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24 de abril de 2024

Animal de AzoteaJosé María Contreras Espuny

Un balonazo en la boca

Escribió Cabodevilla que nacimos heridos y que por esa herida se nos va la vida, pero parece que la hemorragia crece con el tiempo hasta volverse torrencial. Y si al principio de la vida los días son años, al final, los años serán días

Actualizada 09:58

De pronto he dejado de tener edad para jugar al fútbol. O eso dicen, sobre todo quienes más me quieren. Pero yo, a pesar de que me quiero incluso más que todos ellos, hago oídos sordos y cada miércoles me abrocho los guantes para recibir balonazos durante 60 minutos. Con todo, he de admitir que hay ciertas señales. Raro, por ejemplo, es el partido que no me deja secuelas –la última, 8 puntos de sutura en la mejilla–, pues de un tiempo a esta parte me magullo como fruta madura, signo inequívoco, supongo, de que he alcanzado la madurez. Y aunque bien está ser un hombre maduro y haber dejado atrás las efervescencias de la juventud y sus atolondramientos, mucho mejor está, dónde va a parar, jugar al fútbol.
En cualquier caso, aun reconociendo que ha llegado la hora de luchar contra el colesterol a base de paseítos por las afueras del pueblo, lo jugado ya no me lo pueden quitar, y eso me consuela. Así, en este largo crepúsculo físico, en estas primicias de la mediana edad, con una cerveza en la mano y un amigo enfrente, volveré a jugar cada uno de mis partidos, y Dios sabe que esta vez los jugaré mejor. Y si bien me fastidia que el tiempo vaya despojándome, me conforta pensar que, mientras ande por aquí y con ganas de recordar, no me habrá despojado del todo.
Lo que me preocupa de la madurez y su relación con el tiempo es otra cosa, en concreto su aceleración. Por ejemplo, ayer: me lavaba los dientes frente al espejo, con la cabeza inclinada en busca de indicios de calvicie, cuando me dio la sensación de que había hecho lo mismo hace un momento, solo que ese momento había sucedido 24 horas atrás. ¿Dónde estaban esas 24 horas? En un pestañeo habían pasado 1440 minutos, y cuando quisiera darme cuenta habrían pasado otros tantos y me encontraría de nuevo frente al espejo, lavándome los dichosos dientes.

Es en el tiempo donde uno puede madurar la caridad; es en el tiempo donde uno puede perderse

Esto es lo que me preocupa, que el tiempo, durando lo mismo, pase ahora más rápido. Últimamente, las semanas acaban casi antes de empezar. La distancia entre el domingo y el lunes viene a ser la misma que entre ese lunes y el domingo siguiente. Escribió Cabodevilla que nacimos heridos y que por esa herida se nos va la vida, pero parece que la hemorragia crece con el tiempo hasta volverse torrencial. Y si al principio de la vida los días son años, al final, tiene toda la pinta, los años serán días.
Para consolarme, esta mañana me he levantado y, tras superar la angustia de que el despertar de hoy ha parecido solaparse con el de ayer, he echado mano de La sabiduría del mundo de Rémi Brague. Recordaba haber leído allí un pasaje balsámico en ese sentido, una especie de celebración del tiempo. Di con él en la página 134, donde repasa las discusiones medievales en torno a cuál era la mejor de las criaturas, el hombre o el ángel.
Con aire de paradoja, los pensadores cristianos sostenían que el hombre vale más porque está sujeto a la carne y, sobre todo, al tiempo. Y eso le hace superior porque es en el tiempo donde puede madurar la caridad; es en el tiempo donde uno puede perderse, que está bien, y luego ser rescatado, que es aún mejor. En cambio el ángel, en su tullida excelsitud, permanece ajeno a todos estos dones que, por necesidad, están enhebrados en el tiempo y, como consecuencia, heridos de finitud y muerte. Tal vez por eso escribió Gómez de la Serna que «la eternidad envidia a lo mortal».
Así pues, por más que vaya cuesta abajo y sin frenos y por más que me tenga con pie y medio fuera del fútbol, he de estarle igualmente agradecido al tiempo porque en él se va fraguando la historia de mi salvación. Somos el movimiento de Dios, los renglones torcidos, y tan torcidos, de lo que quiera que esté escribiendo… Y la verdad es que no se entiende del todo, pero supongo que también de eso se trata.
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