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05 de mayo de 2024

Pecados capitalesMayte Alcaraz

Marisú y Konan el fugado

Marisú acaba de justificar la huida de Konan, ya que «entiende perfectamente» la «angustia, la incertidumbre y el miedo» que pueda padecer este energúmeno para hacerle huir al extranjero

Actualizada 01:30

Cuando tomábamos el turrón, otro cobarde de la factoría de Carles Puigdemont y Marta Rovira se largó para esconderse de la justicia española. Pudo elegir para instalar su soberanista cobardía marchar a países como Cuba, Venezuela o Rusia, naciones tan del gusto de la izquierda española y especialmente del separatismo catalán, pero no le llenó la idea. Allí, en esas repúblicas autocráticas, donde la economía es regulada por el Estado y el que chista termina en la cárcel, no vio lugar adecuado para su modus vivendi, solo permitido en un país como España. El tal Rubén Wagensberg, diputado de ERC, cogió las de Villadiego y, aprovechando una baja médica por la «ansiedad» que le produjo la «presión» del procés, se largó a Suiza, que como todo el mundo sabe es un Estado planificado y proletario, donde alguien radical de izquierdas como él, que conspira para destruir un país, estaría a la sombra desde hace años.
Wagensberg fue uno de los principales organizadores del terror que desplegó Tsunami, teledirigido por Puigdemont, tras la sentencia del Supremo de 2019, convocando a las hordas violentas a través de su móvil. En el ecosistema sanchista, el que siembra violencia en la calle termina de baja por «ansiedad» y los que padecen los bloqueos en el aeropuerto de El Prat, los cortes en la autopista AP-7 y las pedradas en el centro de Barcelona, donde dos policías nacionales fueron gravemente heridos, son unos quejicas que encima quieren empurar a los responsables por terrorismo. Adónde vamos a llegar.
A los policías y a los catalanes no independentistas que les zurzan, pero nuestro Rubén es un ser muy solidario, tan selectivamente solidario que impulsó una campaña para acoger a refugiados en Cataluña. Por la mañana tiraba adoquines contra todo quisque y por la tarde defendía causas para acoger inmigrantes, a los que luego echar la culpa de los pésimos datos educativos de Pisa. Un primor. Tan primor, que el juez García-Castellón descubrió que respondía al alias de Konan –así le llamaban los chicos de la pólvora– y cuando el muchacho supo que el magistrado pedía su encausamiento por terrorismo se fue de vareta y huyó a las montañas de Heidi, no vaya a ser que la amnistía de Pedro, una ley que lucha por la convivencia de los adoquines en Cataluña, no le tape lo suficiente y acabe con sus huesos republicanos en la trena.
Pero esta historia de amor y pacifismo tenía que encontrar su broche final en las declaraciones públicas de una bocachancla del mismo cariz que el sujeto fugado. Se trata de María Jesús Montero, Marisú o Chiqui para el respetable, nada menos que la vicepresidenta primera del Gobierno, que acaba de justificar la huida de Konan, ya que «entiende perfectamente» la «angustia, la incertidumbre y el miedo» que pueda padecer este energúmeno para hacerle huir al extranjero. Es imposible caer más bajo en la indignidad que esta criatura sanchista, que se dice socialista y defensora de la igualdad (cuando logra hacerse entender con su espesa oratoria), pero se inclina por administrar su vocación igualitarista poniéndose del lado de los delincuentes y facinerosos frente a los ciudadanos y servidores públicos que arriesgaron su vida defendiendo nuestra libertad.
A poco que el lumbreras de la radio catalana le hubiera preguntado si también comprendía la fuga de Carles, Marisú habría dicho que sí, que pobre hombre, que esconderse en un maletero es lo mejor que podía hacer quien había dado un golpe de Estado y malversado fondos públicos al que injustamente lo perseguían los jueces malversadores. La exconsejera de los ERE de Andalucía solo hoza ya en el barro, donde chapotea como ninguna.
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