Fundado en 1910

Cartas al director

Prórrogas

Las prórrogas ofrecen una segunda, y en muchos casos última, oportunidad.

Para ganar una final, por ejemplo, en un partido decisivo que todavía no hemos ganado ni perdido.

Es un tiempo extra que no se da, obviamente, para desperdiciar.

Si el torneo, además, no contempla tablas sería especialmente absurdo ir a empatar. Existe un «encuentro» al que todos fuimos convocados: el de la vida.

Sólo hay dos alternativas: dejarse ir y perder, o luchar para vencer. No hay banquillo que nos pueda relevar, ni posibilidad de cambiar de posición o dorsal.

Es un «terreno de juego» al que uno ha salido únicamente a ganar.

El trofeo ya ha sido comprado, y por el se ha pagado un alto precio. Luce a la vista de quienes lo quieren mirar. Será entregado al que se esfuerce lo necesario, y no haga vana la esperanza de que nació, precisamente, porque lo puede lograr.

Probablemente, sepamos de alguna prórroga que se dio a alguien conocido. Tal vez seamos nosotros a quien se nos ha concedido. En una ocasión sola, o quizá más. Acaso tras un accidente o una enfermedad grave, que parecía terminal.

¿Y para qué esperar, si todo se ha de acabar?

Qué sentido tendría si no fuese para echar la vista atrás y dar gracias, corregir el camino que llevemos mal, pedir perdón y perdonar sin juzgar.

No hay otra manera de puntuar ante quien posee en definitiva la potestad de sentenciar. Y lo hará con cada cual, sin excepción, cuando ante Él se haya de presentar.

Serán entonces nuestras buenas acciones, fraguadas en caridad, el único haber, el que le hará mirar nuestra debilidad con Misericordia para que nos pueda perdonar.

Si lo pensáramos bien, concluiríamos que cada día es una nueva prórroga concedida. ¿No vivimos acaso en tiempo de descuento desde nuestro nacimiento?

Hay una diferencia sustancial con una prórroga habitual, y es que ignoramos cuándo sonará el pitido final.

Y aquí no hay distinción de liga o categoría. Igual da si eres novel o derrochas veteranía. Se vea cada jornada como presente o prorrogada, no debiera caer en el olvido que la vivida sin amar se habrá de computar como tiempo perdido.

Francisco Javier Lage Ferrón

Más cartas al director

  • ¿De qué se ríe señor Sánchez?

  • Incumplimiento de plazos

  • De chistorras y lechugas

  • Estrés informativo

  • Flotillas

  • tracking

    Compartir

    Herramientas