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TribunaJosep Maria Aguiló

La hamburguesa incorrupta de Sally

Como muchos de ustedes aún recordarán, esta original artista puso en marcha en su momento el 'Happy Meal Project', con la intención inicial de poder demostrar la previsible degradación progresiva de la llamada comida rápida fuera de la nevera

Posiblemente, la hamburguesa más famosa del mundo sea la que a partir del 10 de abril de 2010 empezó a inmortalizar cada día con su cámara la fotógrafa y pintora canadiense Sally Davies. Y en esa labor parece que sigue la buena de Sally todavía, pues el pasado 10 de abril subió a su blog una imagen de dicha hamburguesa —y de las patatas que fielmente la acompañan— con esta inscripción: Happy 15th Birthday Today.

Como muchos de ustedes aún recordarán, esta original artista puso en marcha en su momento el Happy Meal Project, con la intención inicial de poder demostrar la previsible degradación progresiva de la llamada comida rápida fuera de la nevera. Para ello, aquel lejano 10 de abril compró en una conocida franquicia norteamericana uno de sus menús estrella, compuesto por una hamburguesa y unas patatas fritas, que a continuación puso sobre una de las mesas de su casa de Nueva York. Seguidamente, se arremangó, cogió su cámara e hizo una primera fotografía de aquel menú, a la que le siguieron varias tomas más en los días posteriores.

Sin embargo, el presumible deterioro severo imaginado por Sally no sólo no se dio durante las primeras semanas de este experimento, sino tampoco en los meses, años y lustros siguientes. Así lo pudimos constatar quienes en su momento seguimos con sumo interés las vicisitudes físicas de aquella hamburguesa, unas vicisitudes de las que la mayoría de medios nos informaban puntualmente al inicio de la pasada década.

Recuerdo, por ejemplo, haber leído varios titulares muy llamativos sobre este tema en abril de 2012, como 'Dos años retratando una hamburguesa incorruptible' o 'La hamburguesa que no se pudre celebra su segundo cumpleaños'. Y realmente era así, tal como podíamos comprobar observando las fotografías que aparecían en ambas noticias y en otras semejantes. Además, el pan brioche que acompañaba a la hamburguesa también parecía haber resistido bastante bien el paso del tiempo, pues mantenía su color originario y no tenía nada de moho. Lo mismo ocurría con las patatas fritas situadas justo al lado, que presentaban un aspecto razonablemente agradable, aunque también es verdad que se las veía quizás un poco más encogidas, pálidas y secas de lo que es habitual en este tipo de patatas.

Desde entonces, irían llegando sucesivos cumpleaños para esta mítica burger, aunque cada vez con menor presencia y repercusión mediática, hasta llegar finalmente al citado decimoquinto aniversario, del que, muy posiblemente, sólo nos hemos acordado Sally, sus followers hamburgueseros más incondicionales y yo.

Esta vez, lo que más llamó mi atención no fue la confirmación del buen estado general de la hamburguesa, que sigue incorrupta, sino el hecho de que la parte superior del pan brioche y algunas patatas parecían haber cambiado de posición con respecto a fotografías anteriores. ¿Las movió Sally sin querer? ¿Lo hizo la pequeña mascota que tiene en su casa? ¿Esa sutil variación fue tal vez por culpa de un ventilador encendido o de una ventana abierta? ¿Se trató quizás de un fenómeno paranormal sólo propio de este tipo de experimentos gastronómico-fotográficos?

Son cuatro preguntas para las que todavía no he encontrado una respuesta, como tampoco la he encontrado para otro interrogante que anda también rondando por mi cabeza desde hace ya algún tiempo, el de qué pasaría si pusiéramos ahora esa hamburguesa, esa magraneta y esas patatas a calentar cinco minutos en el microondas. ¿Se volverían blanditas, suaves y tiernas, y estarían tan jugosas como hace una década y media? ¿Tendrían quizás un sabor un poco raro, nuevo o distinto? ¿Nos provocarían tal vez algún pequeño o gran problema de salud de tipo gástrico o intestinal? El sentido común nos dice que muy posiblemente sea mejor quedarse con esas tres dudas alimentarias ya para siempre antes que arriesgarse a degustar hoy o mañana aquel añejo menú, una temeridad que podría conducirnos horas después a Urgencias o a permanecer en el hospital de manera prolongada.

Seguramente, las dos únicas certezas vinculadas a este experimento sean que la hamburguesa incorrupta de Sally todavía resiste y que, previsiblemente, lo hará aún durante algún tiempo más. De hecho, mi intención inicial era titular esta columna 'Manual de resistencia', pero al final descarté ese posible encabezamiento por dos motivos. En primer lugar, para no dar un disgusto innecesario a la mayoría de mis lectores con esa referencia casi escatológica al primer libro de Pedro Sánchez. Y en segundo lugar, porque, ahora mismo, le veo mucho menos aguante y entereza al presidente del Gobierno que a mi idolatrada Sally y a mi querida hamburguesa.

Josep Maria Aguiló es periodista

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