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Cartas al director

Sobre tomar partido

No es fácil para el español medio desentrañar su realidad política. Son muchos los factores y muchas las lecturas. Sin embargo, cada día es más sencillo que se imponga como una losa la certeza palmaria de que las cosas no van como deberían.

Cada uno, desde su pequeña parcela de sentido común (cada vez más asediada), puede atisbar no solo los síntomas —que están a plena vista salvo que uno tenga el cerebro hecho natillas—, sino también algunas de las causas que han degenerado en el actual estado de las cosas.

Es muy llamativo que, cuando los nuevos partidos surgieron como solución política en España, hace ya más de un siglo, casi siempre lo hicieran al albor de un movimiento social que canalizaba su esfuerzo divulgativo en un periódico (generalmente con tiradas masivas para la época).

Así, El Socialista fue la voz editorial del PSOE; Solidaridad Obrera dio a luz a la CNT; o la CEDA se articuló en torno a El Debate. Esto nos invita a imaginar hasta qué punto los partidos de entonces estaban imbuidos en la sociedad. Vertebraban algunas posiciones políticas e ideológicas que existían por sí mismas fuera de las instituciones.

¡Nada más marciano para el español de hoy! Hoy que los partidos nos vienen dados y nos caen encima a justos e injustos por igual. Algunos tan impostados que ni recordamos ni nos interesa la razón de su existencia.

Más llamativa que su impostura es su ineficacia con la que maquillan su deriva hacia la oligarquía. Poco o nada queda de los partidos fuera de ellos. Poco o nada queda de la política fuera de su asfixiante y maniquea retórica, desecho y a la vez combustible de su naturaleza artificiosa.

Solo apuntamos aquí a otra capa de la complejísima realidad política que nos arrolla, una quizá no tan presente en el debate social como debería, pero no por ello menos evidente. Está claro que ningún partido político ni sus secuaces mediáticos están dispuestos a apuntar que asistimos a un problema de fondo. La descarada corruptela del gobierno actual solo es el último epítome de un sistema político sobre el que nos corresponde reflexionar antes de tomar partido.

Álvaro Martín Morillo

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