La deriva de Sánchez hacia la tiranía
El capitán nos informó que durante la costa albanesa teníamos que adentrarnos en el Adriático porque las autoridades albanesas no permitían penetrar en las 20 millas de aguas de soberanía albanesa por razones de seguridad. Y que, si cruzábamos la línea de exclusión, podíamos ser bombardeados y hundidos
Corría julio de 1981. Yo era un pipiolo que por razones que no hacen al caso me embarqué para hacer la ruta que va desde Pula, entonces en la costa más al norte de Yugoslavia hasta el Pireo en Grecia, el puerto de Atenas. El barco hacía una navegación de cabotaje por la costa de lo que hoy son Eslovenia y Croacia y después haría lo mismo en Grecia.
Yugoslavia era una dictadura que había estado gobernada, hasta que murió un año antes, por un dictador que se mantenía en el poder desde el fin de la Segunda Guerra Mundial: Josif Broz, Tito. Tito mantuvo, a sangre y fuego, la unidad de lo que hoy son seis países diferentes. Pero hizo un régimen comunista que no estaba aliado con Moscú e incluso permitía a sus ciudadanos viajar a países no comunistas. O a mí y mis acompañantes nos permitió ir a Misa en Dubrovnik un domingo. Todavía celebraban la Eucaristía en latín dieciséis años después de terminar el Concilio Vaticano II. Pero para quien no habla serbocroata, cuánto se agradece una Misa en latín, aunque creo que fue la primera a la que asistí en mi vida.
Recuerdo que aquel país me parecía muy pobre. A un compañero de viaje que entró en un banco en Split a cambiar dólares por la moneda local, el cajero, después de darle los dinares le espetó en inglés: «¡Sucio capitalista!». Y mi amigo, que era una de las personas más bondadosas que he conocido, salió del banco con el gesto mezclado entre el desconcierto y la risa.
Después de Yugoslavia y antes de Grecia estaba Albania. Albania era otra dictadura comunista con un dirigente, Enver Hoxha que, igual que Tito, llegó al poder al final de la Segunda Guerra Mundial. Pero a diferencia de él, no se había muerto todavía. Era uno de los regímenes más despóticos del mundo. La tiranía de Hoxha hacía parecer a Tito un liberal. Por poner un ejemplo, las carreteras de Albania, aunque estuviesen construidas en un descampado, nunca eran rectas para evitar que un hipotético intento de invasión extranjero pudiera emplearlas como pistas de aterrizaje.
Cuando zarpamos del último puerto yugoslavo hacia Grecia el capitán nos informó que durante toda la costa albanesa teníamos que adentrarnos mar adentro en el Adriático porque las autoridades albanesas no permitían penetrar en las 20 millas de aguas de soberanía albanesa por razones de seguridad. Y que, si cruzábamos la línea de exclusión, podíamos ser bombardeados y hundidos si antes no éramos abordados por las patrulleras albanesas. Ya comprenderán que me pasé noches enteras en el puente de mando mirando hacia la costa albanesa deseoso de ver una de esas patrulleras acercarse a nosotros. Pero el capitán debía tener muchas menos ganas que yo de tener el más mínimo incidente por una costa en la que él pasaba con alguna frecuencia y no hubo ocasión para ver de cerca los uniformes de la Armada albanesa.
Ya comprenderán por qué me he acordado de este incidente. La publicación ayer en El Debate de la zona de exclusión al tráfico marítimo en torno a La Mareta le pone a la altura de la tiranía de Enver Hoxha. Ni aquel sanguinario dictador que fue Tito se atrevió a tanto. Ni, por supuesto Franco lo hizo nunca en Meirás ni el Rey Juan Carlos en La Mareta o en Marivent. Sólo encuentro paralelismo con el tirano albanés. Y todo esto para qué. ¿Tiene miedo de que le hagan manifestaciones por mar pidiendo su dimisión? Yo comprendo que hay precedentes que le pueden preocupar porque esas protestas por mar frente a su casa en la Costa de los Pinos en Mallorca se las hicieron a Pedro J. Ramírez los ecologistas de izquierda por una piscina sobre la que se discutía su legalidad. Y supongo que, si se puede hacer manifestaciones marinas contra una piscina, con la que está cayendo es posible que en esa zona de exclusión no cupieran todos los que querrían ir. Podría ser como Dunkerque.
Dunkerque: un precedente a recordar en estos tiempos.