Ser cristiano hoy
La ideología imperante ha invadido con sus leyes nuestra vida laboral y privada. Nuestra sociedad se encuentra en un punto de inflexión en el que si se continúan desarrollando leyes en todos estos ámbitos, nos encontraremos en una situación jurídica que creo que es fácilmente previsible
La finalidad de estas líneas es hacer pensar a aquellos que profesamos la fe cristiana el progresivo acotamiento en nuestra vida pública y privada de nuestra capacidad de ser consecuentes con aquello en lo que creemos y el precio que puede tener a nivel laboral y social. ¿Podemos ser consecuentes con nuestra fe los cristianos en nuestra sociedad?, ¿somos libres para profesar nuestra fe?
Quien escribe este texto está en contra del aborto. Si mi trabajo fuera el de juez o fiscal, ¿podría actuar en los juicios relacionados con este tema acorde con mi conciencia? En el caso de que fuera médico o personal sanitario que trabajara en determinados centros públicos o privados en el que realizan los abortos. ¿Podría negarme a determinados trámites y procedimientos sin tener consecuencias de algún tipo?
¿Qué le sucede a una sociedad en la que empresas privadas ven positivo a nivel comercial para su imagen pagar los gastos de abortar de sus empleadas? ¿Pagan los gastos extra de las empleadas que deciden afrontar tener a su hijo si son madres solteras? ¿Pagan los gastos de las operaciones de sus empleados si tienen cáncer u otra enfermedad grave?
¿Puede un profesor cristiano en un colegio público argumentar por qué está en contra de la ideología de género, el aborto o la eutanasia? ¿Cuál podría ser la situación personal actualmente de los formadores cristianos frente al resto de sus compañeros educadores y los alumnos para poder hablar libremente de estos temas y explicar cuál es su criterio? ¿Podría ser denunciado por alumnos y cuáles podrían ser las consecuencias?
Hace unos meses hemos conocido una situación real en Irlanda. Su sociedad ha aceptado que un profesor que defiende sus principios morales en un centro educativo vaya a la cárcel. Está en prisión por negarse a aceptar un despido por la forma en que utiliza los pronombres porque una ley ha cambiado la forma de hacerlo.
La eutanasia se va normalizando en nuestra sociedad con la naturalidad con la que ha avanzado de manera progresiva y abrumadora la aceptación del aborto hasta los nueve meses. Los ingenieros sociales defensores de la ideología imperante lo saben. En el momento en que más de la mitad de las personas conocen de manera directa a alguna mujer que ha abortado, bien a nivel familiar como sentimental, ¿qué sociedad se atrevería a dar el paso de afrontar desde un punto de moral humana, no ya religiosa lo que se está haciendo? Así se ha pasado de unos pocos meses de manera progresiva a la totalidad del período de gestación. ¿Cuánto tardará la sociedad en insensibilizarse y en que se normalice la eutanasia para todas las edades con trámites sencillos por razones como la depresión o tener pocas ganas de vivir?
Yo no discuto que el dolor por la degradación psíquica o física de una persona querida de lugar a que pensemos que es mejor que no siga viviendo. La doctrina social de la Iglesia no defiende el mantenimiento de la vida a cualquier precio, pero ¿Puede una sociedad obligar a una persona a matar otra por que dicha persona o sus familiares lo desean? ¿Cuál podría ser la situación de los profesionales sanitarios que se nieguen por sus creencias religiosas a aplicar la eutanasia?
La ideología imperante ha invadido con sus leyes nuestra vida laboral y privada. Nuestra sociedad se encuentra en un punto de inflexión en el que si se continúan desarrollando leyes en todos estos ámbitos, nos encontraremos en una situación jurídica que creo que es fácilmente previsible. Creo que no podemos esperar más tiempo para expresar y defender públicamente como cristianos aquello en lo que creemos y exigir a aquellos que nos representan que digan claramente si van a defender nuestros derechos como personas libres a actuar de acuerdo a nuestra conciencia.