«Pero, ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!»
No, Jesús no tiene manía a los ricos, pero les advierte del peligro que supone poner toda su confianza en los bienes materiales y olvidar los bienes etenos
Es propio de la madurez reconocer que nuestras decisiones tienen consecuencias y asumirlas como tales. Nuestra vida es un conjunto de elecciones ante los retos que diariamente se presentan en la familia, en el trabajo o en cualquier ámbito en el que nos encontramos, tratando de priorizar lo importante frente a lo urgente.
Pero hemos de ser conscientes de que hay decisiones que, al fin y al cabo, son resoluciones temporales, mientras que otras decisiones tienen unas consecuencias que nos marcan para la eternidad; por eso, Jesucristo, después de anunciar las bienaventuranzas, advierte del peligro que corren aquellos que han dado más importancia a lo material que a lo espiritual, pues hay cosas que terminan en el tiempo y otras que continúan después del tiempo.
Leyendo el evangelio de este domingo, podría parecer que Nuestro Señor tiene manía a los ricos, a los que ríen, o a todos aquellos que sacian sus necesidades más perentorias. Pero sabemos que no es así, porque nuestro Dios goza con el bienestar de sus hijos, a la vez que les advierte que lo más importante de la vida no es pasarlo bien o cumplir todos sus objetivos, pues la felicidad del hombre va mucho más allá de la ausencia de dolor o del cumplimiento pleno de todos los objetivos que pueda proponerse cada ser humano.
Frente a una sociedad consumista en la que constantemente se nos propone una felicidad que depende exclusivamente de las cosas que compramos, que consumimos o disfrutamos, Jesús de Nazaret recuerda a todos que es la vida eterna nuestro único destino y solo lo que ayude a llegar a ella tiene valor, mientras que debemos apartar todo lo que nos separa o aturde del camino al Cielo.
¿De qué nos sirve tener de todo si nos falta lo más importante? ¿Para qué nos afanamos cada día buscando disfrutar lo máximo en el plano emocional si luego nuestra alma está vacía?
Hemos de ser conscientes que nuestras elecciones más importantes –vivir en comunión con Dios, proteger y cuidar nuestras familias, participar en el destino de los hombres con un sentido solidario– siempre deben estar por delante de otras cosas que producen un placer inmediato pero al fin y al cabo no terminan de saciar la sed más profunda que tenemos de paz, cariño sincero y eternidad.
No, Jesús no tiene manía a los ricos, pero les advierte del peligro que supone poner toda su confianza en los bienes materiales y olvidar los bienes eternos.