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En primera líneaPedro Fuentes

El muro de la locura

Nos hablan de globalización, de igualdad y hemos quedado divididos en dos bloques, volviendo a la España negra, quebrada, en la redistribución del ingreso, en la rebelión fiscal, en la mordaza que suprime la acción civil de la acusación popular

Actualizada 01:30

Sabemos que a lo largo de la historia se han construido muros de seguridad fronterizos que han supuesto un control sobre las personas, cuyo objetivo es frenar a los invasores. La historia nos lo explica con su notable arquitectura y en otras ocasiones con una alarmante desidia. Ahí tenemos, por ejemplo, la barrera israelí de Cisjordania o la frontera en la Germania de Marco Aurelio.

El

Lu Tolstova

Pero este carácter fronterizo del «muro» también se perfila con la psicología de la división, del abandono, del desprecio, de la discordia, de la violencia, de la venganza y, en definitiva, como decía Albert Einstein: «el mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad».

El ciudadano necesita sentirse en buenas manos, pensar que está listo para progresar, prosperar, cuidar a su familia y a su comunidad. Necesita la promesa de crecimiento en la sociedad, no fuera de ella, enraizado con su vecino que comparte un mismo fin, poner en marcha su espíritu para trabajar hacia el bien común. Necesita paz que nazca de la estabilidad del espíritu y no de palabras vociferadas desde la mentira, sea democrática o progresista.

Necesitamos poder confiar en nuestra intuición hacia el crecimiento de un hombre social sin que nos levanten barreras psicológicas que nos manipulen.

Es una ofensa a la razón que se nos quiera dividir utilizando los sucesos históricos de hace 100 años, división desigual del dolor y de la ingeniería social de nuestro tiempo.

Nos hablan de globalización, de igualdad y hemos quedado divididos en dos bloques, volviendo a la España negra, quebrada, en la redistribución del ingreso, en la rebelión fiscal, en la mordaza que suprime la acción civil de la acusación popular, siendo esta un derecho constitucional, en el abandono de la desgracia (ahí están los fondos de la dana), el revisionismo sectario, el apoyo a la okupacion disfrazada de compasión con permiso del Estado, la usurpación de la diplomacia, fiscales, padres, profesores, fuerzas de seguridad... todos enfrentados mientras sonreímos.

¿Cómo puede este gobierno sonreír? La locura mantiene siempre la sonrisa del que imposta una falsa verdad.

Es un muro de sillares ideológicos con el temor al lobo de la ultraderecha. Que curioso. Históricamente, la ultraderecha era la representación de un comportamiento ultraconservador, ultranacionalista y autoritario.

Y, fijense...

Este gobierno es autoritario, pretende destrozar el poder judicial, la propiedad privada, el derecho a informar...

Este gobierno es ultraconservador, sólo se puede pensar o actuar como él dicta, como sentencia, como apoya indiscretamente al régimen venezolano...

Este gobierno es ultranacionalista, apoya el independentismo catalán y vasco. Ya tomamos la amnistia y, ahora, ahí están las competencias integrales en inmigración para Puigdemont...

Por lo tanto, ¿quién es la ultraderecha en nuestro país? ¿Los católicos, los que quieren proteger su propiedad, sus empresas, esos fantasmagóricos partidos que quieren que los pensionistas se mueran de hambre, esos padres que tienen el derecho de educar a sus hijos?

Este es el muro que nos han construido en estos años de redención social y buenismo. Los sindicatos manifestándose contra la oposición, hay que hacer ruido, mover la calle... Hasta el buenismo es sectario. ¿Dónde estaban los sindicatos en otras ocasiones a las puertas de Correos?

Vuelven a discutir los ciudadanos, los de la Transición, delante de un vino en el bar del pueblo. Porque la maldad, la mentira y la envidia corren por nuestra sociedad como en otros tiempos.

Muro de locura... ¿Por qué nos han hecho esto a los españoles?

Como dijo García Lorca: «Hay cosas encerradas dentro de los muros que, sí salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo».

  • Pedro Fuentes es humanista
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