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HorizonteRamón Pérez-Maura

Napoleonchu, opacado ante la memoria de Franco

No hará falta explicar que la principal razón por la que Napoleonchu se niega a aceptar visitas de Estado no es porque no las pida nadie. La única razón es porque las visitas de Estado son la apoteosis del Rey y del jefe de Estado invitado. Y en esos días el presidente del Gobierno es un mero comparsa

Actualizada 01:30

Como tengo dicho muchas veces en estas páginas, no paramos de mejorar. Almudena Martínez-Fornés nos recordaba ayer que se han cumplido ¡dos años! desde la última visita de Estado recibida por los Reyes en España. Ni la pandemia —que afectó al mundo entero— fue capaz de provocar un paréntesis así. Pero desde que vino Gustavo Petro en mayo de 2023 no se ha vuelto a recibir una visita de Estado de nadie. Ya tiene delito que el último haya sido un personaje de las características de Petro. Y lo firma quien tiene nacionalidad colombiana. Desconocemos las andanzas de Petro en Madrid, pero sí sabemos, según nos ha contado Álvaro Leyva, su entonces canciller, que un mes después en visita de Estado a Francia, estuvo desaparecido 36 horas, consumiendo drogas y con compañías sospechosas. Y, mientras tanto, tenía esperando al avión de Estado con todos los periodistas que lo acompañaron. Y la narración de Leyva continuaba ayer con otro viaje a Italia, con parecidos entretenimientos. Para un personaje así, sí se podía organizar una visita de Estado a España. Después de eso, yermo collado.

Me cuentan por diferentes vías que nuestro ministro de Asuntos Exteriores, universalmente conocido como Napoleonchu, dice en privado que no hay visitas de Estado porque nadie quiere venir a ver al Rey. Hace falta tener poca vergüenza para decir eso. Él proclama que la política exterior española vive el mejor momento de su historia. Evidentemente no tiene abuela. Ni los Reyes Católicos, ni Carlos V, ni Felipe II. Nada, nada. Es Napoleonchu el que nos ha llevado a la cima. Siendo así, ¿por qué nadie quiere una visita al máximo nivel? Debe de ser porque la prefieren de tercer nivel para ver a Napoleonchu que es el que les deslumbra.

Estaba pensando decir que desde el aislamiento de la España de Franco no veíamos algo así. Menos mal que he consultado antes de escribir. Con Franco a partir de la década de 1950, superado el «bloqueo», nunca hubo dos años sin una visita de Estado con un protocolo que mantuvo Don Juan Carlos con mínimos cambios de matiz. Franco recibió a prácticamente todos los presidentes hispanoamericanos (algunos más de una vez), a todos los árabes, tanto monarquías como repúblicas, Tailandia, Japón, Filipinas, Corea, Estados Unidos, Persia, Camboya, Indonesia, Etiopía (¡el Negus!). La principal diferencia era el alojamiento de los visitantes que entonces era en el Palacio de la Moncloa, no en el Pardo, como es lógico. Y, como también es lógico, los que tampoco vinieron fueron las «democracias populares» del este de Europa. Que, en mi lenguaje quizá más comprensible para las nuevas generaciones, eran las tiranías comunistas.

No hará falta explicar que la principal razón por la que Napoleonchu se niega a aceptar visitas de Estado no es porque no las pida nadie. La única razón es porque las visitas de Estado son la apoteosis del Rey y del jefe de Estado invitado. Y en esos días el presidente del Gobierno es un mero comparsa, destacado, pero comparsa, no protagonista. Y con esos mimbres, a Sánchez le da un ataque de erisipela. Y el papel de Napoleonchu es dar gusto a su señorito, que para eso lo tiene ahí.

Lo que de ninguna manera reconocerán ni Sánchez ni Napoleonchu es que con Don Juan Carlos, tanto en los gobiernos de Felipe González como en los de José María Aznar, España pesaba en el mundo y suscitaba gran interés. Por eso había largas listas de países deseosos de ser recibidos en visita de Estado en Madrid. Una visita que pese a haberse descafeinado protocolariamente, sigue siendo una de las más espectaculares del mundo. Ahora las cosas son totalmente distintas. No somos ni fiables, ni interesantes. Y Napoleonchu se ocupa de frenar cualquier proyecto de visita de Estado que pueda opacar a su señorito.

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