El andalú
¿Qué andaluz? ¿El de Jaén, Córdoba, Sevilla, Huelva, Cádiz, Málaga, Granada, Almería, con su ortografía común y sus diferentes maneras de pronunciarlo? Un sevillano de la sierra norte no pronuncia igual el idioma que un sevillano de Utrera, o de Sevilla
Juanma Moreno y Alejandro Rojas Marcos quieren separar el idioma español del andaluz. El acento, dicen. Hay que pensar en andaluz. Son más cursis que un repollo. Mejor, que dos repollos. Una cosa son los hablares, los giros y tonos de cada comarca y provincia, y otra muy diferente la corrección escrita. A principios del siglo XX, varios autores –entre ellos mi abuelo don Pedro Muñoz-Seca, los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, o Enrique García Álvarez–, a la manera de Carlos Arniches con el lenguaje coloquial madrileño, estrenaron sainetes en «andalú». Pasó la moda, porque no aportaron nada más que aldeanismo y paletería. Ahora, Juanma Moreno, «er der Pepé», busca afanosamente que el andaluz se convierta en un idioma autonómico oficial. ¿Qué andaluz? ¿El de Jaén, Córdoba, Sevilla, Huelva, Cádiz, Málaga, Granada, Almería, con su ortografía común y sus diferentes maneras de pronunciarlo? Un sevillano de la sierra norte no pronuncia igual el idioma que un sevillano de Utrera, o de Sevilla.
La pronunciación es libre, y lo que sale por la boca viene de la oreja. Un rondeño no habla igual que un malagueño, y un gaditano de Setenil de las Bodegas habla con un deje más cercano al de Ronda que al del Puerto de Santa María, Jerez o Cádiz, que se escribe Cádiz y se pronuncia «Cai» porque resulta más cómodo. Pero en lo que respecta al idioma escrito, que es el español, en pocas regiones de España se ha hecho con la hondura y la belleza de los escritores andaluces. Me quedo en el siglo XX, sin viajar a más ayeres. La nómina de los escritores y poetas andaluces que enriquecieron con su talento su idioma, el español, es insuperable. Sólo comparable a los escritores y poetas de Castilla, la alta y la manchega, la Vieja y la Nueva, pero a popa de los andaluces. Ahí los sevillanos Antonio y Manuel Machado, Manuel Chaves Nogales, Antonio Burgos –¿Para cuándo su plaza o su calle?–, Manuel Halcón, Fernando Villalón o Aquilino Duque. El malagueño antequerano José Antonio Muñoz- Rojas. ¿Alguien ha escrito mejor español que Muñoz Rojas en el siglo XX? Que me lo demuestren. Y Alfonso Grosso, y José María Pemán, que lo hizo todo. Teatro, Poesía, Ensayo, y articulismo, en el que fue –sus Terceras de ABC–, el maestro indiscutido. Y el poeta Fernando Quiñones, el gaditano del barrio de La Viña. Y claro, Federico García Lorca, nada menos, y Rafael Alberti, que era tan grande poeta como mala persona, y el señorito malagueño-madrileño que rompió en batasuno, José Bergamín. Y los malagueños Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, almas de «Litoral», la gran publicación poética que rescató en los años sesenta José María Amado.
Y me dejo a muchos en el tintero que no en el pensamiento y el equilibrio, para no convertir este mensaje contra la cursilería de Juanma Moreno y Alejandro Rojas Marcos en una ensalada de nombres. La riqueza, el tesoro de nuestro idioma común lo han guardado y usado como nadie los escritores andaluces. El andaluz no piensa como habla, habla como quiere pero escribe mejor que el que lo inventó. Bastante tenemos los españoles con los periféricos del norte y el nordeste para soportar la cursilería aldeana de los políticos que gobiernan o influyen en la región más literaria de España.
Y me excuso por no añadir a la relación incompleta a los escritores andaluces del siglo XXI, que son muchos y fabulosos.
¿Pensar en «andalú»? Qué majadería.