La visita
Aquella jovencísima vieja amiga se convirtió de golpe en la esperanza de millones de españoles. Arrasó en las elecciones autonómicas, y su mayoría parece que se ensancha. Le han intentado hacer todas las cabronadas posibles y probables
Anteayer viajó de Madrid hasta Ruiloba una jovencísima vieja amiga. Venía para entregarme la Medalla de Oro de Cultura de la Comunidad de Madrid. Para impedir agobios y envidias, los presentes eran todos familiares y amigos, que son los familiares elegidos. Estaba guapísima. Y como siempre, sintética y aguda. Cuando formaba parte del equipo de Esperanza Aguirre, conseguí para ella una columna semanal en las páginas de Madrid de La Razón hasta que el incisivo Marhuenda decidió que esa chamberilera guapa y decidida no valía para nada. Marhuenda siempre ha tenido vista de águila y adivina el futuro. Le salva esa gracia salinera y andaluza que regala con su ingenio. Ella era Isa, y yo, Alfon. Siempre creí en ella y sus facultades, pero no para llegar tan alto. Todo fue perfecto. El número y la calidad de los asistentes, el aperitivo de Raúl, la paellita, y las peras al vino que me prepararon Marga y Javier, con Noelia de coronela y Adolfo de Capitán General. Un día claro, con el sol hiriente, que salvaron de la insolación Pepe Hornedo y Ramón Pérez-Maura. Ovaciones, corros y fila para saludarla. Fotos por doquier. Las conversaciones privadas no se publican, pero la privacidad voló gracias a su naturalidad pasmosa. Vestía de rojo, como el arzobispo de Caracas, algo más escotada, quizá.
Aquella jovencísima vieja amiga se convirtió de golpe en la esperanza de millones de españoles. Arrasó en las elecciones autonómicas, y su mayoría parece que se ensancha. Le han intentado hacer todas las cabronadas posibles y probables, siguiendo la guía magistral del Rol de Cornudos de Cela. Pero ella aumentaba su popularidad a medida que se endurecía la impotencia de su oposición. Expulsó de la política al dueño de una taberna, y ahora tiene como contrincante a Óscar López, que es en mi opinión, y que Dios me perdone, bastante tonto y el mejor propagandista de Isabel. Por donde va, arrasa. Y lo mismo fuera de Madrid. Y me permití ser sincero en mis palabras de agradecimiento por su esfuerzo, su viaje y la medalla. No tengo el fondo politólogo del joven Miró, pero me atreví a decir lo que tantos piensan y tantos se callan.
Las próximas elecciones generales no serán políticas. No compiten conservadores y socialistas. Estos últimos, por mantenerse en La Mareta han pactado con terroristas y los dos partidos periféricos que ha asumido con mayor naturalidad las bases del nazismo. Racistas y excluyentes. El PNV y Junts. Nos jugamos España contra otra España cuarteada y que dejará de ser la nación, el Estado más antiguo de Europa. Y para que gane España, los dos grandes partidos conservadores tienen que olvidar agravios, afrentas, broncas y desencuentros. No salen los números sin los dos partidos unidos. Y la presidenta de Madrid es la persona idónea para conciliar y curar las inevitables heridas que surgieron cuando Pablo Casado se comportó como un cochino en la moción de censura de Ramón Tamames. El que sobre, que se vaya. Los electores patriotas se lo agradecerán.
Y a eso de la dos de la tarde, esa mujer sin futuro según Marhuenda, y esperanza de unión de millones de españoles divididos en dos bloques cuyas diferencias son perfectamente asumibles, se fue esta mujer que podrá mantener España unida, fuera de las distancias de las derechas y las izquierdas, una España que respete sus instituciones, sus derechos humanos, contra la afición al hurto y la corrupción que nos han traído estos sinvergüenzas.
No hay excusa para seguir separados.