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26 de abril de 2024

TribunaJosé Antonio García-Albi Gil de Biedma

¿Existe el nacionalismo cariñoso?

En el ADN de los nacionalistas está implícito que nunca sean importantes las víctimas, ni la preservación de un ordenamiento jurídico, sino su quiebra

Actualizada 09:25

Los nacionalismos, por su propia génesis y su propia esencia, son ideologías difícilmente asumibles por una sociedad civilizada. Suponen la existencia de supremacismo, racismo, segregación y limitación de libertades y derechos de los ciudadanos, en favor de unos supuestos derechos colectivos que consideran superiores a los del individuo. Son movimientos que se asientan sobre falsas e inexistentes legitimidades históricas y que no están amparadas por el derecho internacional. Se caracterizan por poseer un fuerte componente «contra». Contra una lengua, contra otros ciudadanos, contra una raza, contra unos derechos, contra la convivencia. En suma, son idearios políticos que viven al margen del derecho natural, del constitucional, del internacional y de los principios democráticos.
Se compone cualquier nacionalismo de dos vertientes fundamentales. Una la ideológica, con toda su carga dogmática que implica una pérdida total de los valores humanos y democráticos. Para ellos, sus presupuestos están por encima de las distintas y legales opciones políticas. Y una segunda vertiente, consecuencia de todo lo anterior, la directamente delictiva. Porque una ideología con objetivos ilícitos sólo se puede poner en práctica mediante la ilegalidad. Un pensamiento político que persigue objetivos contrarios a las más elementales bases democráticas y legales, solamente se puede ejecutar mediante acciones delictivas. Son los hechos, no las opiniones, las que incurren en ilícito penal.
Sabino Arana es de un nacionalismo más bien rústico, de boina calada. Son archiconocidos sus disparatados planteamientos racistas, machistas y xenófobos. Los del fundador del nacionalismo catalán Enrique Prat de la Riba son un poco menos conocidos. Su libro La Nacionalidat Catalana, publicado en 1906, no tiene desperdicio; pero es más sutil y sibilino que el vasco. Por supuesto propone la independencia de Cataluña, pero no la separación. Lo que postula con su mentalidad imperialista es el control por parte de Cataluña, como raza superior, del resto de España. Vean unas perlas: «L´imperialisme és el período triomfal de un nacionalisme: del nacionalisme de un gran poble». Y sigue: «Les potencies cultes tenen el deber déspansionarse sobre las poblacions endarrerides (atrasadas)». Total que el imperialismo de este Almanzor catalán iba desde Lisboa hasta el Ródano porque La guerra que somet els pobles barbres als civilisats, és una obra de pau y civilisació. ¡Una guerra de paz y civilización! ¡Toma legalidad!
Es un error evidente disociar el nacionalismo de algunas de sus facetas o formas de expresión, como el separatismo o el terrorismo. El problema, en esencia, son los nacionalismos. De ellos surgen ETA y Terra Lliure, los golpes de Estado, la malversación de los caudales públicos, los incumplimientos de sentencias judiciales, la limitación de los derechos de los ciudadanos a la educación, la discriminación por razón de lengua, la eliminación práctica del derecho a la movilidad y al establecimiento en todo el territorio nacional. Se cargan el derecho a no ser acosado ni violentado por tus ideas. En fin, que los delitos son las consecuencias, el origen y el problema es preexistente a estos. Lo que hay que combatir es el nacionalismo vasco, el catalán y el de Putin, como en su día se hizo con el de Hitler. Y es que en el ADN de los nacionalistas está implícito que nunca sean importantes las víctimas, ni la preservación de un ordenamiento jurídico, sino su quiebra. No existe el respeto a los recursos de los otros, pero sí se tiene que respetar su injusto expolio.
Hoy estos malhechores están encantados apoyando al delincuente floreado que tiene por única obsesión seguir en la Moncloa y dirigiendo ese partido aquejado de nepotismo y de una grave cleptomanía congénita. El partido de los saqueos de Negrín y Prieto, el de los ERES y el que no sabía nada ni de flí ni de fló, el de Filesa y ahora el de los Puig, Blanco y Armengol y la dilapidación generalizada. Al igual que las mafias del narcotráfico apoyan a los gobiernos de las tiranías izquierdistas de Hispanoamérica, para que no los detengan y no colaboren con la DEA, el objetivo en España está siendo el mismo; que no les detengan. Por ello se han depurado a los mandos de la Guardia Civil, se ataca al CNI, se controlan jueces y fiscales, o se regalan las llaves de la cárcel al PNV para que pueda soltar a sus chicos, a aquellos que movían el árbol mientras que estos cogían las nueces. Mismo objetivo.
Sentado lo anterior y viendo lo que ocurre en España, no alcanzo a comprender cómo el flamante nuevo presidente del PP, el señor Alberto Núñez, puede ponerse en modo de nacionalismo cariñoso con la pasmosa tranquilidad del que se merienda unas filloas. ¿De verdad cree el señor Núñez que existe ese nacionalismo? Sólo existe el delictivo e invertebrado. Además el contagio progresivo, la exportación de conductas semejantes a otras regiones, supone un alto riesgo muy costoso. Me inclino a pensar que, como ha ocurrido en anteriores ocasiones, este señor pretende que financiemos su comodidad.
Tanto en España como en Hispanoamérica, estas anomalías carecen de principios morales, por lo que les da igual todo con tal de conseguir sus objetivos; mantener los altos ingresos de un negocio ilegal. En un caso tratando de quebrar el ordenamiento jurídico, buscando acceder a recursos económicos de toda España y en otro, directamente con el narcotráfico. Con ellos no puede progresar ni la democracia ni el derecho ni la economía ni la cultura de un país. Los que hemos nacido y vivido en esas tierras le podemos decir al señor Núñez que ni cordial ni cariñoso; sólo peligroso.
  • José Antonio García-Albi Gil de Biedma es empresario
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