Fundado en 1910

06 de mayo de 2024

Oriol Jara, en una entrevista con la ACdP

Oriol Jara, en una entrevista con la ACdPACdP

Oriol Jara, guionista y comunicador: «Si un pasaje del Antiguo Testamento es difícil, es que vale la pena»

El exguionista de Polònia o Buenafuente publica Conversación con Dios, una invitación a descubrir el mensaje profundamente actual de la Biblia

¿Cómo sabía Dios que habría TikTok?, se pregunta el guionista barcelonés Oriol Jara tras leer un pasaje del libro de Isaías: «Pondré de jefes a jóvenes, a chiquillos de regentes». Lo hace en Conversación con Dios (Albada Editorial), un breve pero profundo ensayo que conecta las palabras escritas en la Biblia hace milenios con problemáticas actuales, como el papel de la mujer, la adicción a la pornografía o la obsesión por el dinero. «Es fundamental entender –escribe– que la Biblia está escrita para que yo la lea hoy y me cambie la vida».
Jara, que ha trabajado en programas como Buenafuente, Polònia o El Roast de España, relató el año pasado su encuentro con Jesucristo en Diez razones para creer en Dios, publicado por la misma editorial. Tras el éxito de aquella obra –que le ha llevado a dar más de 100 charlas por toda España defendiendo la razonabilidad de la feConversación con Dios invita a los católicos a sumergirse en la Biblia a diario para escuchar de primera mano la Palabra de Dios.
–Después de Diez razones para creer en Dios, ¿qué le ha llevado a escribir este segundo libro?
–Encontrarme con muchísimos cristianos que obedecen unas normas y una manera de vivir pero que no conocen al legislador, lo que provoca que muchas veces cumplir estas normas se viva como un castigo. Claro, si tú vas por la calle y un tío te dice «esto está prohibido», lo primero que responderás es: «¿Quién eres tú para decirme que no haga algo?». Con Conversación con Dios pretendo que los cristianos vuelvan a la Biblia para conocer en profundidad y en primera persona quién es Dios, porque entonces sabes que todo lo que Él te dice y pide es fruto del amor profundo que tiene por ti.
–Hay católicos que de facto obvian el Antiguo Testamento, porque les parece complicado de comprender. O que dicen que el Dios retratado ahí y el Dios del Nuevo Testamento son distintos.
–El Dios del Antiguo Testamento es el que dice al rey David: «Tú has derramado mucha sangre y has emprendido grandes guerras. No construirás un templo en mi honor, porque has derramado mucha sangre en mi presencia» (I Crónicas 22, 8). O que dice en Isaías (1, 11) o en Jeremías (7, 22) que no quiere holocaustos. Él no quiere hombres castigados, sino gente arrepentida. Es complejo, pero no hay dos dioses distintos que se comportan de manera distinta: el Dios del Antiguo Testamento está apuntando de manera clarísima hacia Jesús y hacia la redención desde el minuto cero.
–¿Es así como hay que entender algunos de los pasajes más complicados o polémicos de la Biblia? Se me ocurre, por ejemplo, el sacrificio de Isaac.
–Toda la Biblia, del Génesis al Apocalipsis, habla de Jesucristo, y hay que leer cada capítulo del Antiguo Testamento buscando a Jesús. El episodio en que Dios pide a Abraham que sacrifique a su hijo (Génesis, 22) es muy claro en este sentido. Cuando leemos que «Dios proveerá el cordero», lo que está diciendo es que Abraham no ha de matar a su hijo, sino que Dios matará al suyo, y que ese será el sacrificio final. Si hay un pasaje difícil, es que vale la pena. Y si los lectores de El Debate encuentran un pasaje que digan: «No puede ser, esto es muy bestia, ¿por qué Dios es tan cruel aquí?», me ofrezco a que me escriban por Instagram y les respondo.
–Conversación con Dios es también un libro a contracorriente en la vida cotidiana, con frases como: «No nos falta autoestima, sino que nos sobra idolatría». ¿En qué sentido?
–Es así, no nos falta autoestima. Nos vemos tan maravillosos que no entendemos que no nos adoren. Somos muy soberbios, y el cristianismo en este sentido es algo muy difícil. San Pablo dice en la Carta a los filipenses «considerad a los demás superiores a vosotros». Y también dice que Dios tomó «la condición de esclavo». Esa es la idea: Dios, que ha creado un universo tan maravilloso que no podemos ni metérnoslo en la cabeza, se hizo servidor de cualquiera. ¡De las prostitutas y los cobradores de impuestos! Porque les ama tanto que no le importó morir por ellos.
Portada de 'Conversación con Dios'

Portada de 'Conversación con Dios'

–Pero esta idea no se queda solo en la teoría.
–No, esta idea tiene que hacer que nos pongamos las pilas. ¿Eres obispo? No eres nadie, un servidor de tus hermanos. ¿Eres dueño de una empresa? Eso no tiene ningún valor para Cristo. Lo que tiene valor para Él es que, teniéndolo todo, lo des todo. Yo me he dado cuenta dando charlas de que hoy la idolatría al dinero es increíble. Dios quiere que tengas dinero para vivir cómodamente, tú y tu familia, sí, pero ¿no tienes más de lo que necesitas? ¿No has construido un altar a tu ídolo que te está costando tiempo, esfuerzo, miedos… e incluso gente a la que podrías alimentar? Las riquezas que tenemos no son nuestras, lo vemos en la parábola de los talentos: Dios nos da recursos para que los pongamos en funcionamiento, para darle gloria.
–«Hoy en día, posiblemente más que nunca —escribe—, la Palabra necesita ser limpiada y defendida de una visión new age, espiritualista, filosófica y orientalista que intenta arrastrar a Dios hacia un lugar que no es el suyo». ¿En qué consiste esta distorsión de la Biblia?
–Por ejemplo, en convertir a Dios en una herramienta espiritual, para elevar el espíritu y conseguir paz. Otras religiones te dicen: «Haz estas cosas, recita estos mantras y te purificarás, podrás llegar hasta Dios», pero ese no es Dios. Dios ya ha hecho nuestro trabajo: se ha hecho hombre y ha bajado para rescatarnos, porque solo Él puede llevarnos hasta su presencia. Cristo vino y venció, y a través de la fe en su muerte y resurrección nos podemos vincular a Dios, pero Él no es un ídolo ni una estatuilla. Dios no es Ganesha, ni Shiva, ni el dharma… Estamos mezclando al único Dios verdadero con espíritus raros.
–¿Se refiere al reiki, a las espiritualidades orientales…?
–Me refiero a que está pasando algo que no pasaba desde la época de los Padres de la Iglesia: es como si Dios hubiera retirado su mano protectora del influjo de los espíritus malignos, que son algo 100% bíblico y contra lo que lucha Cristo cuando viene, y estamos en una sociedad extremadamente pagana. Mucha gente de nuestro entorno occidental está teniendo relación con espíritus que no vienen de Dios, con seres sobrenaturales que a veces no son capaces ni de entender. Y esto pasa a través del yoga, de la ufología, del budismo… No es casualidad que el modo en el que Buda consigue la máxima iluminación, la sabiduría —ojo al dato—, sea bajo un árbol, protegido por una serpiente. ¿Te suena? Como cristianos, hemos de ser conscientes de que se está dando una batalla espiritual, y que hemos de ser luz para que Jesús conquiste realmente las naciones desheredadas.
–En Conversación con Dios explica su experiencia personal al recibir el Espíritu Santo. Hay corrientes dentro de la Iglesia que hablan de un renacer de la acción del Espíritu en esta época, ¿usted también lo ve así?
–La bajada del Espíritu Santo en Pentecostés, como profetizaba Ezequiel, es uno de los dos hechos que cambian la historia de la humanidad, junto a la resurrección de Cristo. Todas las culturas antiguas hacían cosas como sacrificar bebés, matar prisioneros o maltratar a las mujeres, pero el Espíritu Santo baja en los corazones de la gente y les permite vivir como Dios quiere, distinguiendo el bien del mal. Eso cambia el mundo. Y sí, sí veo un renacer del Espíritu Santo, un avivamiento de los cristianos. El Espíritu, leemos en el Evangelio según san Juan, «sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va». No se puede encasillar y hace lo que quiere con nosotros. Y su acción se nota en cosas como la edad de la gente que va a la iglesia, que es más joven.
–Acabemos con algún consejo de carácter práctico, para aquellos que hayan llegado hasta aquí y quieran empezar a leer la Biblia, pero no sepan cómo.
–Yo les diría que cada día tienen que leer dos capítulos, del Génesis al Apocalipsis. Media hora, como estudio: si dejas de hacerlo dos o tres días, estás perdido, la Biblia se aleja de ti. Y diría que no lo dejen para antes de ir a dormir. Es un esfuerzo, pero… ¿tú eres cristiano? «Dios, te amo, doy mi vida por ti… los domingos». ¿¡Qué dices, loco!? Es como decir que amas a tu mujer pero que solo estarás con ella un día a la semana, es absurdo. Y también diría que, una vez hayan leído la Biblia entera, en un año, se compren una Biblia de estudio, donde va explicando el sentido y contexto histórico de cada versículo.
Comentarios
tracking