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El astrolabioBieito Rubido

La hecatombe del PSOE

También los ciudadanos, los votantes, tenemos nuestra cuota de responsabilidad en este desaguisado. Reflexionemos sobre nuestro voto, sobre el pasado y el futuro

Como ya tengo confianza con usted, amigo lector (son unos cuantos años manteniendo este diálogo), recordará que le dije que, en tiempo de Adviento, uno prefiere la esperanza al desasosiego. Por eso evitaba las cuestiones políticas. En primer lugar, para no escribir más de Pedro Sánchez, nombre y apellido que aflora en mis artículos sin que yo quiera. Y en segundo lugar, porque la realidad que nos circunda en materia política es tan vulgar y cutre que prefería abordar otras cuestiones. Insisto en que no abdico de mis obligaciones, faltaría más, pero mi capacidad para el escándalo tiende a cero en estos tiempos donde cada día surge un nuevo sobresalto. Nunca creímos que, bajo la dirección de Sánchez, el PSOE podría deteriorarse más. Pues así está siendo.

Este artículo debería titularse 'El Me Too del PSOE'. Recuerden aquel movimiento que surgió en los Estados Unidos en 2006, pero que adquirió relevancia y enorme repercusión social en 2017, tras las denuncias de acoso sexual contra el productor de cine Harvey Weinstein. Pues bien, el PSOE, esa fuerza política de supuesta orientación progresista –hace falta tener cara para utilizar semejante expresión–, presumió durante años de superioridad moral diciendo de sí mismos que eran mejores porque defendían lo que era justo. Pues ya tiene el ciudadano sobre el tapete de la actualidad lo que defiende el actual PSOE: un fiscal general condenado por ir contra un ciudadano particular, un hermano del presidente procesado por nepotismo e irregularidades fiscales, una esposa del mismo presidente cinco veces imputada, dos manos derechas del máximo dirigente socialista uno en la cárcel y otro a la espera de volver a ella, una fontanera del partido detenida ayer junto con un ex alto cargo… y así podemos ir desgranando más casos, desmenuzándolos, ya que detrás de ellos hay todavía más corrupción que no ha aflorado.

Sumen a todo lo dicho la cadena de escándalos de acoso sexual que comienza con un tal Paco Salazar y continúa con el muy significado sanchista lucense José Tomé, que presidía la Diputación de Lugo; o con el concejal de Torremolinos, Antonio Navarro. Todos estos casos, junto con los que tapaba Yolanda Díaz, vienen a desmontar el discurso feminista de la izquierda española. Por favor, dejen de dar lecciones: no se sostienen. La evidencia es irrefutable. Huele a podrido.

Y en medio de esta catarata de escándalos, uno tras otro, soportamos un Gobierno que lleva tres años sin aprobar unos Presupuestos y que se sostiene, tras perder las elecciones, sobre un perverso pacto con unos partidos minoritarios que están conjurados contra el proyecto democrático de la mayoría de los españoles. Andoni Ortuzar y su canonjía de Telefónica es el último de los ejemplos, aunque bastante más inocuo que lo acordado bajo la mesa.

Añadan a todo lo anterior la sombra de Zapatero, y su alianza con la narcodictadura venezolana y los acuerdos secretos con Marruecos, y les saldrá el peor de los potajes. Algo difícil de digerir y que no se sostendría en ninguna democracia de nuestro entorno. No solo hay un Me Too en el PSOE, lo que se registra es una hecatombe. Nuestra impotencia, sin embargo, es palmaria, tal vez porque nos falta una figura como en Italia o Portugal, cuyos presidentes de la República pueden, en casos tan excepcionales como los que vivimos estos días, disolver las cámaras y convocar elecciones. Los padres de la Constitución no quisieron darle ese poder a nuestro Rey. No tengo claro si hicieron bien o mal. La Corona modera la vida política, pero puede hacer muy poco más. Nada que reprocharle a Don Felipe, bastante aguanta.

También los ciudadanos, los votantes, tenemos nuestra cuota de responsabilidad en este desaguisado. Reflexionemos sobre nuestro voto, sobre el pasado y el futuro. Pero es verdad que nunca creímos que podría pasar por la política española, cuál caballo de Atila, un personaje como Sánchez.

¿Entienden ahora mi inclinación a buscar un aire de esperanza en este tiempo de Adviento? Difícil, ¿verdad?

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