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ito lópez-alonso

Un valiente y gallardo español

Renunció durante toda su larga y prolífica vida a las comodidades del silencio, poniendo durante docenas de años en serio riesgo su vida y la de su extraordinaria familia, quienes jamás dudaron en apoyarle incondicional, generosa y valientemente como hicieron

Hace poco más de un cuarto de siglo, llamé yo a Alfonso a su casa de Madrid y, sin conocerle de nada , ni que tuviera él noticia de mi existencia, le propuse que accediera a dar una conferencia en la Real Sociedad de Tenis de la Magdalena, en cuya directiva estaba yo entonces implicado. Alfonso, no solo accedió amablemente a mi petición, sino que puso como condición no negociable el hacerlo desde la gratuidad absoluta. Así se hizo. En la presentación de la charla dije yo, poco más o menos, lo que ahora reafirmo y participo a todo aquel que, por razones ajenas o voluntarias, no ha sido o querido ser conocedor de su, sin duda, mayor mérito.

Alfonso es, me niego a usar el pretérito, el columnista más valiente y generoso en su gallardía que ha dado España, para con la denuncia del terror, los crímenes, el éxodo forzado por el chantaje y la cruel y asesina violencia de los patéticos y míseros canallas que tantísimo dolor, horror y tristeza generaron en España entera durante más de cuarenta años. Ahí, en esa generosisíma valentía de renunciar sin descanso y con firmeza a tanta barbarie y cobardía, es donde, en mi opinión, fue más meritorio y admirable. Otros lo hicieron, tampoco muchos, pero ninguno con su perseverancia y su tesón.

Renunció durante toda su larga y prolífica vida a las comodidades del silencio, poniendo durante docenas de años en serio riesgo su vida y la de su extraordinaria familia, quienes jamás dudaron en apoyarle incondicional, generosa y valientemente como hicieron. Jamás se doblegaron ante los cobardes. Alfonso llevó hasta su final, con entereza y durante toda su vida literaria en prosa, oratoria y verso, la famosa sentencia de su siempre admirado Quevedo, de quien decía ser «un humilde discípulo»:

No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca, ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.

Tuve la fortuna de pasar con él algunos ratos en los últimos años (ojalá hubiese podido estar más veces) y mucho me riñó por alabar su valentía públicamente, cosa que yo hacía y seguiré haciendo, a pesar de sus riñas, a la menor oportunidad. Se confundieron quienes le envidiaron y ofendieron con mentiras, se confundió un clero malo, se confundió Sabina y se confundieron muchos más. La envidia, ya se sabe, es un homenaje que la inferioridad rinde al mérito, razón por la cual algunos medios, políticos, periodistas y otras variopintas faunas, silencian el justo reconocimiento al genial escritor, valiente y generoso español y mejor persona que ahora ha decidido descansar, que no marcharse, pues su obra y su ejemplo se lo impiden rotunda e inevitablemente.

Español, gaditano y madrileño, español vasco y montañés, español de España entera a la que quiso con todo su corazón. Y con su obra. Larga vida a Alfonso Ussía Muñoz-Seca, cuyo legado de elegancia, excelencia y valentía en su noble e incansable pluma, hará que jamás pueda dejar de estar entre nosotros. Que el Cristo de la Buena Muerte te bendiga. Te espera ya, por fin, la misma paz que tanto defendiste.

¡Viva Alfonso Ussía! ¡Viva España!

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