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Editorial

Hay que llegar hasta el final con Zapatero y Sánchez

El siniestro comportamiento del expresidente es inadmisible, pero la complicidad de su sucesor sería una traición a la propia España

La citación del PP a José Luis Rodríguez Zapatero en el Senado supone un hito histórico, pues será la primera vez que un presidente del Gobierno comparezca en la Cámara por la sospecha de ser un vulgar intermediario de operaciones fraudulentas en nombre, además, de un régimen tan siniestro como el chavista.

El Debate ha aportado las pruebas gráficas irrebatibles de que el valedor de Sánchez se reunió, aprovechando recursos públicos como el vehículo oficial, la escolta o una propiedad del Estado, con un intermediario de la operación de rescate de Plus Ultra, perpetrada con un informe deplorable revelado también por este periódico.

Y que lo hizo a escasas horas de que ese empresario fuera detenido, entre indicios de que toda la operación haya estado inducida por las ganancias para comisionistas, la complicidad de instituciones del Estado colonizadas por el Gobierno y el deseo de complacer a Nicolás Maduro.

La huella de Zapatero en Caracas es inmensa y lamentable: lleva años dedicándose a blanquear a una dictadura cruel, y ahora parece estar claro que ese penoso trabajo no era altruista.

Pero es su sintonía con Sánchez lo que resulta más insoportable. Porque a los intereses bastardos de Zapatero, si se confirman, se le añade la protección política de la Moncloa, que no ha dejado de prestarse en estos años a blanquear el Régimen, llegando al punto de ofrecer la Embajada española en Caracas para perpetrar el destierro de Edmundo González y consolidar el pucherazo del sucesor de Hugo Chávez.

A todo esto se le añade la evidencia de que Zapatero ha desarrollado una actividad comercial intensiva en países tan sospechosos como China o Marruecos y el temor a que los volantazos diplomáticos del Gobierno en esos territorios estén aliados con ese negocio, para llegar a la conclusión indignante de que España está sometida a un perverso juego de intereses económicos y políticos de unos caraduras.

Si la corrupción conocida –la de Ábalos, Cerdán y tantos otros– es un insulto a la decencia, la de Zapatero con la protección de Sánchez es además un aparente ataque a la propia idea de España, a su papel en el mundo y a su imagen solvente y creíble hasta hace poco.

Zapatero dejó quebrada a España cuando se marchó y, 17 años después, es la síntesis de todas las amenazas renovadas que encarna su compinche y sucesor en la Presidencia. Es intolerable, sin más.

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