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Palabra de honorCarmen Cordón

Valor Hispanoamericano

¿Qué pasaría si todos los países hispanos nos uniéramos? Estaríamos entre las primeras potencias económicas mundiales. Hispanoamérica es gloriosa, única por su mezcla de sangres: mientras otros colonizaban exterminando, los hispanos uníamos nuestras vidas

Me hallo en el sur, muy al sur. Ha amanecido un día espléndido de verano austral en Santiago de Chile con sus brillantes rascacielos de acero y cristal celosamente custodiados por la colosal cordillera andina de nieves perpetuas. Una se marea de intentar abarcarlas de un solo vistazo, son ciclópeas, imposible centrar la mirada en esas cumbres sin transportarse a lo que debieron vivir aquellos jóvenes jugadores de rugbi, casi niños, cuyo avión se accidentó en aquellas alturas y los dieron por perdidos. Qué odisea, qué gesta la de aquella supervivencia, qué pruebas nos impone la vida. La inmensa mayoría de las personas vivimos existencias vulgares: cogemos avioncitos, pasamos los arcos de seguridad sacando los líquidos en un saquito de plástico y luego tomamos café para comentar la jugada creyéndonos legendarios viajeros… pero hay otros, unos cuantos, a los que el azar les sacude de verdad. Son personas cuyas peripecias parecen sacadas de la mismísima Odisea, son unos Ulises de la vida a los que de pronto, de forma inesperada, se les viene encima un destino heroico o quizá maldito, un vendaval que les exige respuestas sobrehumanas… y las dan…. Seres atropellados por su destino. Me pregunto si será eso, un destino inevitable, lo que llevaría a Francisco Pizarro y sus hermanos a la conquista por estos Andes bordeando el Océano Pacífico. Menuda gesta la de Pedro de Valdivia para, sin apenas recursos, convencer a doce hombres para atravesar con su Doña Inés el desierto de Atacama y estas montañas colosales, yendo al sur, siempre al sur, siguiendo otras estrellas, contemplando otros océanos, enfrentando fieros poblados como el mapuche, ese indómito pueblo de cazadores y agricultores habituado a la guerra que había sido capaz de ofrecer resistencia a los propios incas. Alcanzaron acuerdos, fundaron ciudades, levantaron catedrales, construyeron otra vez España, una nueva. Aquí, donde estoy hoy, en este valle Mapocho, Valdivia fundó Santiago del nuevo Extremo en 1541, y siguieron bajando, 500 kilómetros más al sur, necesitaban hombres, necesitaban recursos para seguir construyendo, fundando, cultivando, creciendo. Un destino homérico conducido irremediablemente por un alma valiente, ambiciosa, soñadora y leal al rey. Son hombres sueltos, outsiders sin miedo, versos libres que tiran adelante tras su pasión y no se dejan doblegar por la presión del grupo, de lo convenido. Siguen su instinto. No es tan fácil que uno se mantenga fiel a su impulso: el hombre es un animal social y gregario, teme el aislamiento, es vulnerable a la amenaza de ser estigmatizado, condenado al ostracismo y en general no se atreve a ir contracorriente. Defender tu empresa yendo más allá contra la corriente general es algo sumamente incómodo, doy fe. Ellos sembraron un mundo glorioso hispanoamericano que yo saboreo hoy.

¿Qué pasaría si todos los países hispanos nos uniéramos? Dice Pedro Baños en su libro Geo-hispanidad que seríamos la segunda mayor extensión de terreno del mundo con 12 millones de kilómetros cuadrados (sólo por detrás de Rusia), 500 millones de personas, una de las mayores poblaciones del planeta (un 6,2 % de la población mundial) con el español como lengua materna. Una lengua que además implica en sí misma un pensamiento común: compartimos valores, rasgos culturales, históricos, somos una verdadera civilización. Estaríamos entre las primeras potencias económicas mundiales. Hispanoamérica es única por su mezcla de sangres: mientras otros colonizaban exterminando, los hispanos uníamos nuestras vidas. Desde 1492 todos formaron parte de una misma unidad que hermanaba la península Ibérica con el otro lado de Atlántico o la costa del Pacifico. Todos iguales, ante los ojos de Dios y de los Reyes Católicos. En nada se diferenciaba un mestizo de Santiago de Chile del Nuevo Extremo que un nacido en Zaragoza en España y así mismo es como me siento yo hoy aquí, desayunando torrijas en Chile, como en casa.

¿Cómo pudimos tragarnos el relato del Imperio español escrito por nuestros enemigos? Qué sentimiento de minusvaloración tan arraigado, tan incoherente con la grandeza de esta alma común. Hispanoamérica es gloriosa, como todo lo hispano. Qué jugada tan sagaz la del embajador estadounidense Joel Roberts Poinsett que subordinó culturalmente a México de forma absoluta engendrando un falso nacionalismo mejicano que achacó los males del país a la conquista española, cuando fue EEUU quien les arrebató Texas, Nuevo México, Arizona y California, las zonas más ricas en ganadería, oro y petróleo. México, antes de ese robo, en 1800, contaba con un nivel de desarrollo industrial, institucional y cívico infinitamente superior a sus vecinos. Pero hoy vive cautivo de un nacionalismo anti hispánico que proviene de un relato absolutamente falso. Deberíamos unir nuestras fuerzas y proyectar un espacio atlántico, igualitario, panhispánico. Es fácil imaginar quienes son los enemigos de la hispanidad. Quizás nosotros no seamos conscientes de nuestra propia energía y fuerza, pero nuestros enemigos sí.

Dios nos creó individuos, únicos e irrepetibles. Nos hizo libres, y aunque los yonquis del poder busquen destruir esa individualidad para transformarnos en dóciles e indistinguibles autómatas, hay gente como Pizarro, Valdivia, Colón y tantos otros que elegimos un destino de ambición perseguido con valor y compromiso. Aquí se respira aire fresco, los sueños se abren camino. Hay mucha fuerza y valor en el ADN de lo hispano …. Unamos nuestros destinos. Somos mejores, somos legión.

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