Paz, homosexuales, sacerdotisas, sínodo... qué ha dicho León XIV sobre los temas más polémicos
El estilo del cardenal Robert Prevost ha sido diáfano a lo largo de todo su ministerio episcopal: defensa de la verdad, desde la caridad. Por eso, no ha eludido poner la luz de la doctrina, sin desviarse de ella, en los temas más polémicos y necesitados de matices
Un momento de la primera homilía de Papa León XIV
El Papa León XIV no es un recién llegado. Su larga trayectoria pastoral ha dejado un buen número de homilías, cartas y entrevistas que nos ayudan a comprender su mensaje y vislumbrar cómo será el pontificado que ahora arranca.
Paz sin buenismo y puentes tendidos
León XIV encara el timón de la Iglesia en un momento geopolítico especialmente complejo. Hoy el mundo está sumido en múltiples conflictos armados de enorme gravedad, que dibujan un panorama prebélico a gran escala.
Lejos de un buenismo inconsciente, los llamamientos del nuevo Papa para la paz («desarmada y desarmante») nacen de su profunda conciencia crisitiana.
La vida personal del Robert Francis Prevost representa bien esa característica que ha resaltado desde sus primeras palabras. Un hombre que busca la unidad en Cristo para así sembrar la paz. Por eso es un católico nacido entre protestantes, un extranjero en tierra de misión, un prefecto muy pegado al pueblo.
En sus palabras nada más ser anunciado Papa desde la Logia Vaticana, hizo hincapié en la importancia de la paz: «¡La paz sea con todos vosotros! Queridísimos hermanos y hermanas: Este es el primer saludo de Cristo Resucitado, el buen pastor que dio la vida por el rebaño de Dios. También yo quisiera que este saludo de paz entre en vuestro corazón, alcance a vuestras familias, a todas las personas, allí donde estén, a todos los pueblos, a toda la tierra. ¡La paz sea con vosotros!»
Y continuaba: «Ayudaos también vosotros, los unos a los otros, a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz».
Cristo es la unidad de una Iglesia diversa
La herida de la división eclesial es uno de los grandes retos que hereda el Papa León XIV. Y no sólo entre las distintas sensibilidades que puedan darse en la curia o en el colegio cardenalicio: también a pie de calle, en las pequeñas comunidades, la desafección de una parte de la Iglesia hacia Roma, o incluso en el seno de las propias diócesis, es lacerante. Algunos cardenales hablan sin tapujos del peligro de cisma en los próximos años.
Ser hijo de la Orden de San Agustín, la misma a la que pertenecía Lutero, puede ser un guiño de la Providencia para cerrar la división. Algo así como utilizar una vacuna con anticuerpos nacidos en la misma cepa que introdujo el primer veneno.
Le preocupa especialmente ver una Iglesia dividida: «La falta de unidad es una herida que sufre la Iglesia, una herida muy dolorosa. Las divisiones y las polémicas en la Iglesia no ayudan nada. Especialmente nosotros, los obispos, debemos acelerar este movimiento hacia la unidad, hacia la comunión en la Iglesia. Esto no significa que sea la Iglesia local la que tenga que elegir a su pastor, como si ser llamado a ser obispo fuera el resultado de una votación democrática, de un proceso casi político. Hace falta una visión mucho más amplia, y las nunciaturas apostólicas ayudan mucho en esto. Creo que poco a poco habría abrirse más, escuchar un poco más a las religiosas, a los laicos y a las laicas», explicaban en una entrevista en Vatican News en 2023.
Sacerdocio femenino
El hasta ahora cardenal Prevost no ha declinado pronunciarse sobre las cuestiones que preocupan a la Iglesia. Respecto al sacerdocio femenino, ha reiterado la doctrina de la Iglesia y planteaba, además, que «eso no serviría para solucionar los problemas de la mujer».
Pero al mismo tiempo, se ha mostrado partidario de incluir la voz de las mujeres en el diálogo de la Iglesia: «En diversas ocasiones hemos visto que su punto de vista es un enriquecimiento. Dos son religiosas y una es laica, y su perspectiva muchas veces coincide perfectamente con lo que dicen los demás miembros del dicasterio, mientras que otras veces su opinión introduce otra perspectiva y se convierte en una aportación importante en el proceso», explicó en una entrevista concedida poco después de ser nombrado prefecto.
Contrario a «géneros que no existen»
Ha defendido la acogida de las personas homosexuales en la Iglesia, pero ha criticado en reiteradas ocasiones la imposición de la ideología de género: «El tema de promover la ideología de género es ya una confusión porque busca crear géneros que no existen, pues Dios ha creado a hombre y mujer, y al intentar confundir las ideas de la naturaleza solo se hará daños a las familias y personas»
Matrimonio entre varón y mujer
Además, ha reiterado la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia: «Estamos convencidos de la importancia de promover la familia como elemento constitutivo de la sociedad y no destruir la familia como tradicionalmente se ha considerado, un varón y una mujer que se aman y están comprometidos. Está muy claro en la doctrina social de la Iglesia». Y, lejos de dejarse arrinconar por complejos o estereotipos, ha manifestado que la doctrina de la Iglesia en torno a la homosexualidad no es discriminatoria, sino un acto de caridad: «No somos intolerantes, siempre promovemos la dignidad de cada persona y lo seguiremos haciendo».
Abusos sexuales y encubrimiento
Tampoco ha eludido atajar el problema de los abusos sexuales. Él mismo se ha implicado en resolver varios casos en Perú, exponiéndose a ser acusado de malas praxis a pesar de haber agotado todas las vías judiciales y canónicas en el auxilio a las víctimas.
El hasta ahora cardenal Prevost se ha mostrado tajante sobre la necesidad de escucha y de justicia: «Nosotros rechazamos el encubrimiento y el secreto, eso hace mucho daño, pues tenemos que ayudar a las personas que han sufrido por el mal actuar. Muchas veces era ‘cállate y no hables’, eso no se puede pedir».
Y de hecho, ha animado a levantar alfombras para restaurar la justicia de las víctimas: «De parte de la Iglesia queremos decirle a la gente que si hubo alguna ofensa, si sufrió o es víctima del mal actuar de un sacerdote que venga y lo denuncie, para actuar por el bien de la Iglesia, de la persona y la comunidad».
Una Iglesia sinodal pero unida
El Papa Francisco deja abierto el sínodo de la sinodalidad que retoma León XIV, partidario de escuchar voces sin caer por ello en la tentación de perder la auténtica doctrina o traicionar el magisterio. La sinodalidad parece sonar, en sus palabras, a «corresponsabilidad» y a «cooperación» como miembros del «Cuerpo Místico de la Iglesia», como dijo en su primera homilía ante los cardenales.
Para el cardenal Prevost, la falta de unidad es una herida de la Iglesia: «Las tres palabras que estamos utilizando en los trabajos del Sínodo —participación, comunión y misión— dan la respuesta. El obispo está llamado a este carisma, a vivir el espíritu de comunión, a promover la unidad en la Iglesia, la unidad con el Papa. Esto significa también ser católico, porque sin Pedro, ¿dónde está la Iglesia? Jesús rezó por esto en la Última Cena: Que todos sean uno y es esta unidad la que queremos ver en la Iglesia».
Y no niega el intento por convertir a la Iglesia en una institución mundana, de estilo político o sindical, a través del Sínodo: «Hoy, la sociedad y la cultura nos alejan de aquella visión de Jesús, y esto hace mucho daño. La falta de unidad es una herida que sufre la Iglesia, una herida muy dolorosa. Las divisiones y las polémicas en la Iglesia no ayudan nada. Especialmente nosotros, los obispos, debemos acelerar este movimiento hacia la unidad, hacia la comunión en la Iglesia».
Confía en que el proceso sinodal funcionará siempre que de verdad se viva en oración: «Creo verdaderamente que el Espíritu Santo está muy presente en la Iglesia en este momento y nos está empujando hacia una renovación y, por tanto, estamos llamados a la gran responsabilidad de vivir lo que yo llamo una nueva actitud. No es sólo un proceso, no es sólo cambiar algunas formas de hacer las cosas, quizá organizar más reuniones antes de tomar una decisión. Es mucho más. Pero es también lo que quizás causa ciertas dificultades, porque en el fondo debemos ser capaces de escuchar ante todo al Espíritu Santo, lo que está pidiendo a la Iglesia».
Abusos litúrgicos
En su primera misa, ante los cardenales, ha mostrado un gusto por el cuidado de la liturgia más que evidente. Incluso con un uso más que fluido del latín. En un momento de casi «guerra litúrgica», después de que se haya limitado la misa del vetus ordo mientras no se ponen freno a los abusos litúrgicos, León XIV, como obispo, ha sido rotundo al explicar por qué no debemos caer en el espectáculo y perder la esencia de la liturgia, por una mala comprensión del Concilio Vaticano II: «La Iglesia ha reconocido, tras la experiencia de los últimos 50 años, que no deberíamos intentar crear espectáculo, por así decirlo, teatro, solo para que la gente se interese en algo que, en definitiva, es muy superficial, sin profundidad, sin sentido en sus vidas».
Y ha insistido: «La liturgia, la fe, debería ser, de alguna manera, entrar en contacto con ese misterio, por así decirlo, el misterio de Dios que es amor, Dios que habita en nosotros, Dios que está realmente presente en la humanidad y que se ha revelado a través de Jesucristo».
Con un matiz: para el entonces cardenal Robert Prevost, el cuidado de la liturgia es un modo de cuidar a los fieles e incluso de respetar su derecho (él mismo es doctor en Derecho Canónico) a recibir los sacramentos como estipula la Iglesia, no a partir de la originalidad del celebrante: «La manera de descubrir a Dios no es realmente a través del espectáculo. Y creo que muchas veces la gente ha sido, quizás yo, engañada. Han buscado a Dios de maneras que, al final, han demostrado ser desviadas y no esenciales para descubrir el misterio, por así decirlo, la verdad sobre quién es Dios y qué implica vivir una vida de fe».