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Cartas al director

Las triquiñuelas de Sánchez

Después de las comparecencias en el Supremo de José Luis Ábalos y Koldo García, nos queda, el día treinta de junio, la de Santos Cerdán en el mismo tribunal, incluso ha llegado a pedir que se televise en directo. Y también las explicaciones de Pedro Sánchez en el Congreso el día nueve del mes que viene, y un Comité Federal de la máxima relevancia para el PSOE el día cinco de julio, y quizá alguna revelación periodística más de gran impacto, y puede que alguna anotación de la UCO absolutamente desgarradora e intolerable, pero nada de esto nos garantiza una hecatombe nacional en las próximas semanas ni una catarsis política profunda en nuestra vida pública. Entraremos en el parón veraniego y será en septiembre, cuando llegue el reinicio.

Porque eso es lo que quiere Pedro Sánchez, reiniciar, resetear la legislatura, y al tiempo abocar a una parte de España a la más oscura melancolía, la de los esfuerzos inútiles, como si la política fuera un juego de niños malos en el que el desbarajuste se sustancia con un pedir perdón y un «no volverá a ocurrir», que diría el Emérito. En Sánchez todo es ya un bucle, y la línea que separa su hundimiento del letargo generalizado es tan fina como la cuerda floja en la que camina. Todo es un bucle en un bunker de supervivencia y resistencia a pruebas de mil bombas. En otras circunstancias, con otro tipo de fibra humana en la Moncloa, hace tiempo que estaríamos en otra cosa, pero con Sánchez eso no es posible, de ahí la salida fácil hacia el aburrimiento generalizado, el sopor y la apatía. Ayer afirmaba que él no había firmado el acuerdo de la OTAN de llegar al 5% del PIB, esto no hay quien lo entienda.

Genaro Novo

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