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08 de mayo de 2024

LiberalidadesJuan Carlos Girauta

El odio que no cesa

La nueva sensibilidad es la que solo se preocupa por los verdugos

Actualizada 01:30

Si aún no han oído hablar de Marwan Barghouti, pronto lo harán. Trátase de un asesino sanguinario que lleva más de veinte años encarcelado por sus crímenes. Y es por eso que, en la moderna lógica autodestructiva, algunos medios occidentales han empezado a presentarlo como «el Mandela palestino». No consta que Mandela asesinara a nadie, cosa diferente fue su mujer. Así que el único parecido de Barghouti con Mandela es haber estado en la cárcel un montón de tiempo. Que el sacamantecas palestino lo mereciera, y el líder sudafricano no, parece lo de menos en la nueva sensibilidad y en el nuevo relato. La nueva sensibilidad es la que solo se preocupa por los verdugos. Viene de un odio podrido de tanto acumularlo dentro y que de pronto se desborda. Belarra, pongamos por caso, o la ministra de la Juventud y el Odio, que debe su cargo, no lo duden, a su antisemitismo furioso. Igual Sánchez quería aparecer como un moderado por contraste. Si Sánchez fuera menos superficial, manteniendo su mala fe, sería Josep Borrell.
A Borrell le habrá sucedido algo raro, porque habiendo estado de joven en un kibutz, habiéndose casado con mujer judía y teniendo prole judía, es un antisemita feroz (ver definición IHRA). Las razones íntimas de su caída me traen al pairo. Pero como ciudadano europeo (acostúmbrense a reclamarse tal, que de Luxemburgo vendrá el martillo que aplastará al sanchismo), me avergüenza que mister PESC contribuya a difundir el odio a los judíos por vías similares a Los protocolos de los sabios de Sión. En efecto, su odio a Israel es odio al judío institucional, y sus afirmaciones sobre la financiación israelí de Hamás merecen la misma credibilidad que el apócrifo creado por la Ojrana (servicio secreto del Zar) en el París de 1905. El panfleto que alimentó a la Alemania pre Holocausto y hoy alimenta a las familias palestinas de Gaza.
Borrell se ha puesto a diseñar un plan con el objetivo de los dos Estados. Sin los interesados. Más allá de que los palestinos no quieran dos Estados sino uno solo, el suyo, que incluya lo que hoy es Israel una vez arrojados al mar a todos los judíos a partir del Jordán, Borrell ya ha decidido quién será al final el interlocutor palestino: la ANP de Mahmud Abás. Lástima que Abás sea un negacionista del Holocausto y que dedicara su tesis doctoral a la conexión secreta entre los nazis y los sionistas. O sea, un conspiracionista de los de gorro papel de plata. Además, incentiva con pensiones vitalicias a los terroristas, pensiones que aumentan según la pena impuesta (es decir, el número de asesinatos, o Pay for Slay). A los carniceros del 8 de octubre, o a sus familias, también les piensa pagar pensión con mi dinero. Borrell simuló que el Pay for Slay (que está en la legislación palestina) le venía de nuevas. Anunció auditoría y dice que no ha encontrado nada, que no hay obstáculo para seguir enviando nuestra pasta al negacionista del Holocausto con gorro papel de plata para que lo reparta entre los asesinos. Pero por si Abás falla, se han inventado al Mandela palestino. Con tanto tino que el elegido es todavía peor.
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