para pedir árnica a quien desprecia y plantearle una alianza del independentismo de derechas, frente al independentismo de izquierdas que encarnan ERC y Bildu. El anfitrión, que no ha olvidado la distancia del PNV durante su intentona golpista de 2017, decidió humillarle con esa foto que hoy debe ser la comidilla en las conversaciones de Guecho.
En unos días, Puigdemont ya ha recibido en Bélgica a Yolanda Díaz, a Aragonés y Andoni Ortuzar e intuyo que la romería de políticos mendicantes no ha hecho más que comenzar. Todos los miembros del Frankenstein, grandes, medianos y pequeños piden cita en Waterloo porque todos dependen del voto de Junts tanto como Sánchez. Así luce de orondo y satisfecho Puigdemont disfrutando de una circunstancia que no hubiera imaginado ni en sus más delirantes sueños.
Dicen quienes siguen la política vasca que el PNV siempre va con el ganador y eso explica la visita a Bélgica, pero Ortuzar pinta en la salita de estar de Puigdemont lo mismo que apoyando las políticas del gobierno socialcomunista de Sánchez. Tanto cambiar de caballo ganador anuncia una severa bofetada y recuerda una de las más celebradas citas de Groucho Marx: «De victoria en victoria hasta la derrota final». De momento, el líder que PNV, que compartía almuerzos con Rajoy en Moncloa, ahora solo es uno más en el saturado carnet de baile del prófugo.
Y curiosamente, mientras el Congreso se dispone a hacer el ridículo con el numerito de la traducción simultánea, en los encuentros políticos de Puigdemont seguimos sin ver un solo pinganillo. Se ve que los nacionalistas solo admiten usar el castellano si se trata de conspirar contra España.
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