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04 de mayo de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

No en nuestro nombre

Mientras se fragua el inminente Gobierno de Sánchez y Puigdemont las manifestaciones deberían ser semanales, unitarias y en todas las capitales

Actualizada 18:18

Como norma general creo que la herramienta política idónea son los votos, más que las pancartas. Pero hay situaciones en que la legalidad se subvierte, obturándose los cauces normales de una democracia. En esos casos extremos, los ciudadanos han de defender sus derechos y libertades en las calles, ejerciendo su legítimo derecho a la protesta pública.
España se halla hoy en una de esas situaciones límite, debido a un sencillo truco autoritario del actual presidente en funciones, que le permite subvertir la legalidad bajo la apariencia de que todo se hace por el correcto cauce. La treta consiste en controlar el Tribunal Constitucional con magistrados totalmente leales a su causa política, que se encargarán de validar medidas absolutamente inconstitucionales si Sánchez así lo necesita.
Cuando los dirigentes del PSOE comentan sus alarmantes cesiones al separatismo para que Sánchez pueda seguir pernoctando en la Moncloa, siempre se cuidan de añadir que «todo se hará dentro de la Constitución». Pero esa coletilla ya no significa nada, es agua de borrajas, toda vez que quien decide qué es constitucional o no es el propio proyecto de autócrata, Sánchez, a través de su brazo ejecutor en el TC, Conde-Pumpido. El alcance de esta maniobra es muy grave, pues va a permitir gobernar al que ha perdido las elecciones a cambio de acabar con la igualdad entre los españoles y debilitar la unidad de España.
¿Qué hacer ante una situación tan endiablada? Lo único que no sirve de nada es no hacer nada.
Es necesario manifestarse en las calles constantemente, cada vez en más ciudades y cada vez con más asistencia. Es necesario que se visualice que la realidad no es la que pinta el proyecto de autócrata cuando a través de su cuasi monopolio televisivo habla de «una mayoría social progresista».
Es necesario que en el extranjero, Bruselas y Washington, se visualice que millones de españoles están saliendo a las calles porque consideran que un político extremista, que ha perdido las elecciones, quiere robarles su país y su democracia con unas cesiones inimaginables a los peores enemigos de la nación.
Es necesario decirle al proyecto de autócrata que no tiene la partida ganada, que seguiremos diciendo «no» a un destrozo oportunista que solo atiende a que necesita los votos de Puigdemont para seguir en la poltrona, tal y como el mismo ha confesado sin complejo alguno ante su grey de asentidores.
Es necesario mostrar en las calles que no somos una recua de gilis a los que se puede pastorear bovinamente, que somos perfectamente conscientes de que el proyecto de autócrata está reescribiendo la Constitución del 78 a través de su control del TC y al dictado de los separatistas catalanes y vascos.
Es necesario proclamar desde todas las regiones y capitales que no vamos a permitir una España de parias y VIPS, donde catalanes y vascos tendrán una financiación privilegiada con sendos cuponazos en detrimento del dinero de los demás. Es necesario también apoyar en las calles a la Corona, y más cuando la Princesa de Asturias jurará mañana con toda la solemnidad una Carta Magna que ahora mismo Sánchez se apresta a mellar en su médula.
Es necesario, en fin, no perder el ánimo, no desfallecer, no sucumbir al derrotismo del «no sirve de nada, ya lo tiene hecho».
Abascal dejó en Colón un apunte acertado cuando señaló que «los partidos son secundarios cuando la patria está en peligro». PP y Vox han de aparcar sus discrepancias y propiciar, junto a todo tipo de asociaciones y plataformas de la sociedad civil, manifestaciones semanales en cada capital de provincia contra el Gobierno de Sánchez y Puigdemont, que es ya inminente.
Las exitosas manifestaciones de Madrid y Málaga de este domingo deberían convertirse en el ensayo general de unas grandes protestas cívicas constantes, semanales y crecientes. O eso, o nos comemos al proyecto de autócrata con patatas. Y luego no gimoteemos cuando empiecen a decaer nuestras libertades.
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