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Anunciación. Primera mitad del siglo XVII. Retablo mayor de la iglesia de Nuestra Señora de La Asunción, en Villamelendro de Valdivia (Palencia)

Anunciación. Primera mitad del siglo XVII. Retablo mayor de la iglesia de Nuestra Señora de La Asunción, en Villamelendro de Valdivia (Palencia)

Poesía de Navidad

La alegre 'Cancioncilla del Niño Jesús' de Rafael Morales y otros versos talaveranos

El poeta Rafael Morales posee una técnica impecable que sabe extraer de una forma métrica tan perfecta como es el soneto todas sus posibilidades expresivas

Al gozo de Nuestra Señora al saberse
Madre de Dios

Igual que la caricia, como el leve
temblor del vientecillo en la enramada,
como el brotar de un agua sosegada
o el fundirse pausado de la nieve,

debió ser, de tan dulce, tu sonrisa,
oh, Virgen Santa, Pura, Inmaculada,
al sentir en tu entraña la llegada
del Niño Dios como una tibia brisa.

Debió ser tu sonrisa tan gozosa,
tan tierna y tan feliz como es el ala
en el aire del alba perezosa,

igual que el río que hacia el mar resbala,
como el breve misterio de la rosa
que, con su aroma, toda el alma exhala.

El poeta talaverano Rafael Morales (1919-2005) posee una técnica impecable que sabe extraer de una forma métrica tan perfecta como es el soneto todas sus posibilidades expresivas; y así lo demuestra en el soneto titulado Al gozo de Nuestra Señora al saberse Madre de Dios.

En el marco de un soneto con ligeras variaciones respecto del molde clásico (dos cuartetos con rima ABBA / CBBC) y dos tercetos con rima CDC /DCD), Morales evoca cómo debió de ser la sonrisa de la Virgen María al saberse Madre del Niño Dios; evocación en la que emplea una finísima adjetivación rica en matices sinestésicos «–eve / temblor» (vs. 1-2), «agua sosegada» (v. 3), «el fundirse pausado» (v. 4), «tibia brisa» (v. 8), «alba perezosa» (v. 11), «breve misterio de la rosa» (v. 13)– y unas delicadísimas comparaciones de insuperable belleza, ambientadas en una armónica naturaleza hermoseada al límite, para describir esa sonrisa «tan dulce» (v. 5), «tan gozosa, / tan tierna y tan feliz» (vs. 9-10).

Tal vez el cambio de rima en el segundo cuarteto con respecto al primero venga motivado por la escasez de sustantivos y, en especial, de adjetivos calificativos terminados en –eve (el poeta emplea para la rima consonante los vocablos leve/nieve y, en el verso 11, el adjetivo breve, sobre el que recae un acento extrarrítmico, al ser melódico el endecasílabo que conforma dicho verso). En cualquier caso, Morales domina el plano fónico de la lengua; y baste para comprobarlo la aliteración de la l en los versos 10 y 11, que difunde una grata suavidad para establecer la comparación entre la sonrisa de la Virgen y «el ala / en el aire del alba perezosa».

«Desear contemplar la sonrisa de la Virgen –dice Benedicto XVI– no es dejarse llevar por una imaginación descontrolada. La Escritura misma nos la desvela en los labios de María cuando entona el Magnificat: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador (Lc 1,46-47). Cuando la Virgen María da gracias a Dios nos convierte en testigos. María, anticipadamente, comparte con nosotros, sus futuros hijos, la alegría que vive su corazón, para que se convierta también en la nuestra», Benedicto XVI, Homilía del 15 de septiembre de 2008.

Cancioncilla del Niño Jesús

Qué feliz la paja es
bajo la luz de la luna,
porque a Dios sirve de cuna
es ya más gloria que mies.

Cantad, pastores, cantad
que es noche de Navidad.

A Dios arrulla y sostiene
la paja tierna y delgada.
La paja que a Dios contiene
es ya más cielo que nada.

Cantad, pastores, cantad,
que es noche de Navidad.

Esta alegre Cancioncilla del Niño Jesús pone el foco de atención en la paja sobre la que está recostado el Niño-Dios, que se convierte, así en el eje vertebrador del breve poema. Rara vez, en la poesía navideña, y de entre los elementos tradicionales del «nacimiento», la paja se convierte en un referente poético de alto valor simbólico: gozosa, por la función que cumple (verso 3: «sirve de cuna»); la luz de la luna le otorga un brillo especial (versos 1-2); y adquiere un tono celestial, más allá de la simple mies desprovista de rastrojos (verso 4), precisamente porque en ella descansa el Dios recién nacido.

Esta primera estrofa es una redondilla octosilábica, con rimas consonantes (agudas las de los versos 1 y 4: «es/mies»; y llanas las de los versos 2 y 3: «luna/cuna»), lo que aporta gratos efectos musicales, a los que contribuye la leve aliteración del fonema /l/ en el verso 2: «bajo la luz de la luna», y quizá la aliteración del fonema /m/ en el verso 4, con su aporte nasal: «es ya más gloria que mies”. Por lo demás, esta estrofa es un claro ejemplo de empleo de palabras breves: de las 23 palabras que figuran en ella, 15 son monosílabas, de las cuales son agudas »qué/es –usada dos veces–/luz/Dios/ya/más/mies”-, mientras que las 8 restantes son bisílabas («feliz/paja/bajo/luna/ porque/sirve/cuna/gloria»), por lo que atendiendo a su «volumen» -palabras breves todas ellas-, y más allá de su relevancia conceptual, le confieren al ritmo del texto una cierta rapidez o ligereza, por cuanto que lo aceleran.

La segunda estrofa es una cuarteta en versos octosílabos con rimas consonantes cruzadas en palabras llanas (versos 7 y 9: «sostiene/contiene»; versos 8 y 10: «delgada/nada»). El hipérbaton de los versos 7 y 8 (este sería el orden lógico de la colocación de los elementos oracionales: «La paja tierna y delgada / arrulla y sostiene a Dios») se justifica por el ritmo de los octosílabos y por los efectos de timbre que exige la rima. Y si en la estrofa anterior la paja era «feliz» (verso1) –por la finalidad a la que está destinada-, ahora el poeta, siguiendo con su proceso de humanización, la califica con una pareja de adjetivos: «tierna y delgada» (versos 7 y 8), de insospechados matices connotativos–, porque «arrulla y sostiene» (verso 7) y «contiene» (verso 9) a «Dios» (vocablo repetido en los versos 7 y 9, convertido ahora en epicentro significativo). Quizá a ello coadyuve, además, la aliteración del fonema vocálico /a/, de clara perceptibilidad acústica, en el verso 8 («la paja tierna y delgada»).

Por otra parte, los versos 7 y 8 presentan una estructura bimembre, ya por la repetición de la forma verbal en presente de indicativo (verso 7: «arrulla y sostiene»), ya por la calificación de la palabra «paja» con dos adjetivos («tierna y delgada»). Y en cuanto al «volumen» –longitud de las palabras para producir ciertos efectos en el ritmo–, esta estrofa tiene algo más de lentitud rítmica, apenas perceptible, pese a una mayor presencia del verbo, ya que de las 22 palabras de que consta, 4 son trisílabas («arrulla/sostiene/delgada/contiene»), otras 4 bisílabas («paja -repetida-/tierra/cielo»), y las demás –doce en total– son monosílabas, la más significativa de las cuales es «Dios» que, como ya hemos apuntado, se repite, centrando una mayor atención. Y muy en la línea de la poesía popular de carácter más tradicional, el verso final de esta segunda estrofa –el 10– presenta la misma estructura sintáctica que el verso final de la primera estrofa –el 4–, en una clara construcción paralelística que reitera en su principio tres palabras agudas consecutivas, lo que tiene una gran trascendencia rítmica («es ya más»), sirve, en ambos casos, para dar entrada al estribillo:

«es (A1) ya (B1) más (C1) gloria (D1) que (E1) mies (F1)» –verso 4–;

«es (A2) ya (B2) más (C2) cielo (D2) que (E2) nada (F2)» verso 10-.

Y ese estribillo flanquea ambas estrofas, al repetirse como versos 5-6 y 22-12: «Cantad, pastores, cantad, / que es noche de Navidad», dos octosílabos con rima consonante aguda en -ad («cantad/Navidad»), la cual confiere una mayor musicalidad a un estribillo destinado a ser cantado a coro. La insistente exhortación a que los pastores canten por ser la noche de Navidad implica la forma de imperativo presente en plural, con clara intencionalidad conativa, pues: «cantad», una intencionalidad que se ve reforzada por el hecho de que una voz en off los interpela en vocativo («pastores»), al objeto de que sientan en su interior el deseo imperioso de cantar, celebrando así la llegada de la Navidad. La reiteración (o epanalepsis) de la forma verbal «cantad» al principio y al final del mismo verso –el 5 y el 11– genera la relevancia poética perseguida por el autor, que apenas ha necesitado el empleo de recursos retóricos para componer una cancioncilla llena de espiritualidad y encanto navideño.

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