
¿Qué simboliza el león en la Biblia, el animal que el Papa lleva por nombre?
¿Qué simboliza el león en la Biblia, el animal que el Papa lleva por nombre?
Aunque el Pontífice ha aclarado que toma el nombre del gran Papa de la Doctrina Social, la figura del león tiene un potente simbolismo tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento
Aunque el hasta ahora cardenal Prevost ya ha aclarado que se inspiró, para tomar su nombre pontifical, en el Papa autor de la Rerum Novarum, el nombre de «león» tiene también un profundo simbolismo bíblico.
Aunque la Escritura no es un mero diccionario de alegorías ni una recopilación de mitos, dentro de los géneros en que están escritos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento es posible encontrar un rico lenguaje simbólico que transmite un mensaje más profundo que el evidente.
Así, el león, como el ciervo o la paloma, es uno de los animales más citados en la Sagrada Escritura. Y evoca imágenes de majestad, fuerza, vigilancia... aunque también de todo lo contrario.
El rugido que anuncia al Mesías
Desde el Antiguo Testamento, el león aparece como imagen de la autoridad, del valor en el conflicto y de la vigilancia divina. El primer gran eco de su figura la encontramos en el capítulo 49 del libro del Génesis, cuando el patriarca Jacob, al bendecir a sus hijos, proclama sobre Judá:
«Judá es un león agazapado, (...); se agacha y se tumba como león o como leona, ¿Quién se atreve a desafiarlo? No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga Aquel a quien está reservado» .
La tradición judeocristiana ha visto en este pasaje una prefiguración profética del Mesías. Por eso, siglos más tarde, en el Apocalipsis, Cristo es presentado como el «León de la tribu de Judá» (Ap. 5, 5), el único digno de abrir el libro sellado con siete sellos, de desentrañar los misterios de Dios y darlos a conocer.
El león, por tanto, no sólo representa autoridad humana: es el emblema del poder y de la justicia divinas, el signo que abandera la irrupción de Dios en la vida de los hombres. Es la voz de Dios que ruge anunciando la victoria de Cristo sobre el pecado, porque «el mal no prevalecerá», como dijo León XIV en su primera intervención ante el mundo.
Imagen de evangelista y de la vigilancia
La figura del león también está vinculada a uno de los evangelistas. San Marcos es representado con un león, o con un león alado. ¿Por qué? Porque su Evangelio comienza con la voz de Juan el Bautista clamando en el desierto, como un rugido que despierta a los dormidos. Según san Jerónimo, el gran traductor de la Biblia, el león encarna el espíritu profético, el que vigila, denuncia, y anuncia el Reino de Dios.
En los monasterios medievales, de hecho, se enseñaba que el león duerme con los ojos abiertos. Así también Cristo, el «León de Judá», vela por su Iglesia incluso cuando parece ausente. Este simbolismo ha calado en la liturgia, en el arte sacro... y en la iconografía pontificia.
Los «leones» malos de la Biblia
Pero también en la Escritura se usa la imagen del león y de sus atributos para referirse al mal: en los salmos se clama en numerosas ocasiones a Dios para que libre a Israel de sus enemigos, que le cercan «como leones». También en el Cantar de los Cantares.
Y en el Apocalipsis, la bestia tiene fauces de león, y cabeza de león tienen los caballos de los jinetes del exterminio. E incluso san Pedro, primer Papa, en su primera carta, afirma en una frase que se sigue recitando en la Liturgia de las Horas: «Sed sobrios, estad alerta, que vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente ronda buscando a quién devorar».
Esta ambivalencia, sin embargo, refuerza su fuerza simbólica: el león puede devorar o salvar, puede juzgar o proteger. No es como el zorro, el chacal o la serpiente, malos sutiles, envilecidos y arteros. Por eso, la Iglesia siempre ha entendido que el poder debe ejercerse con la mansedumbre del Cordero, pero también con la firmeza del León, que pastan juntos en el Reino de los Cielos.
Símbolo de la protección
El Papa, sucesor de Pedro, es llamado a custodiar la fe, proteger a las ovejas y confrontar al lobo. Llamarse «León» es, por tanto, una declaración de intenciones. Este nombre remite no sólo a la tradición de otros Papas –como san León Magno, quien se enfrentó a Atila y a las herejías–, sino al coraje espiritual necesario para defender la verdad en tiempos de confusión.
En un momento de gran agitación espiritual y social, el león evoca la misión de una Iglesia vigilante, firme y con autoridad, que no teme rugir con la voz del Evangelio. No para imponerse por la fuerza, sino para despertar a los dormidos, anunciar con fuerza la Verdad y proteger a los pequeños. El timón de la barca de la Iglesia lo empuña hoy un hombre que, como dice el libro de los Proverbios, por haberse fiado de Cristo lleva el nombre de «león, la más fuerte de las fieras, que no retrocede ante nada».