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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Comigrande y Sotomillas

Arzallus era inteligente, seductor, jesuita y confuso, porque vivió a trozos de su pasado, desde que oficiaba el 18 de julio la Santa Misa en la Embajada de España en Bonn «Por la salud del Caudillo» hasta que se inventó lo de las nueces y los traviesos hijos de la gasolina

La revolucionaria construcción de la gran urbanización de Sotogrande la ideó Mac Micking coincidiendo con el éxodo de los vascos-madrileños de San Sebastián. Quedaron algunos, juguetes de las exigencias nacionalistas y borroqueras. Aquel gran hombre y empresario, Íñigo de Oriol, presidente durante decenios de Iberdrola, compañía con sede en Bilbao, fue reclamado por Javier Arzallus a su despacho del PNV. A Don Íñigo le intrigó que, sobre la mesa del cura franquista, carlista, nacionalista, secularizado, casado y recogedor de nueces, se abría una edición de ABC por la pagina de las esquelas. «Las repaso todos los días para ver si ha muerto uno de Guecho españolista». Oriol salió del sablazo como pudo y volvió a su paraíso de Comigrande, enclavado en el paisaje y la casa más atractiva de Sotocomilas, con su venta Herrera de raciones de patatas, mejillones y almejas al vapor. Pocos años después de ese encuentro, falleció don Florencio Arzallus que prohibió que su esquela se publicara en vascuence, y la señora Andía, madre de los Arzallus, a la que su hijo animaba en su lecho de muerte narrándole la multitud de 'ikurriñas' (en traducción, banderolas), que se agrupaban en la puerta de su casa flameadas por 'patriotas' vascos. «No insistas, Javier. Mi bandera no es ninguna de las que hay ahí fuera». Arzallus era inteligente, seductor, jesuita y confuso, porque vivió a trozos de su pasado, desde que oficiaba el 18 de julio la Santa Misa en la Embajada de España en Bonn «Por la salud del Caudillo» hasta que se inventó lo de las nueces y los traviesos hijos de la gasolina. Pero perdió, sobre todo en Guipúzcoa, a miles de veraneantes que dejaban millones y millones de pesetas en sus vacaciones.

Y muchos de ellos, compraron casa en Sotogrande. Tanto, que en un principio, bautizaron a sus playas como La Concha y Ondarreta, esas playas bañadas por las corrientes del Polo Norte. Otra buena parte se instaló en Marbella, y los nostálgicos del norte, en la amplia zona que recibe el nombre de Comillas, que abarca desde Alfoz de Lloredo hasta Valdáliga y Lamadrid. Tanto cierto es lo que escribo, que a Comillas se le dice Comigrande y a Sotogrande Sotomillas.

En Sotomillas la gente se baña con 'bañador' y en Comigrande con 'traje de baño. En Sotomillas hay polo, varios campos de golf, y las mujeres recelan unas de otras por los resultados del pádel. En Comigrande hay dos campos de golf. Uno de ellos, el más antiguo de la península, que no cuenta por tener tan sólo nueve hoyos. Ahora le quedan ocho, porque uno se lo llevó el mar en un día bronco. El club de Comigrande es mejor que el de Sotomillas. En Sotomillas, día lluvioso, paralización de la vida. En Comigrande se ajustan una gabardina y pasean hasta el muelle mientras comentan alborozados el calor de Madrid y Sotomillas. Las montañas que se adivinan desde Sotomillas pertenecen Marruecos, y las de Comigrande a Asturias, el noble y prodigioso Principado. Exceptuando una decena de cursilerías, en Comigrande se pueden encontrar en su entorno decenas de restaurantes formidables que no roban y no sirven nada en lecho de zanahorias o lechugas del huerto del jefe de cocina y maestro autor. En Comigrande el veraneo termina en noviembre, porque está 200 kilómetros más cerca de Madrid que Sotomillas. Los fines de semana se llenan de nuevos propietarios. Y para mí, que habría que hermanar los dos emplazamientos. Sotomillas si se reside en Sotogrande o Comigrande si se hace en Comillas.

Todo sea por la normalidad.

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