Extrema 'finezza'
Si en Extremadura, como han pedido las urnas, son capaces de colaborar con extrema 'finezza', sin negar sus grandes diferencias, y se ponen a colaborar para mejorar la vida de los extremeños, la derrota del sanchismo no sólo será regional y numérica, sino también nacional y estratégica
Como una ola, María Guardiola se había pedido el papel de folclórica de la política española, con cierta querencia al quejío y a la sobreactuación. Su radical rechazo a Vox –rápidamente rectificado– en vísperas de las generales de julio del 2023 desconcertó a tirios y troyanos, y tuvo consecuencias en los resultados electorales. Y después ha seguido con el zapateo en sus relaciones con el partido de Abascal, rectificando la rectificación, anda jaleo, jaleo. Estas elecciones las ha adelantado por y para no llegar a un acuerdo de presupuestos con ellos.
Los precedentes nos pueden inducir a hacer una lectura de los resultados de ayer en clave rivalidad PP-Vox. Sería una equivocación. Las elecciones han sido un éxito para ambas derechas (si se leen bien y se actúa mejor). Han servido para que el PSOE sufra un varapalo ejemplar en uno de sus tradicionales caladeros de voto y para que suban a la vez los dos partidos de la oposición a Sánchez. De esta deberíamos aprender que el PP y Vox no compiten en absoluto en un juego de suma cero, como todavía piensan tantos. El PP ha subido, y Vox ha doblado o más sus resultados: un 100 % de crecimiento, que se dice pronto.
Pero para que se puedan ver así los resultados es imprescindible girar hacia la finura y dejarse de descalificaciones a bulto y de manotazos estentóreos de barra de bar. Si el PP, por mucho que haya ganado, no ha alcanzado la mayoría absoluta, tiene que pactar con naturalidad con el partido que pueda dársela, ya sea el PSOE, como le gustaría a Guardiola, pero que se negará, ya sea Vox, que pondrá, como es lógico, condiciones para cumplir una parte de su programa, esto es, para cumplir con los votantes (100% más) que han confiado en él.
Decir que si Vox vota que 'no' a la investidura de Guardiola vota con el PSOE y con Podemos será una argumentación muy burda, con muy poca finezza. Porque todo el mundo sabe que el 'no' de la izquierda es un 'no' ontológico, contra María Guardiola y el PP, y el 'no' de Vox sería un 'no' instrumental, en defensa de sus propuestas y de quienes las votaron. A poco que se negocie con un respeto básico a la sindéresis y a las proporciones que han salido de las urnas, se lograría un acuerdo satisfactorio.
Es una paradoja: se convocaron elecciones para evitar pactos con Vox, y ahora el resultado de las elecciones convoca al pacto. Pero la finura exige no insistir en impertinencias ni percutir en las paradojas. Si las elecciones no han servido para sacar del campo de juego a Vox, han servido para cosas más importantes: escenificar el fracaso del PSOE y constatar el giro dextrógiro de la política española. No es poco, pero como nos pongamos a amenazar con una nueva convocatoria electoral, desactivamos la lectura fina y positiva de lo ocurrido.
Extremadura está llamada a tener tanta trascendencia o más y mejor que aquellas desgarraduras de las elecciones del 23. Pedro Sánchez sólo tiene una bala en su discurso: sacar rentabilidad electoral –vía miedo– de la demonización de la derecha. Pero él ya no tiene fuerza para demonizar nada. Por eso necesita que el PP contribuya a estigmatizar a un Vox que, por otra parte, el PP necesita. La gran baza de Sánchez es que Feijóo se enrede solo en su propio discurso. Si en Extremadura, como han pedido las urnas, son capaces de colaborar con extrema finezza, sin negar sus grandes diferencias, y se ponen a colaborar para mejorar la vida de los extremeños, la derrota del sanchismo no sólo será regional y numérica, sino también nacional y estratégica. Crucemos los dedos mientras aplaudimos los resultados.