El cinismo de las luces rojas
Al sanchismo le molesta que el ciudadano le observe desde el óculo de esos jueces impertinentes. Más le trastorna que los de a pie les examinemos desde la competencia de una UCO, para ellos, impertinente
Decía el escritor R. L. Stevenson que «odiaba al cinismo más que al diablo, a menos que ambos sean la misma cosa».
Lejos de la escuela griega cínica (de vida austera, rechazo a las convenciones sociales y el predicamento para vivir como un perro) el dispendio, la desvergüenza y la falsedad moral, campean a sus anchas al lado del caballo blanco del Apocalipsis.
No creo que a nuestros cínicos de moda, les gustara vivir como «perros callejeros», porque de perros a estas alturas ya sabemos mucho.
Porque si de dispendio hablamos...
Porque si de desvergüenza...
Y de falsedades que trastornan los sentidos hasta el punto de no reconocer ni su propia voz...
Estos cínicos están derrochando la herencia de prosperidad de nuestros hijos, nietos y venideros. Con sus miserias la convierten en fuegos fatuos que puedan iluminar la desidia que nos cobija.
Vivimos dentro del retrato de una gran pintura de cínicos de moral cuestionable, que atentan contra nuestra sociedad y que han destrozado el esfuerzo de un pasado que queda para el recuerdo.
¿Ahora se han cruzado las líneas rojas? ¿Ahora?...
La entrega del gobierno a Junts, el desafío a Trump y a la OTAN, los insultos al centro derecha y el rechazo frontal a Vox (escaños que han salido de las urnas), el «jarabe democrático» de sus socios de gobierno, los indultos, corrupción, sospechas de fraude electoral, incremento de pobreza, destrucción del poder judicial, excarcelaciones a delincuentes, okupaciones... ¿No son líneas rojas?
Y es que el problema no solo consiste en el mantenimiento de un gobierno presidencial izquierdista. La gravedad de este país que se resquebraja también se fundamenta en la tibieza, aleatoria a las circunstancias de una débil oposición del principal partido político del país, que se desgrana en querer complacer a todos sin resolver nada ni a nadie.
¿Qué vamos a hacer con todos los cínicos que nos pretenden gobernar?
Al sanchismo le molesta que el ciudadano le observe desde el óculo de esos jueces impertinentes. Más le trastorna que los de a pie les examinemos desde la competencia de una UCO, para ellos, impertinente.
A la oposición del PP le descompone que el ciudadano impertinente se cuestione por un solo instante la necesidad de tomar en cuenta a Vox y dejar a un lado la ambigüedad.
La sensación es que PP y PSOE, amamantados en el bipartidismo, no se definen y sus programas se adaptan al guante que más convenga en función del golpe de mano. Porque no se trata de convencer al incondicional sino al que está ausente de demagogias partidistas.
Para los socios de gobierno, los más cínicos, es un momento estelar para pasear por la alfombra roja impertinente sus más letales ideologías, aceptando el sanchismo por necesidad.
Todos están molestos con el vulgo que se irrita, mientras el ministro de Justicia se adentra con su caballo de Troya en el patio judicial. A él le parece un favor que regala a los españoles; a los jueces no les sucede lo mismo: es un regalo democrático envenenado.
En definitiva, todos se frotan las manos con un poder que se atisba en el horizonte, impertinente, cínico, mientras el pueblo se droga de verano al calor de la corruptelas políticas. ¿Alguien pudo imaginar que llegaríamos hasta aquí?
Mal presagio...
Colapso, deshumanización del cristianismo, migración descontrolada, guerras vecinales con okupas, jueces en las calles, fuerzas de seguridad desanimadas, políticos corruptos, aumento real de la pobreza, vicio del poder, dictadura de la minoría, ausencia de los valores occidentales, una ley de amnistía inconstitucional, militares decepcionados y una monarquía difuminada ...
Cinismo impertinente que padecemos todos y que no hubiera parecido imaginable.
¿Por qué no se somete en el congreso el presidente a una cuestión de confianza?
¡Porque no!
¿Por qué no se ha de convocar elecciones?
Porque si la corrupción es la charangada de tres listillos, entonces, el presidente no debe de irse.
Delirante...
El PSOE no tiene la superioridad moral, aunque esté apoyado por algunos representantes del entretenimiento. Ni siquiera ellos la tienen. Basta de cinismo. ¿Cuáles son las creencias y comportamientos del gobierno? Las luces rojas ya se han cruzado. ¿Ha comenzado ya la disolución del propio partido?
Ni siquiera el autoconsuelo de un presidente que rompió la «Política» de Aristóteles: «El gobernante debe procurar la promoción del bien común, cuidando de las rentas y demás ingresos empleados en su acrecentamiento».
Escuchen: «Europa considera inaceptable el atentado que se perpetra al Estado de derecho. Los españoles merecen más que una disculpa».
Se nos aparece el fantasma de Goethe cuando afirmaba que «todo aquel que aspira al poder, ya ha vendido su alma al diablo».
La alegría del cínico atenta contra el valor de verdad. Su arma de división destruye una sociedad que aún es frágil y que está siendo juzgada por conflictos que construyeron otros pretendiendo progresar. Finalmente destruye los logros de nuestra convivencia democrática.
Pedro Fuentes es humanista