Sydney Sweeney en España no habría trabajado
La única rubia que puede hablar de política es Taylor Swift, no porque sea más o menos inteligente sino porque atacar a Trump es mejor que defenderlo
En verano lo que se busca es la tranquilidad, como el chaval aquel al que torturaron hace no mucho por unas declaraciones que hizo en el micro de una tele cuando no era más que un niño. Y la tranquilidad la busca cada uno donde quiere: unos prefieren la playa; otros, la montaña; otros, perderse por algún lugar recóndito del mundo... y otros, encerrarse en un palacio canario para evitar que los abucheen. Para mí, es estar una semana entera sin escuchar una palabra de la corrupción del PSOE (menos mal que cierran los juzgados) y poder sentarme a escribir de cualquier cosa que no sea Pedro Sánchez. Benditas vacaciones las suyas, ya podían durar hasta 2027.
A falta de política, todos los veranos surge alguna polémica absurda sobre la que hablar. En España algunos han descubierto dónde está Jumilla (que ya iba siendo hora) y en Estados Unidos se han enterado de que la actriz Sydney Sweeney es republicana, algo que no tendría ninguna importancia si fuera demócrata, pero como lo de ir contra corriente en el mundo del espectáculo está mal visto, ha habido lío. Por lo que se ve, la única rubia que puede hablar de política es Taylor Swift, no porque sea más o menos inteligente sino porque atacar a Trump es mejor que defenderlo.
Está muy bien que cada uno tenga sus ideas y que las exprese si es que quiere, pero lo que no se puede pretender es que los que tienden a la izquierda puedan hablar y los que piensan diferente se tengan que callar si no quieren ser cancelados. Eso no es democracia. Y es lo que pasa en España. ¿Cuántos artistas de derechas se conocen y cuántos de izquierdas? ¿Cuántos prefieren callar por miedo y no decir lo que piensan?
Sydney Sweeney no trabajaría hoy en nuestro país, da igual lo guapa o lo rubia que sea o los ojos azules que tenga. Porque en España solo triunfan los que piensan como Bardem o los que permanecen callados para no perder contratos en la televisión pública. Aquí impera la ley de lo políticamente correcto. Y así nos va.