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Sánchez o la política como ficción

Nuestro querido presidente llegó al poder para acabar con la corrupción del anterior ejecutivo. Así pues, el gobierno podría caer si nos enteráramos, por ejemplo, de que Sánchez llegó a liderar su partido con un burdo pucherazo. O si un avispado periodista averiguara que plagió su tesis doctoral.

Actualizada 01:30

En algunos burladeros del periodismo se comenta que existe una serie de hechos relacionados con el Gobierno de Sánchez que podrían salir a la luz de forma más o menos inminente y que supondrían una inevitable caída de éste. Anda la gente con el intríngulis, ¿qué será, será? Whatever will be, will be? También quiero participar en este juego, desoxidar mi capacidad para la elucubración fantasiosa, imaginar situaciones que depondrían gobiernos según las normas legales, políticas y morales del asunto.

Supongan, qué sé yo, que ante una pandemia mundial el gobierno retrasara la toma y ejecución de decisiones para no estropear una manifestación feminista orquestada por el ejecutivo. Dimisión inmediata. Las consecuencias de mantener a gente así en el poder podrían ser mortales en el futuro; no sería descartable que ese mismo gobierno, ante una terrible catástrofe natural, retrasara durante días el envío del ejército para socorrer a los ciudadanos. Que, por intereses políticos, la ayuda posterior fuera escasa. A ese tipo de políticos hay que deponerlos, serían capaces de castigar a una provincia devastada simplemente porque no son los suyos quienes gobiernan allí. Pero bueno, solo llevo al absurdo lo que sucedería en el caso hipotético en el que un gobernante que gestionara una pandemia atendiendo a sus intereses corruptos no cayera de forma más o menos fulminante. Sabemos que esto no podría tener lugar en un país normal. Barajemos otras opciones que harían caer a Sánchez.

Nuestro querido presidente llegó al poder para acabar con la corrupción del anterior ejecutivo, es lógico pensar que el nuevo gobierno haya querido cuidar de forma especial todo lo que tuviera que ver con la falta de honradez. Así pues, el gobierno podría caer si nos enteráramos, por ejemplo, de que Sánchez llegó a liderar su partido con un burdo pucherazo. O si un avispado periodista averiguara que plagió su tesis doctoral. En otros países dimiten por menos, ¿no?

Puedo parecer exagerada, pero solo así los ciudadanos nos sentiríamos tranquilos y confiados. Sabríamos que tendríamos un gobierno con defectos, como todos, pero libre de tráfico de influencias, de desvío de fondos públicos, de intromisiones antidemocráticas en las instituciones; a ninguno se nos ocurriría pensar que podrían intentar influir en la ciudadanía a través de los medios de comunicación públicos o del dispendio de grandes cantidades de dinero a los privados.

Con un presidente así nos sonaría a broma de mal gusto que se planteara la remotísima posibilidad de que miembros de su familia se beneficiaran de su condición para su enriquecimiento personal. Definitivamente, y tal y como entró Sánchez al poder, si llega a salir a la luz que el primo del hermano del compañero de colegio del cuñado de la señora encargada de cambiar el papel higiénico en la Moncloa ha cobrado en negro el cambio de una rueda del coche a su vecino, nuestro presidente habrá de presentar su dimisión ipso facto. Creo que por ahí podrían ir los tiros de la rumorología actual.

Se me ocurren otras posibilidades que harían caer al gobierno, pero de carácter internacional. Y, seamos sinceros, al votante promedio del PSOE, todo lo que no sea echar pestes de Trump y hablar de Palestina, se la trae al pairo. Así que me quedo con las ganas de paladear y desarrollar la idea de un escenario en el que se descubriera que el gobierno anda en tratos con narcodictaduras bananeras. ¿Se hacen cargo de mi frustración?

Lo malo de que España sea un país normal es que mi escasa imaginación no encuentra donde inspirarse y desarrollar su potencial creativo. Con lo estupenda que me quedaría una novela en la que aparecieran maletas llenas de dinero aterrizando de forma ilegal en Barajas: ¡una ficción de estricta factura hispana! Sería una forma magnífica de hacer la competencia a la narrativa anglosajona. Con este best-seller y posterior película me enriquecería de forma magnífica.

Pero basta ya del cuento de la lechera, estoy a un paso de la alucinación: jugueteo con la posibilidad de la financiación española de una aerolínea venezolana para traficar a gusto de nuestros gobernantes. Lo dejo aquí y discúlpenme: no hay nada relevante que reprochar a este gobierno, mucho menos exigir su cese. ¿Y los burladeros periodísticos? Pues eso, burladeros son.

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