Albert Rivera: ¿una errónea decisión estratégica y política...?
Uno de los pilares del discurso de Rivera, en 2019, fue la real oposición frontal a Pedro Sánchez, a quien acusaba de haber llegado al poder con el apoyo de «los enemigos de España», en referencia a los independentistas catalanes y a los de Bildu. Rivera sostenía que Sánchez era un socio poco fiable
Aunque ya han pasado seis largos años, conviene recordar que la figura de Albert Rivera –líder de Ciudadanos desde su fundación en 2006 hasta su dimisión en 2019– desempeñó un papel clave en el panorama político español durante la década de 2010. Su partido emergió como una alternativa liberal y centrista, atrayendo votantes desencantados del bipartidismo tradicional. Sin embargo, uno de los momentos más decisivos —y polémicos— de su carrera política fue su negativa a pactar con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) tras las elecciones generales de abril de 2019 para formar un gobierno de coalición. Este artículo trata de analizar en profundidad las razones políticas, ideológicas y estratégicas que habían detrás de esta errónea decisión –desde el punto estratégico y político– así como de sus futuras consecuencias para España.
En las elecciones generales de abril de 2019, el PSOE liderado por Pedro Sánchez ganó con 123 escaños, quedando lejos de la mayoría absoluta (176). Ciudadanos (C's) obtuvo un resultado histórico y con 57 diputados se consolidó como la tercera fuerza política nacional. El escenario parecía propicio para un acuerdo entre aquel PSOE centro-izquierdista y el centro-liberal de C's, sobre todo, considerando aquella aritmética parlamentaria y la creciente presión mediática y empresarial para evitar una alianza con Unidas Podemos (UP) y las fuerzas nacionalistas.
Uno de los pilares del discurso de Rivera, en 2019, fue la real oposición frontal a Pedro Sánchez, a quien acusaba de haber llegado al poder con el apoyo de «los enemigos de España», en referencia a los independentistas catalanes y a los de Bildu. Rivera sostenía que Sánchez era un socio poco fiable y una amenaza para la unidad nacional. Esta narrativa de confrontación dificultaba cualquier posibilidad de un acercamiento politico posterior.
C's buscaba disputarle al PP el liderazgo del centroderecha. Para lograrlo, Rivera adoptó una postura de firmeza ideológica, rechazando acuerdos con el PSOE y acercándose a un electorado más conservador. Formar parte de un «gobierno de coalición» con los socialistas habría desdibujado esa típica identidad y alienado a parte de su base electoral.
Aunque algunos de los sectores internos de C's –como Luis Garicano o Francisco Igea– eran favorables a una posible negociación con el PSOE, Rivera mantuvo el control del aparato del partido y bloqueó cualquier posible intento de acercamiento. Su liderazgo era cada vez más presidencialista, lo que le llevó a un político «aislamiento» interno y a una creciente «disidencia» que se manifestaría, más tarde, en dimisiones y fracturas dentro de su filas.
Rivera creyó que manteniendo su rechazo al PSOE, lograría convertirse en el mega líder de la oposición o incluso en una firme alternativa de gobierno en futuras elecciones. Apostó por repetir elecciones en noviembre de 2019 con la esperanza de mejorar sus resultados. Sin embargo, esta estrategia fue un fracaso: C's cayó a 10 escaños, y Rivera presentó, al día siguiente de las elecciones, su irrevocable y firme dimisión.
La negativa de Rivera a pactar con el PSOE marcó el principio del fin de su carrera política y el declive de C's, como fuerza relevante. Muchos votantes percibieron una incoherencia en su mensaje de regeneración democrática y en su bloqueo a la gobernabilidad. Su dimisión abrió un periodo de crisis interna del partido del que, a día de hoy, aún no se ha recuperado completamente.
A nivel nacional, esta negativa obligó a Pedro Sánchez a buscar un acuerdo con Unidas Podemos (UP), lo que dio lugar al primer gobierno de coalición de la democracia española entre el PSOE y una fuerza a la izquierda de su izquierda, la de los 'podemitas' de Pablo Iglesias.
La decisión de Albert Rivera de no formar parte de un gobierno de coalición con el PSOE fue el resultado de una mezcla de estrategia política, calculo electoral y de posicionamiento ideológico. En retrospectiva, esta postura se mostró errónea desde el punto de vista de la supervivencia de su liderazgo y de su partido. Lejos de fortalecer su férrea posición ideológica, le arrastró a su hundimiento personal y político y, al debilitamiento de ese espacio centro-liberal que su partido representaba. Una decisión clave que cambió el rumbo de la política española a peor.
A nivel nacional, las graves consecuencias para España de la negativa de Albert Rivera a pactar con el PSOE fueron:
1. Bloqueo institucional prolongado: La falta de acuerdo impidió la formación de un gobierno estable tras las elecciones de abril de 2019, lo que obligó a repetir elecciones en noviembre. Esto agravó la inestabilidad política en un momento de desafíos económicos y territoriales importantes.
2. Polarización política: El rechazo de Rivera cerró la puerta a una posible mayoría constitucionalista moderada entre PSOE y C's, lo que favoreció una mayor polarización entre bloques ideológicos: la izquierda con UP y la derecha con PP y Vox.
3. Dependencia del Gobierno de partidos independentistas: Al no poder formar mayoría con C's, el PSOE necesitó el apoyo –o al menos la abstención– de los partidos independentistas como ERC y Bildu, lo que generó tensiones en torno a la unidad territorial y el marco constitucional.
4. Oportunidad perdida para un pacto de Estado de centro: Se perdió una oportunidad histórica de construir un gobierno centrado, reformista y estable entre PSOE y C's, y que habría podido afrontar con más consenso reformas clave, como la educativa, laboral o territorial.
5. Desconfianza ciudadana en la clase política: El bloqueo institucional y la incapacidad de llegar a unos acuerdos moderados reforzaron la percepción de que los líderes políticos anteponen siempre sus intereses personales o partidistas al bien común, lo que incrementó el desapego ciudadano hacia la política.
En suma, la negativa de Rivera no solo afectó a su partido, sino que contribuyó a la grave debilidad de la gobernabilidad de España, a la polarización del sistema político y a una mayor dependencia de esas fuerzas que cuestionan el marco legal y jurídico de nuestra votada y vigente Constitución.
- Pedro Manuel Hernández López es médico jubilado, lcdo. en Periodismo y ex senador autonómico del PP por Murcia