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28 de abril de 2024

El puntalAntonio Jiménez

Normalizar la impunidad y la infamia

No cabe más inmoralidad por parte de los actuales dirigentes del PSOE, ni mayor afrenta y humillación para las familias de sus compañeros asesinados y de todas las víctimas del terrorismo etarra

Actualizada 01:30

La misma mañana que una encuesta decía que más de dos millones de votantes del PSOE se arrepentían de haber apoyado con su voto a Sánchez el 23-J, el presidente del Gobierno defendía en una entrevista la amnistía a Puigdemont, con el impostado argumento beatífico de que será buena para la convivencia y el supuesto desdén con el que la está asumiendo la ciudadanía.
Según Sánchez no es un tema que preocupe a los españoles a pesar de las manifestaciones multitudinarias de protesta y prueba de ello, según él, es que los españoles se fueron de puente durante la Constitución y la Inmaculada a llenar playas, pueblos y restaurantes. Sólo le faltó pedir otra caña y una ración mas de gambas por que aquí no pasa nada y vivimos en el mejor de los mundos.
El presidente y su orfeón de opinión sincronizada se han propuesto normalizar el rosario de escándalos, indignidades, infamias, felonías y toda suerte de aberraciones políticas incompatibles con la democracia y con el Estado de derecho que jalonan el quehacer de su primer mes en la Moncloa tras la investidura.
A una ignominia le sucede otra igual o más grave, sin solución de continuidad, con el único objetivo de solaparse y agotar la capacidad de asombro, pasmo e indignación de los españoles, atónitos ante un espectáculo político más acorde con una república bolivariana y populista que con una democracia europea.
Los alardes de impunidad por parte de Sánchez y sus socios son constantes y no sólo en España, como se vio en el Congreso de los Diputados con la lamentable complicidad de la sectaria «Paquita» Armengol permitiendo a la portavoz del prófugo, Miriam Noguera, atacar y señalar a jueces, sino también en la eurocámara de Estrasburgo a donde Sánchez exportó su soberbia y desprecio habituales que son ya norma de la casa por quien también se considera impune.
Impune e inmune para comentar, incluso, de forma frívola la amnistía y la presencia del verificador salvadoreño en su negociación con Puigdemont, asumiendo ya sin complejos una cosa y al otro, mientras acepta que sus socios separatistas ataquen a los jueces, pongan en solfa la independencia judicial y proclamen que su voluntad política está por encima de la ley.
En esa tarea por convertir una vileza tras otra en normalidad política e institucional ya ha incluido la inminente entrevista y foto en el extranjero con Puigdemont, el prófugo que ejerce de ministro sin cartera desde Waterloo, como parte del pacto suscrito a cambio de ser investido, y el blanqueamiento total de Bildu.
Sánchez ya no se tapa, ni rehuye las interpelaciones por su infame acuerdo con los herederos de ETA, sino que lo defiende como ha hecho con el llamado pacto de la vergüenza o pacto «encapuchado» que ha supuesto la entrega por parte del PSOE a Bildu del poder político e institucional de Pamplona a cambio de sus votos de sangre.
Que Bildu nunca haya condenado a ETA resulta menos repugnante que Sánchez ayude a su blanqueamiento por intereses políticos espurios y le regale la alcaldía de la capital navarra. Es un insulto que su ministro de Transportes, ese eslabón perdido que encontró en Valladolid para utilizarlo como un dóberman contra Feijóo, considere a Bildu una formación política «democrática y progresista» para justificar los vergonzosos acuerdos.
¿Acaso desconoce el ariete macarra del «sanchismo» que la progresista y democrática Bildu está liderada por un condenado por terrorismo e integrada por gente que colaboró activamente con ETA? ¿ Desconocen Sánchez y Oscar «Torrente» Puente que Bildu, en tanto no condena a ETA sigue defendiendo la memoria de los asesinos de sus compañeros socialistas Fernando Buesa, Enrique Casas, Fernando Múgica, Isaías Carrasco, Juan María Jauregui, Froilán Elespe, Ernest Lluch, etc. a los que enaltece y homenajea?
No cabe más inmoralidad por parte de los actuales dirigentes del PSOE, ni mayor afrenta y humillación para las familias de sus compañeros asesinados y de todas las víctimas del terrorismo etarra.
Sánchez se ha convertido en el mejor paradigma del tiempo líquido, casi vaporoso, que vivimos, afectado por un relativismo político y moral que nos indigna a los que no nos da igual todo y defendemos la igualdad de los españoles frente a la desigualdad y la arbitrariedad. Formamos parte de esa sociedad que no confunde la verdad con la mentira, ni acepta que la falsedad se imponga a la certeza y lo inconstitucional a lo constitucional. Somos los que siempre hemos denunciado y rechazado la equidistancia entre buenos y malos y por tanto entre los verdugos y sus víctimas. Sánchez y el PSOE han optado por aliarse con los amigos de los malos y los verdugos y por tanto han humillado a las víctimas. Y esa es la mayor de las indecencias.
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