¿Intenciones de concordia?
El resto de las regiones seguirán pagando las jubilaciones catalanas, entre otras cosas. Ahí no hay nada que objetar a la hora de participar en repartos. Las deudas para España y los beneficios para Cataluña
Estamos en un momento decisivo para abrir la caja de los truenos y lanzar a los españoles al fango de la desigualdad.
Ese federalismo que se rubrica con letras mayúsculas por el Gobierno puede ser el bastión de una magna confrontación.
Por una parte, se favorece a Cataluña para que no se sienta agraviada al tener que colaborar con otras regiones más pobres. De otra parte, se asume que la Comunidad de Madrid sea el dispensario financiero para el resto del país.
Las razones políticas de este «enjuague» ya han escrito mares de tinta.
Las razones sociales son falsarias porque se olvida la actitud de anhelar la igualdad. Las razones de Estado, incongruentes si pensamos en el sentido de unidad.
Una profunda ironía. A los que se les entrega la caja de los dineros, ya han manifestado con claridad que es el momento crucial de dar un paso hacia la independencia.
Además, el resto de las regiones seguirán pagando las jubilaciones catalanas, entre otras cosas. Ahí no hay nada que objetar a la hora de participar en repartos. Las deudas para España y los beneficios para Cataluña.
Estoy convencido de que este sentimiento no es común a la sociedad catalana y que las palabras del Gobierno, cuando ha afirmado que «es un buen pacto para España», son difíciles de creer.
Es evidente que es un paso más a la confrontación. El enfrentamiento no es buen caldo de cultivo y puede acercarnos a situaciones poco deseables.
Sería más cuerdo que las distintas comunidades de nuestro país se sintieran hermanadas, se ayudaran social y económicamente, acogiendo la propia diversidad de ellas y creando lazos que alejen un horizonte de desigualdad.
Lo contrario puede alentar un federalismo que se manifieste con enorme malestar social y rompa la identidad de un país como el nuestro, desembocando en sucesos peligrosos para el orden civil.
Curiosamente, el «regidor» de Cataluña se pronuncia como humanista cristiano, cuando inaugura su mandato con una cesión cargada de falta de generosidad y solidaridad.
La progresía nos entrega un panfleto de desigualdad que pone de manifiesto su falta de bondad política.
Un humanismo que se define en términos de dignidad humana y libertad individual y que el PSC de Illa debería analizar antes de autodefinirse como tal.
Se advierte en el concierto catalán una enorme codicia por parte del PSC con tal de gobernar siguiendo la firme directriz del presidente del Gobierno.
Platón ya nos decía: «Allí donde el mando es codiciado y disputado no puede haber buen gobierno ni reinará la concordia.»
Porque es codicia y se advierte ya un enfermizo carácter de poder. La cuestión es hasta dónde. ¿Cuál es el próximo horizonte?
No sabemos con certeza a quién benefician las actuaciones del Gobierno, pero, lo que sí intuimos, es que algo se está rompiendo en este verano de la concordia diseñado por un humanista cristiano. Un «filósofo» que, diera la impresión, se ha colado entre las filas federalistas.
La cuestión es encontrar un camino hacia la concordia y no hacia la división. La clave está en analizar la rectitud de las intenciones. Si la intención fuera gobernar a toda costa por encima de la prosperidad de los españoles, estaríamos ante un escenario futuro de quiebra social, a corto plazo, y de ausencia de concordia. Pero la gran tragedia se vislumbra porque si en las intenciones manda la desinformación y el engaño, se está asfixiando a la sociedad democrática.
Son ya muchos los años en los cuales a los españoles no se nos cuenta la verdad.
Las explicaciones sobre los sucesos acontecidos casi siempre están improvisadas, se comentan decisiones contradictorias y se prometen esperanzas que nunca se cumplen. Asistimos a un espectáculo en el cual los que pretendieron romper la concordia entre españoles ahora gobiernan.
Tal como dijo el historiador latino Salustio: «La concordia hace crecer las pequeñas cosas, la discordia arruina las grandes.»
- Pedro Fuentes es humanista