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mañana es domingoJesús Higueras

«Todo lo que tiene el Padre es mío»

El Padre engendra al Hijo desde toda la eternidad y lo ama con un amor sin limites. El Hijo recibe todo de Él y responde con un amor perfecto

Actualizada 04:30

Todos sabemos que una relación personal es un vínculo entre dos personas que implica conocimiento mutuo, trato cercano y una forma específica de comunicación, en la que cada uno se reconoce como alguien singular y valioso. Esta definición, tan humana y cotidiana, puede ser también una clave para acercarnos al misterio más profundo de Dios: la Santísima Trinidad.

Dios, siendo único, no es un ser solitario. En su misma esencia, es comunión de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres Personas distintas que no se confunden, pero tampoco se separan. Unidas en un amor perfecto e infinito. Cuando decimos que Dios es amor (1 Jn 4,8), no nos referimos a un sentimiento difuso, sino a una relación viva entre Personas que se conocen, se acogen y se donan mutuamente.

El Padre engendra al Hijo desde toda la eternidad y lo ama con un amor sin limites. El Hijo recibe todo de Él y responde con un amor perfecto, hecho obediencia y entrega. El Espíritu Santo es ese amor personal que brota de la relación entre ambos y que, siendo también Persona, actúa en el mundo como vínculo y fuerza de comunión.

La Trinidad, entonces, no es un rompecabezas teológico, sino la revelación más íntima de lo que significa amar y ser amado. Nos muestra que el amor verdadero no anula la identidad del otro, sino que la reconoce, la honra y la potencia. En Dios, cada Persona es plenamente sí misma precisamente porque está en relación plena con las otras dos. Esta es la belleza del Dios cristiano: no es poder solitario, sino amor compartido.

Y este misterio no queda encerrado en el cielo. Dios nos crea a su imagen y semejanza, es decir, nos crea capaces de vivir relaciones personales verdaderas, capaces de amar como Él ama. Más aún: en Cristo, el Hijo eterno que se hace carne, somos invitados a entrar en esa relación trinitaria. La vida cristiana es, en el fondo, un camino para ser incorporados a esa comunión de amor que es Dios mismo.

En un mundo marcado por el individualismo, por relaciones superficiales o utilitarias, la Trinidad nos recuerda que la verdad más profunda de nuestra existencia es relacional. No nos realizamos aislándonos, sino entregándonos. No somos plenamente humanos sino en la medida en que amamos y somos amados.

El misterio de la Trinidad no se resuelve, se contempla. Y en esa contemplación descubrimos que estamos llamados a vivir como hijos en el Hijo, movidos por el Espíritu, amados por el Padre. La relación perfecta de Dios se convierte así en modelo y meta de toda relación humana.

  • Jesús Higueras es el párroco de Santa María de Caná, en Pozuelo de Alarcón (Madrid)
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