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05 de mayo de 2024

Julio Martínez Martínez

Un año de Fratelli tutti

Actualizada 11:39

Propongo que celebremos el primer aniversario de Fratelli tutti, la encíclica del papa Francisco sobre la fraternidad y la amistad social, poniendo la mirada sobre dos actitudes de vida: el «cuidado» y el «encuentro». Ambas se hallan entre las categorías centrales de la encíclica y también entre las grandes llamadas que lanza el fenómeno totalizante de la pandemia. Un Papa siempre conectado a la realidad y a la vida del pueblo nos sitúa delante del icono evangélico del Buen Samaritano, corazón mismo del universalismo concreto de Jesús. En pocos lugares como en esta parábola de la misericordia se puede reconocer tan diáfanamente la realidad de ambas acciones para el respeto y la promoción de la dignidad humana. Cuando uno mira con verdad ese icono evangélico, él nos devuelve su mirada sanadora, curando nuestras heridas de la vida, del amor y de la muerte.
Sentir intensamente la vulnerabilidad propia y del mundo le adentra a uno en la necesidad de ser cuidado y en el deseo de cuidar. Cuidar de modo integral y hacerlo libre/responsablemente lleva a valorar los encuentros interpersonales de calidad; el encuentro entre disciplinas, culturas y perspectivas diversas para afrontar adecuadamente la realidad sufriente y caminar hacia el desarrollo sostenible; y la cultura del encuentro a muchos niveles de la vida social.

Una de las cosas que propone Francisco es un «pacto cultural» a favor de un acuerdo de respeto, tolerancia y diálogo entre los diferentesJulio Martínez Martínez

Frente al descarte y la indiferencia individualista del «sálvense quien pueda» y «cada cual a lo suyo», la cultura del encuentro da relieve al diálogo, la convivencia y la gratuidad en las relaciones; apoya un sentido de trabajo que dignifica la vida, y unos valores que permiten pasar del «bien estar» individualista al «buen ser» personal y comunitario. Una de las cosas que propone Francisco es un «pacto cultural» a favor de un acuerdo de respeto, tolerancia y diálogo entre los diferentes, que siente las bases de un «pacto político» para la construcción cívica del pueblo entre todos y con todos y en el reconocimiento del otro como otro: con su propio modo de ver la vida, de salir adelante, de opinar, de sentir y de soñar... El poliedro es el símbolo geométrico que mejor representa la cultura del encuentro, pues expresa que las diferencias pueden convivir complementándose, enriqueciéndose e iluminándose; es signo de una sociedad donde de todos se puede aprender algo, donde nadie es inservible, inútil o prescindible. El poliedro representa la unidad respetuosa y atenta a la diversidad.
La cultura del encuentro orienta las conductas entre vecinos, pero contiene también una dimensión universal, de apertura a la dura experiencia de migrantes y refugiados, a quienes queremos acoger, proteger, promover e integrar; de lucha contra los efectos inicuos de la desigualdad creciente, o de búsqueda de caminos efectivos para el diálogo entre religiones. La convicción es que «hoy o nos salvamos todos o no se salva nadie. La pobreza, la decadencia, los sufrimientos de un lugar de la tierra son un silencioso caldo de cultivo de problemas que finalmente afectarán a todo el planeta» (FT, 137).

El sentido de fraternidad alerta ante a los «nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos» (FT, 11)Fratelli tutti, 11

El sentido de fraternidad alerta ante a los «nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos» (FT, 11), al igual que ante los «universalismos autoritarios y abstractos, digitados» tendentes a homogeneizar, dominar y expoliar, arrebatando al mundo «su variado colorido, su belleza y en definitiva su humanidad» (FT, 100). Se explaya sobre la conversación social y la amabilidad, constructoras de amistad social, y también trata del «reencuentro», el perdón o los procesos de curación de heridas, instando a valorar la memoria social y rechazando con contundencia toda forma de guerra.
Francisco advierte sobre el engaño de pensar que las pantallas bastan para estar integrados y de cómo se utiliza la comunicación virtual para exasperar y polarizar (FT, 15). La preocupación se hace extrema frente a los «movimientos digitales de odio y destrucción» (FT, 43), de efectos mortíferos.
Encuentro y cuidado deben impregnar toda la respuesta a la pandemia y los procesos de reconstrucción/recuperación que necesitamos. En ello debe jugar un papel especial la política del bien común, como alta forma de la caridad, ejercida por políticos preocupados por «la fragilidad de los pueblos y de las personas» (FT, 188) y con «grandes objetivos y mirada amplia, realista y pragmática, más allá de su propio país» (FT, 190).
A todos nos toca aplicarnos en el arte de promover la cultura del encuentro desde una ética del cuidado, en nuestros contextos diarios, en los distintos niveles de las relaciones humanas, en los cuidados de la salud, en las conversaciones, en las redes sociales, en la vida cívica, en la formación de los niños y jóvenes, en la hospitalidad hacia los inmigrantes o en los mensajes que ponemos en circulación en la sociedad. «Cada uno de nosotros está llamado a ser un artesano de la paz, uniendo y no dividiendo, extinguiendo el odio y no conservándolo, abriendo las sendas del diálogo y no levantando nuevos muros» (FT, 284).
La pandemia nos ha llevado a adoptar muchas medidas que dificultan el ejercicio del cuidar y la acción de encontrarse. Fratelli tutti pide que no renunciemos a vivir a fondo ambas experiencias: tocan fibras esenciales de la vida y son expresión primorosa del humanismo del Evangelio. 

Sobre Julio Martínez Martínez S.J.

Nacido en 1964 en Vigo, ingresó en la Compañía de Jesús en 1982. Fue ordenado sacerdote el 1 de julio de 1995, hizo la Tercera Probación en Salamanca y pronunció sus últimos votos en la Compañía de Jesús en Madrid en 2004.

Rector de la Universidad Pontificia de Comillas desde 2012 hasta el 2021. 

Doctor en Teología por la Universidad Pontificia Comillas (2000); Licenciado en Ética Teológica por la Weston School of Theology, Cambridge, USA (1996) y Licenciado en Filosofía por la Universidad Pontificia Comillas (1989), ha sido director de la Cátedra de Bioética, del Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones, del Departamento de Teología Moral y Praxis de la Vida Cristiana y Vicerrector de Investigación, Desarrollo e Innovación de la misma universidad.

​Actualmente es profesor ordinario de Teología Moral en la Facultad de Teología y de Filosofía Social y Política en la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia de Comillas.
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