1984: el retorno
Aunque España «aún» no vive en una dictadura totalitaria como la de '1984', existen muchas e importantes similitudes muy preocupantes en la manera en que la cicatera dictadura socialcomunista de Pedro Sánchez maneja la información, restringe la libertad de expresión y busca controlar el discurso público oficial
La novela '1984' de George Orwell, es una obra distópica que describe una sociedad totalitaria donde el poder es absoluto, la verdad es oficialmente maleable y la vigilancia es constante. Estas características orwellianas son muy equiparables con las del gobierno de Sánchez, caracterizado por su obstinada tendencia al control del discurso público, por la constante manipulación de la verdad e información y por una férrea estructura del poder centralizado.
En «1984», el «Partido» controla la verdad a través del cínico «Ministerio de la Verdad», encargado de reescribir la historia y modificar los hechos según convenga al régimen. Los ciudadanos son sometidos a una constante manipulación del lenguaje y de la realidad, al punto que terminan creyendo lo que les impone el poder.
En España, el gobierno de Pedro Sánchez ha impulsado diversas estrategias de manipulación informativa. Desde el control de medios públicos como RTVE hasta la promulgación de leyes y promoción de organismos encargados de «luchar contra la desinformación», se ha instaurado un discurso oficial que excluye cualquier versión crítica. La censura encubierta en redes sociales y la presión a los medios privados han generado un entorno donde la información está, cada vez, más centrada en el gobierno del megalómano y mitómano compulsivo Sánchez.
Ejemplo de ello es la creación del «Ministerio de la Verdad» no oficial, en referencia a los intentos del gobierno de regular el contenido de Internet bajo el pretexto de combatir las fake news, lo que en la práctica se traduce en la eliminación de los discursos incómodos para el Ejecutivo.
En «1984», el «Partido» impone una neolengua, una versión alterada del idioma que limita el pensamiento y restringe la capacidad crítica de los ciudadanos. El objetivo es que ciertas ideas desaparezcan al haber eliminado las palabras para expresarlas.
El gobierno de Pedro Sánchez ha desarrollado su propia versión de la neolengua, donde se redefinen términos y se utilizan eufemismos para disfrazar la realidad diaria, como: «crecimiento negativo» en lugar de crisis económica,« desaceleración transitoria» en lugar de recesión, «solución habitacional» en lugar de desalojo y «nueva normalidad» para justificar restricciones a las libertades individuales. Este tipo de manipulación del lenguaje tiene el mismo propósito que en «1984»: reducir la capacidad critica de la población y evitar que cuestionen las acciones del Gobierno.
El Partido, en '1984', persigue a todo aquel que exprese dudas o críticas contra el sistema. La 'Policía del Pensamiento' vigila, no solo las actitudes y los gestos de los ciudadanos, sino también los pensamientos. Cualquier desviación del discurso oficialista es castigada con la «vaporización» ( la desaparición material del individuo de la sociedad).
En España, si bien, no existe de momento una 'Policía del Pensamiento', en sentido literal, si se han implementado mecanismos ideológicos de control. La «Ley de Memoria Democrática» –que sanciona las opiniones que contradigan la visión del gobierno sobre la historia– y las acusaciones de «delitos de odio» han sido ya utilizadas muy selectivamente para perseguir a los opositores que forman la 'fachosfera'. Además, la censura en redes sociales y la criminalización de todos los discursos críticos han generado un ambiente donde la libertad de expresión está cada vez más amenazada.
En '1984', existe una figura omnipresente cuyo retrato está en todas partes y cuya autoridad es incuestionable, se trata del Gran Hermano. El Partido utiliza una poderosa maquinaria propagandística para ensalzar su figura y eliminar cualquier crítica.
Sánchez ha desarrollado un peculiar y adecuado culto a su megalómana personalidad a través de una especial estrategia de comunicación cuidadosamente diseñada. Su imagen de líder es y está omnipresente en todos los medios públicos, sus discursos están repletos de autoelogios y cualquier crítica es siempre minimizada, desacreditada e incluso eliminada por su habitual corifeo de palmeros. La propaganda gubernamental se basa en vender la imagen de un líder todo poderoso e infalible, capaz de salvar al país de cualquier crisis por profunda y extensa que sea mientras culpa a imaginarios factores externos o bien a enemigos políticos concretos –PP y VOX– de los problemas internos de su gobierno y de sus fracasos personales.
A modo de epílogo, podría decir que aunque España «aún» no vive en una dictadura totalitaria como la de '1984', existen muchas e importantes similitudes muy preocupantes en la manera en que la cicatera dictadura socialcomunista de Pedro Sánchez maneja la información, restringe la libertad de expresión y busca controlar el discurso público oficial. La manipulación del lenguaje, la censura cada día menos encubierta, la creciente centralización del poder con la corrosiva y gradual abolición de la separación de poderes son síntomas irrefutables de una peligrosa y autoritaria deriva que merece ser analizada y, sobre todo, cuestionada.
Orwell escribió su apocalíptica y distópica novela '1984' como una clara advertencia, no como un manual para ciertos gobernantes. Sin embargo, algunos de ellos –como es el caso de Pedro Sánchez– dan la impresión de que han aprendido más del férreo y dictatorial modelo de control orwelliano que de su mensaje de resistencia contra la cada vez mayor manipulación política de las modernas socialdictaduras.
- Pedro Manuel Hernández López, médico jubilado, lcdo. en Periodismo y ex senador autonómico del PP por Murcia