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En primera líneaPedro Fuentes

El signo de la cruz

Este mensaje es un error que asume Occidente y ha ayudado a desintegrar el concepto del hombre en Cristo. Ahora somos como dioses y no somos capaces de discernir el bien del mal. Todo es relativo y el universo cristiano se diluye entre el buenismo y la mentira

Actualizada 01:30

El laicismo del Estado actual español se pone en valor desde la más absoluta normalidad, con carácter democrático y avalado por nuestra propia Constitución. El asombro y malestar de los cristianos (más del sesenta por ciento de la población) se reduce tan solo a eso: malestar.

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El Debate (asistido por IA)

Este abandono de los valores cristianos es la causa fundamental de la deriva de Occidente. La UE es incapaz de recuperar un camino que nos conduzca al signo de la Cruz. Nuestro gobierno juega a la magia del respeto democrático de todas las creencias, pero eso sí, con la fatiga anclada en su ánimo a la hora de mirar los valores de Cristo porque, «por vuestros actos se os conocerá».

Hay un efecto multiplicador que se extiende en este sentido: se asocia el catolicismo a la derecha, en nuestro caso al fascismo, y el cristianismo a un sentimiento arcaico, pasado de moda. ¿Nos llegan como un regalo las demagogias de una izquierda radical que solo pretende esclavizar el pensamiento del hombre?

Este mensaje es un error que asume Occidente y ha ayudado a desintegrar el concepto del hombre en Cristo. Ahora somos como dioses y no somos capaces de discernir el bien del mal. Todo es relativo y el universo cristiano se diluye entre el buenismo y la mentira.

¿Hay que preguntarse, es cansado...? ¿Puede resultar dañino a los ojos de la clase política, sobre la cual ni siquiera hemos valorado sus señas de gobierno?

Si no nos interrogamos, si no pensamos, el sentido de unidad, de fe que tuvimos en el pasado, no nos podrá asistir cuando llegue el momento de la verdad. Debemos activar nuestra conciencia porque nuestros pilares cristianos están en proceso de demolición: la familia, la vida y la concordia.

¿Tenemos la necesidad del profundo amor devocional hacia el signo de la Cruz? ¿Por qué el sentimiento cristiano trazado desde el pensamiento de Cristo, incómoda y se convierte en un enemigo a batir?

Ahora, este resentimiento es visceral, revitalizado por una memoria histórica a medida de los cocineros del rencor. Es por ello que existe una persecución enmascarada en igualdades y libertades.

Es evidente que no es del interés político mostrar al pueblo la esperanza y la prosperidad desde la contemplación de la luz de la Cruz. Para el hombre que cree en el sentido teológico de Cristo, el proceso de identificación de la religiosidad del Valle de los Caídos con el fascismo, es una perversión ideológica que se espolvorea en un campo baldío que siembra dolor y lucha.

Qué necesario sería regar el espíritu de la reconciliación de todas las almas al contemplar la Cruz más grande del mundo, símbolo del amor fraterno, que no de la pirámide faraónica de un dictador.

Es muy preocupante que la versión oficial de nuestros días encuentre entre sus líneas de actuación el desmantelamiento progresivo del sentimiento devocional del cristiano. ¿Está en el desvelo de todos los cristianos el temor de la destrucción de la Cruz?

Somos un Estado aconfesional de un pueblo cristiano. Qué curioso... ¿No sería más lógico ser un Estado cristiano de un pueblo cristiano?

¿En el sueño de nuestro «gran presidente demócrata», que tiene presente a los desfavorecidos, se contempla a una mayoría de españoles unidos por la Cruz?

Aunque les moleste y les duela, aunque sus actos se alejen de la verdad, del amor y de la luz, el corazón de este país es cristiano.

Con León XIV llega el momento de olvidar la negligencia espiritual, de saber perdonar y no juzgar al que no piensa igual, de abandonar la indiferencia ante el sufrimiento y no utilizar el mismo como arma política.

El mundo debe tomar nota... Piensen que estos ataques, que denuncia el Parlamento Europeo a nuestro Estado de derecho, en esencia, tienen relación directa con olvidar el perdón, con la indiferencia espiritual y el sectarismo dirigido a los que no piensan como los gestores actuales del gobierno.

Les rogamos que no utilicen la Cruz para atentar contra la fe cristiana; que nuestros jóvenes puedan seguir creciendo desde el mandato de su fraternidad. Ellos, y solo ellos son la esperanza para vivir en paz en un momento en el que la guerra de la corrupción y el desprecio al Derecho ocupan los noticiarios de nuestro día a día.

Teresa de Calcuta animaba a cristianos y no cristianos a hacer obras de amor desde el corazón para acercarnos a Dios.

La corrupción y el desprecio nos alejan del signo de la Cruz.

  • Pedro Fuentes es humanista
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