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TribunaLuis Javier Montoto de Simón

La ardiente oscuridad española

Esa es la enfermedad, la ceguera de muchos políticos que tenemos en España actualmente. Y también la ceguera de muchos votantes que, impasibles y acomodaticios, no quieren ver la realidad de las cosas, enfundados en sus corazas ideológicas que la cobardía y el miedo a decir la verdad les ha ido conformando

Cuando una gran parte de la superficie rural de España está siendo devorada por los incendios y las vidas de muchos compatriotas se encuentran gravemente afectadas, así como sus pequeñas propiedades y medios de vida con los que subsisten con gran esfuerzo y superando infinidad de dificultades a diario, me ha venido a la cabeza aquel título de la obra dramática de Antonio Buero Vallejo, de la que hicimos una lectura teatral en el colegio, tratando de desvelar los profundos misterios de la ceguera de sus protagonistas principales, En la ardiente oscuridad. Me pregunto qué oscuridad invade a los distintos organismos competentes en la gestión y ejecución de los planes preventivos contra los incendios, tanto a nivel estatal como autonómico y local. ¿Qué tipo de ceguera es la que padecen todos estos de quienes depende la seguridad de los españoles, las garantías jurídicas de todo orden y la buena gestión para que lo que llamamos servicios públicos, la res pública romana funcione como es debido? ¿Qué es lo que falta y qué es lo que sobra en relación con estas calamidades que padecemos los españoles?, se preguntan muchos.

Hemos visto imágenes sobrecogedoras de vecinos trabajando en la extinción del fuego que se desarrolló en su localidad con unos medios insuficientes, mangueras domésticas para apagar las llamas que acechan su vivienda, sin ropa adecuada para su propia seguridad porque su condición modesta no lo permiten, rostros de gente desesperada, llorando, gritando impotentes porque se han quedado sin nada, todo aquello por lo que habían trabajado día a día ha quedado destruido ante sus ojos, casa, huertas, animales, todo aquello que era su medio de existencia y la motivación para levantarse cada día y empezar con empeño las tareas pendientes. Todo negro, calcinado, humeante a su alrededor, con la cara abrasada, tiznada, los ojos encendidos por el humo, la respiración jadeante y la garganta abrasada por el calor insoportable de las llamas, acudían a los centros de atención médica para que les aliviaran momentáneamente pidiendo volver a los focos del fuego para colaborar en su extinción y seguir luchando sin descanso para que la destrucción no les cercene más la vida de sufrimiento que les espera para cuando los incendios se extingan con el esfuerzo de tantos y tantos: vecinos, bomberos, agentes forestales, militares de la UME, militares del grupo 43 del Ejército del Aire, guardias civiles y policías, voluntarios sociales y todos aquellos que están arrimando el hombro con riesgo para su vida.

La descripción del horror puede ser interminable, las imágenes que los fotógrafos profesionales y aficionados han vertido a través de los medios de comunicación deben ser un revulsivo para las conciencias de los que tienen la responsabilidad de trabajar en la prevención de estos desastres. Me parece bien que ahora, en estos momentos de destrucción, se acerquen a los lugares de los hechos, que estén cercanos a la gente, ofreciéndoles apoyo y explicándoles directamente, cara a cara lo que se está haciendo y lo que se va a hacer, con la mayor inmediatez, para aliviar su vida y sus pérdidas. Pero cerca, al lado, no de lejos en una visita fugaz a una sala de pantallas y sin oír las quejas desesperadas de la gente, sin ver sus llantos directamente, sin dar el abrazo físico, cercado y entrañable; eso es lo que habría que hacer, y actuar con valor afrontando la mirada que reclama cara a cara, que nos recrimina lo que hemos hecho mal y nos pide ayuda y reparaciones para su existencia.

Esa es la enfermedad, la ceguera de muchos políticos que tenemos en España actualmente. Y también la ceguera de muchos votantes, que impasibles y acomodaticios, no quieren ver la realidad de las cosas, enfundados en sus corazas ideológicas, sectarias e insolidarias, que la cobardía y el miedo a decir la verdad les ha ido conformando. Es triste tener que lamentar que las cosas no se han hecho bien, que se ha querido mentir y reescribir con falsedades nuestra historia pasada y reciente con un evidente criterio partidista con la finalidad de que la gente ignore las experiencias reales de nuestra existencia para acabar diseñando una generación perdida a través de un evidente proyecto de manipulación social. ¿ qué otras desgracias colectivas tienen que ocurrir para que los españoles abramos los ojos y despertemos? Desde estas líneas quiero animar a que recuperemos la valentía y no nos dejemos manipular con falsedades y mentiras, con el engaño de que todo es relativo y que no podemos decir ¡nó! Ante el atropello de nuestra dignidad como personas. Somo los dueños de nuestro cerebro y de nuestras emociones. Y exigir que los servidores públicos, que hemos elegido con nuestros votos, sean auténticos servidores del bien común de todos los españoles.

Luis Javier Montoto de Simón es médico y escritor

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