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DivisaderoAntonio Pérez Henares

Las zarpas de ZP

Zapatero, tras un rápido borrado y veloz proceso de beatificación por parte de la bandada gubernamental y coaligados invitados al festín, es el director de orquesta, que lleva la batuta, marca los tiempos e instruye a los coros en la partitura que hay que tocar y cantar tanto nacional como internacionalmente

Se vendió, nos lo vendieron y muchos lo compraron como un moderado y mofletudo querubín cargado de buenas intenciones. Llevó a España a la ruina y sembró el odio entre los españoles. Ese fue su legado que hoy, aumentado en sus peores y más siniestras facetas, se quiere perpetuar y convertir en doctrinario y ley.

Los tontos son, ciertamente, muy peligrosos, pero los tontos acabamos por ser nosotros si terminamos por tragarnos que su tacha primera surge de una tontuna estupidez o de una boba solemnidad, que dijo un otro también. Poco de eso por no decir nada hubo. Si acaso un mejor disfraz y una mayor contención mientras le iban creciendo las garras. Luego tras la tocata y fuga ante la catástrofe creada, la desaparición de la escena y el refugio en lejanos cubiles donde afiló el colmillo carnicero y llenó la andorga, se produjo el regreso como guía y sostén de su alumno y sucesor. No creo que nadie ahora le tome ya por tal porque hoy Sánchez y él, en perfecta collera, nos quieren desjarretar y devorar.

Zapatero, tras un rápido borrado y veloz proceso de beatificación por parte de la bandada gubernamental y coaligados invitados al festín, es el director de orquesta, que lleva la batuta, marca los tiempos e instruye a los coros en la partitura que hay que tocar y cantar tanto nacional como internacionalmente. El es el Gran Visir. Y el Sucesor.

Pero algo de memoria queda tanto por aquí como por allende del mar. Está todo además demasiado reciente y hervirá aún más. La obscenidad de los hechos, la exhibición del botín y la grosería de las mentiras ha sido y es tan soez y total que levanta ronchas y hace difícil olvidar. Aún recordamos a pesar de bisoja desmemoria que afecta a una buena parte de nuestro país que nos llevó a donde estamos hoy y puede condenar nuestro futuro.

José Luis Rodríguez Zapatero tiene en su debe no solo el destrozo que nos causó y el mal con que nos infectó. Su desempeño como valido, valedor y cómplice de las más atroces dictaduras y su intimidad con quien hoy es símbolo de la opresión, el fraude y la miseria, el tirano Maduro, le señala como parte de entramado de corrupción y rapiña allí creado y mantenido por la fuerza y la represión tras violar y falsificar el resultado de las urnas y la voluntad popular. ZP está en ello y metido hasta el cuello. Es el turbio conseguidor, y ¿cabe duda de que también receptor?, en todo tipo de enjuagues que en el mundo se dan.

El narcotráfico, y no hace falta que lo diga Trump, está volviendo a campar por su anchas en buena parte de Hispanoamérica y dos naciones vecinas vuelven a estar en ojo del huracán. Colombia, acabo de regresar de allá, ha vuelto, bajo el mandato de Petro, a recuperar su estatus de máximo productor de cocaína y derivados a escala mundial, más me decían que cuando Escobar, la narcoguerrilla resurge por doquier y la vecina Venezuela y el aliado y correligionario Maduro se visualizan como clave y parte del hilo distribuidor. Zapatero, son muchos años ya de connivencia, tiene su suerte ligada dictador venezolano. Quizás sea ello lo que ahora teme más que nada. Y no le falta razón para temer.

Aquí, en España, son no pocas las gentes que esperan que un día Sánchez haya de responder ante la Justicia de lo que algunos consideran, yo también, delitos contra la nación cuya integridad y leyes estaba obligado, más que nadie, a defender. Pero ¿y si fuera a ser el otro can de la collera el que en esta carrera le cogiera ventaja al Galgo de Paiporta? ¿Y si un día nos levantáramos con la noticia de que Zapatero ha sido encausado por un tribunal del algún país hispanoamericano y que hay una orden de busca y captura contra él? ¿Nos iba a sorprender mucho? A mí, no.

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