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26 de abril de 2024

Editorial

Latido y ecografía. ¿De qué tienen miedo?

Ni siquiera el lema perverso de «nosotras parimos, nosotras decidimos» es contrario a que una mujer, antes de decidir, obtenga toda la información posible al respecto

Actualizada 18:45

Quien conozca a una mujer que acudiera a Londres en la década de 1980 a tener un aborto, sabe que antes de que se practicara la intervención que acababa con la vida del nasciturus en muchas clínicas era obligatorio que la mujer escuchara el latido del corazón del ser que llevaba en su seno. No era una opción que se ofrecía para que la embarazada pudiera oírlo si quería. Era una obligación. Huelga decir que no eran pocas las mujeres que optaban por no abortar. Esa opción ya no está en vigor en el Reino Unido –donde entonces se podía abortar hasta las 28 semanas de embarazo– pero sí ha sido tomada por otros países europeos que están a la vanguardia de la defensa de la vida.
En España, el Gobierno de Castilla y León ha optado por ofrecer esa alternativa a las mujeres que quieran abortar, además de ofrecerles ver en 4D el feto que tienen dentro de sí. Nadie está obligado a ver ni oír. Simplemente, es una información complementaria que se pone al alcance de quien va a tomar una decisión de enorme relevancia en la vida de una persona. Cualquier mujer que ha abortado admite que es una decisión traumática –cuando menos–. Por lo tanto, ¿qué tiene de malo darle toda la información disponible? ¿A qué tienen miedo? La respuesta es muy evidente: tienen miedo a que la persona que va a abortar se conciencie de lo que su acto representa. Porque por más argumentos retorcidos que se quiera emplear, es indiscutible que la vida existe desde el momento de la concepción. Solo que en ese momento es muy difícil apreciar la vida del nasciturus. Pero cuando se pueden escuchar los latidos del corazón, nadie puede engañarse.
Una iniciativa tan básica en defensa del conocimiento de lo que se va a hacer ha recibido el rechazo automático y rotundo de una izquierda que, como es históricamente habitual, hace del aborto un supuesto derecho al que hay que animar a las mujeres a ejercer como forma de reivindicar no se sabe qué forma de autodeterminación. Pero es que ni siquiera el lema perverso de «nosotras parimos, nosotras decidimos» es contrario a que una mujer, antes de decidir, obtenga toda la información posible al respecto. Eso les da miedo a los que defienden la práctica del aborto casi sin ninguna limitación. Ni conocimiento. Prefieren adoctrinar que ilustrar. Ésta es la izquierda que padecemos.
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