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08 de mayo de 2024

EDITORIAL

Europa señala la inmersión lingüística totalitaria

La delegación de eurodiputados que ha visitado Cataluña avergonzó a la Generalidad, sin duda, pero también y en primer lugar al Gobierno de España

Actualizada 01:30

La misión europea, compuesta por doce diputados de Estrasburgo, que durante tres días analizó esta semana la inmersión lingüística en la escuela pública catalana se habrá llevado, sin duda, una impresión deplorable de las autoridades autonómicas, de su proyecto educativo y, por extensión, de la insólita complicidad con tanto abuso del propio Gobierno de España.
La delegación visitó dos escuelas, a petición del PP, VOX y Ciudadanos, que son miméticas a las de toda Cataluña. Y a falta de un informe definitivo que tardará tres meses en emitirse, ya adelantó algunas conclusiones.
Por ejemplo, negó que el catalán esté en peligro, derribando de un manotazo el pretexto alegado siempre por la Generalidad por imponer un proyecto identitario que, a partir de la hegemonía de una de las dos lenguas oficiales en Cataluña, construya desde pequeños conciencias permeables a la doctrina separatista.
Y además constató que no se cumplen ni la ley ni las sentencias que obligan a impartir el 25 por ciento de la educación en español. Las quejas formuladas por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ante los eurodiputados, tanto por el desprecio a sus fallos cuanto por la infame presión a los jueces, sitúan el problema en su contexto real.
No es el catalán lo que está amenazado, sino el español, presentado como una «lengua colonialista» invasora e incompatible con la supervivencia del catalán, cuando ambas son complementarias y tan propias de los catalanes en ambos casos.
Las bochornosas manifestaciones, repletas de insultos, para presionar a la delegación europea, permitirán conocer en Bruselas una mínima parte del acoso cotidiano que sufren millones de catalanes por no renunciar a su identidad española, reclamar el cumplimiento de la ley y desarrollar plenamente sus libertades individuales y colectivas.
El asfixiante ecosistema nacionalista fabrica enemigos imaginarios con los que justificar una represalia indecente, amputando una parte de su patrimonio, cultura, acervo y herramientas a quienes acaban aceptando la absurda imposición de que, para ser un buen catalán, hay que renunciar o denigrar todo lo español.
Todo eso ha podido constatarlo Europa, que debe estar muy inquieta por la racha de visitas de emergencia que gira a España o tienen a España por protagonista: cuando no es para recordar la necesidad de aclarar los más de 370 crímenes de ETA sin resolver es para fiscalizar la Ley de Amnistía o, como ahora, para analizar el despropósito de que el idioma constitucional de un país occidental no se pueda utilizar con normalidad en una parte del mismo.
Poco puede esperarse de las autoridades catalanas, instaladas en el desvarío endémico. Pero no tendrían más recorrido de no gozar de la impunidad concedida por el Gobierno de España, que ha hecho lo imposible por consolidar los excesos, hasta el punto de hacerse cómplice necesario de muchos de ellos.
Porque no hay caso en Europa de otro presidente que se niegue a imponer la ley, como sucede con Sánchez en materia educativa y que, a la vez, legitime todas las agresiones a la propia idea de España como él hace. Cada vez que el líder socialista amnistía o indulta delitos y transfiere competencias de manera forzada, avala el totalitarismo étnico que trata de imponer el independentismo, en régimen de monocultivo.
Los eurodiputados van a Cataluña a conocer la verdad; Sánchez se dedica a proteger la mentira, la coacción y la opresión desde la máxima magistratura ejecutiva de España. Penoso.
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