Cartas al director
Hartarse de la Constitución
Este era el titular de una reciente entrevista al hijo de un oficial nazi sentenciado a muerte tras los juicios de Nuremberg. El hijo del oficial nazi piensa que muchos alemanes se han vuelto a cansar de la democracia, como en los tiempos en que auparon a Hitler. Prefieren un caudillo que les guíe, en lugar de debatir en el Parlamento. Me pregunto si algo parecido está pasando en la Unión Europea, especialmente en España, donde el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, desprecia en público el valor del Parlamento. En España, hartarse de la democracia es hartarse de la Constitución de 1978, que pronto cumplirá 50 años de vigencia.
Si repasamos la aplicación durante todos estos años de los diez títulos de la Constitución de 1978, podemos estar satisfechos. Podemos decir que los derechos fundamentales y las libertades públicas son excelentes y están bien protegidos y tutelados; que la Corona ha sido fundamental en los momentos más delicados, siendo querida y respetada por la mayoría de los ciudadanos; que las Cortes Generales han cumplido sus funciones con gran categoría hasta que Pedro Sánchez las ha puesto en duda; que el Gobierno y la Administración han sido serviciales en el interés general, salvo casos de corrupción inherentes a la condición humana; que las relaciones entre las Cortes y el Gobierno han sido muy correctas, hasta que llegó Pedro Sánchez para hablar de «circo» y convertir el control al Gobierno en el control a la oposición parlamentaria; que la Justicia ha hecho un trabajo formidable, garantizando los jueces, magistrados y fiscales todos nuestros derechos y libertades; que en lo referente a la economía y la hacienda, hemos estado sujetos a ciclos mejores y peores, con Presupuestos Generales elaborados atendiendo a nuestra pertenencia a la Unión Europea, que nos ha ayudado y sigue ayudando en los momentos de calamidades; que el Tribunal Constitucional, hasta que llegó Pedro Sánchez, nos amplió derechos y libertades, especialmente se preocupó de que el principio de igualdad ante la ley fuese la guía del actuar público y privado; y en fin, que la parte que más se pone en duda –las comunidades autónomas–, creo que en general ha servido al bien común, en estrecha colaboración con los ayuntamientos y las diputaciones, entidades locales que también ha potenciado nuestra Constitución de 1978.
¿Nos hemos hartado los españoles de la Constitución de 1978 y de la democracia? Creo que sería muy injusto habernos hartado, como sería muy injusto negar que el Rey Don Juan Carlos se preocupó y ocupó de que la Constitución de 1978 fuera un éxito, con sus sombras, inherentes a todo lo humano.