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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Siempre estoy disponible

Las responsabilidades son subsidiarias para Sánchez, no directas. Su objetivo es acabar con el modelo autonómico para que, como apunta el exministro García Margallo, terminemos en un Estado plurinacional o confederal. Siempre hay que transferir culpas a terceros y dejar al Gobierno en el limbo

En plena tragedia de los incendios, cuando la brisa de La Mareta era una fuente de inspiración para Sánchez y Zapatero en su pertinaz búsqueda de no dejar ni las raspas de España, salió una vocecita de ministra, bueno de vicepresidenta tercera, Sara Aagesen, para decir que «si mi presencia es necesaria, siempre estoy disponible». La coartada de la titular de Transición Ecológica, es decir, la ministra del ramo, era como cuando le dices a un pesado que te llama a las tres de la madrugada para llorar porque le ha dejado la novia que estás disponible para lo que quiera y a cualquier hora, pero inmediatamente apagas el móvil no se le vaya a ocurrir tomarte la palabra y volver a dar la brasa. Esta ministra, buena seguidora de la máxima de su líder cuando, ante la dana, sostuvo que «si necesitan ayuda que la pidan», estaba diciéndonos aquello de que mejor que no acudan a mí; así se achicharren los barones del PP y nosotros podamos rascar algún votillo en las autonómicas de dentro de dos primaveras. Ellos tienen la mirada más ancha y no están en el aldeanismo de los autonómicos, pobres desgraciados gestionando una tragedia. Los peperos presidentes regionales son meros gestores de la rutina: el Gobierno es el de los pactos de Estado –después de cargarse todos los que había– y el de luchar contra las emergencias climáticas –cuando ya son más de treinta los detenidos por causar las llamas.

Ahora, en palabras del secretario de Estado de Medio Ambiente, la excusa ha sido no entorpecer el trabajo de los profesionales con visitas institucionales. Como si a Sánchez le hubiera importado la labor de los técnicos cuando se hizo aquellos posados en Monfragüe o en Gando, tras los incendios de 2022. O cuando Diana Morant se paseaba por las zonas arrasadas por la riada para socavar la imagen de Mazón. O cuando todos y a todas horas visitaban La Palma y casi cuatro años después, los vecinos afectados por el volcán siguen sin haber recibido la totalidad de las ayudas prometidas. A otro perro, Sara, con ese hueso.

Pedro Sánchez ha externalizado la gestión del Estado y solo aprovecha los atributos que le reporta su cargo. Es una decisión estratégica de fondo pasar los problemas a otros: da igual si son las autonomías del PP, las eléctricas, los centros de inmigrantes canarios, los banqueros del puro o Feijóo, para luego jactarse de que él es la solución para arreglar lo que otros hacen mal, con cargo a la deuda y con charlas en el telediario donde vende chatarra ideológica. Pero, claro, para dignarse a prestar ayuda tiene que sentir en su ego que los demás se la suplican. Los mismos que padecen su desastre político tienen que solicitarle que los auxilie en el desastre.

Las responsabilidades son subsidiarias para Sánchez, no directas. Su objetivo es acabar con el modelo autonómico para que, como apunta el exministro García Margallo, terminemos en un Estado plurinacional o confederal. Siempre hay que transferir culpas a terceros y dejar al Gobierno en el limbo, en la irresponsabilidad política. Como si él fuera un mero comentarista, que valora la actualidad y jerarquiza las culpas, que nunca le salpican, claro. Su deber es prestar socorro, invertir los fondos europeos, aprobar un mecanismo nacional de respuesta de protección civil y reforzar a las Fuerzas Armadas sobre el terreno. Pero nada. Por eso se inventó lo de la cogobernanza en pandemia. Sánchez solo está para las fotografías, las performances delante de un ordenador recién enchufado para copar portadas, con morritos de estar muy atento a lo que le cuentan desde los puestos de mando de la extinción, aunque realmente lo único que le aflige es que se caliente la cervecita que le urge disfrutar en la tumbona de La Mareta, donde le espera la pentaimputada más famosa de España.

Lo peor es que van pasando los meses, las escenas ridículas lo son cada vez más, el trabajo solo es de cara a la galería porque no se gobierna, sino se controlan daños, y nada pasa. Una semana después de que ardiera medio país hubo que desperezar a Margarita Robles y Grande-Marlaska de su asueto para que disimularan que lo de los incendios iba con ellos. Y eso que el ministro del Interior parecía dormido detrás del sumo líder, con ganas de decir: a ver, vaya acabando señor presidente, que quiero colocarme otra vez las bermudas sin pena ni miedo, como en su libro autobiográfico. Tal cual.

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