
Camille Costa de Beauregard
Camille Costa de Beauregard, el primer beato de la era de León XIV
El primer elevado a los altares del nuevo pontificado, que perdió temporalmente la fe, combinó la caridad con medidas efectivas para mejorar la condición de los obreros
Hoy será beatificado en una ceremonia en la catedral de Chambéry -capital de la Saboya histórica- el sacerdote Camille Costa de Beauregard que, de esta manera, se convierte en la primera persona elevada a los altares de pontificado de León XIV; si bien el preceptivo decreto fue promulgado por Francisco el pasado año. En todo caso, es la culminación de un largo proceso, no tanto por las comprobaciones como por el olvido.
Hubo que esperar a la publicación de un artículo en la prensa local de Saboya en enero de 2021 para rescatar la curación milagrosa, acaecida más de un siglo antes, de René Jacquemond, un niño que sufrió una grave lesión ocular durante una actividad deportiva.
El periódico recordó las circunstancias de esta curación, ocurrida en 1910: mientras la herida del pequeño empeoraba día a día, se curó milagrosamente después de que una hermana enfermera le aplicara sobre la herida un pañuelo que había pertenecido al padre Camille Costa de Beauregard, fallecido poco antes, y recitara una novena con el pequeño.
Amédée Dénarié, el oftalmólogo que examinó al niño, afirmó el 5 de noviembre de 1910 que «la curación se produjo fuera de las leyes naturales y de manera extraordinaria». Encontrado en 2015, el expediente de testimonios relanzó la causa de beatificación del sacerdote saboyano.
La historia
Camille Costa de Beauregard había nacido el 17 de febrero de 1841, precisamente en Chambéry, en el seno de uno de los linajes de más rancio abolengo de una Saboya a la que aún faltaban dos décadas para ser anexionada por Francia, tras el acuerdo entre Napoléon III y Víctor Manuel II –futuro soberano de la Italia unificada–.
Por esa razón, el padre de Camille, el marqués Pantaléon Costa de Beauregard, de hondas convicciones católicas, comprometido en diversas horas de caridad, era diputado en el Parlamento de Turín. Su madre, Marthe de Veyrac, llevaba regularmente a sus nueve hijos a compartir la merienda con los alumnos de la escuela-hospital que su padre había hecho construir en la finca familiar.
El haber nacido en un ambiente acomodado no fue óbice para que el joven Camille padeciera, hacia los 16 años, fiebre tifoidea y graves complicaciones pulmonares, por lo que hubo de continuar su formación en el château de su padre bajo la supervisión del abad Chenal. Mas esta enseñanza no impidió que el joven perdiera la fe, dejando de ir a misa, atraído por el trabajo y también por la buena vida propia de su condición social: viajes y fiestas.
Cuando tenía 22 años y había terminado su licenciatura en Filosofía, entró por casualidad en la catedral de Chambéry: así se certificó su regreso a la fe. A partir de ese momento su vida cambió por completo.
En septiembre de 1863, Camille Costa de Beauregard ingresó en el Seminario Francés de Roma, donde fue ordenado sacerdote, después de haber rechazado altas funciones eclesiásticas. De regreso a Chambéry en junio de 1867, decidió dedicarse a los obreros que ganaban poco y creó para ellos una caja de ayuda mutua.
Era su forma de adelantarse a la encíclica Rerum Novarum, publicada casi un cuarto de siglo después. Lo hizo bajo el patrocinio de San Francisco de Sales, de Saboya como él. «Conservamos en la capilla del castillo de Beauregard una preciosa reliquia de San Francisco de Sales, una muceta», explica a El Debate Christian de Pange, sobrino tataranieto del padre Camille.
El Bocage
Con todo, el padre Costa de Beauregard no olvidaba la caridad: Cuando el cólera asoló Chambéry en agosto de 1867, acogió a varios huérfanos. Pero muy pronto no hubo suficiente espacio; El conde de Boigne, personaje notable de la región, le ofreció entonces el antiguo edificio de la aduana para alojar a los huérfanos.
Con el tiempo, el edificio se ampliará y podrá albergar hasta 125 residentes. Camille Costa de Beauregard se inspiró en los métodos de enseñanza de Don Bosco, a quien visitó en Turín los días 28 y 29 de mayo de 1879.
Prestó especial atención a la educación de los internos: desde los 13 años, los niños aprendían el oficio de jardinero en los invernaderos de la finca y en las tareas agrícolas. Tan pronto como terminó su aprendizaje, el sacerdote de Chambéry les encontró trabajo. En esta tarea le apoyan sacerdotes, monjas y su sobrino Ernest Costa de Beauregard. Cansado y enfermo, murió el 25 de marzo de 1910.
Su sobrino Ernesto continuó su obra, antes de confiarla a los Salesianos de Don Bosco antes de su muerte en 1954. «A través de él, que visitaba Beauregard durante los veranos, el recuerdo de Camille estaba muy presente en la familia», concluye De Pange. Hoy, el beato Camille pertenece a la Iglesia universal.