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20 de abril de 2024

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Del 21 al 25 de noviembre se celebra la 120ª Asamblea Plenaria de la CEEEuropa Press

Los obispos rechazan la ley trans y la ideología de género, «sin fundamento científico» alguno

El cardenal Juan José Omella ha llamado a la unión y la fraternidad para buscar el bien común en una situación de inestabilidad y crisis. Además, ha recordado algunos retos urgentes como el valor de la familia y la inquietante nueva ley del aborto

El presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Juan José Omella, ha inaugurado hoy, 21 de noviembre, la 120º Asamblea Plenaria. Sus primeras palabras han sido para agradecer el trabajo de monseñor Luis Argüello en sus cuatro años de secretario general de la CEE: «Gracias, don Luis, por tu entrega, por tu buen hacer, por tu talante, por tu ayuda, por tu actitud de escucha y tu bondad».
Su discurso ha tenido tres partes: una llamada a la unión y la fraternidad para buscar el bien común en una situación de inestabilidad; algunos retos urgentes como el valor de la familia, acompañar y apoyar con acciones al que sufre o la nueva ley del aborto y la «Ley Trans»; y otra llamada a toda la Iglesia a hacer su aportación en este tiempo.

Un tiempo que exige grandes consensos

El cardenal Omella ha comenzado su discurso con una llamada: no dejarse abatir en esta «época difícil para nuestra Iglesia» porque «los nuevos desafíos pueden ser oportunidades de crecimiento, si los afrontamos con la pasión del que ha sido llamado para ser luz en medio de sombras».
El presidente de la CEE entiende que «las consecuencias de la pandemia, las guerras y la inestabilidad social, económica y política nos ofrecen un panorama sombrío» en el que muchas familias sufren por no poder llegar a fin de mes. Ante esto, invita a «hallar la confianza necesaria y el empuje anímico para salir de esta situación», y agradece el esfuerzo de los que «trabajan intensamente para promover el empleo, sostener la economía y hacer real la solidaridad con los más necesitados».
La Iglesia, ha afirmado, no es ajena a este sufrimiento: «Queremos, en definitiva, mirar con los ojos de Jesús, seguir sirviendo con alegría al que lo necesita y compartir la esperanza que Cristo nos da». Y ha adelantado que «vamos a compartir en fraternidad todos estos retos que nos plantea la realidad presente, y vamos a invocar al Espíritu Santo para que nos ayude a ofrecer luz y esperanza».
Una fraternidad que ha pedido para superar los intereses particulares, pues ha lamentado que «las respuestas políticas se atascan y no fluyen para encontrar soluciones a los graves problemas sociales. No hay una voluntad de trabajo en común, a pesar de la insistencia en que el primer paso es la cooperación». No obstante, ha agradecido «la labor de los políticos que trabajan por el bien común.

La Iglesia frente a retos urgentes

En esa apuesta por el trabajo común, ha ofrecido la cooperación de la Iglesia para afrontar retos urgentes desde la conciencia de que, si «los abordamos unidos, evitaremos ineficacias, ineficiencias, duplicidades, mal uso de recursos, y, sobre todo, reduciremos el número de hermanos y hermanas más vulnerables y afectados».
La necesidad de políticas que apuesten por la familia ha sido el primer reto que ha planteado: «a menudo nuestros dirigentes siguen sin atender sus necesidades y sin potenciar ni agradecer su valor para el bien de la sociedad».
Ha llamado la atención sobre el problema de la vivienda y la «ineficacia en la promoción activa de la conciliación laboral» que «dificulta la atención y la educación de los hijos y la ilusión de hacer crecer la familia». Esto ralentiza que los jóvenes pueden formar una familia, lo que está provocando «el invierno demográfico en España». Para lo que ha propuesto «políticas de acogida ordenada de inmigrantes para que puedan integrarse dignamente en nuestra sociedad».
El cardenal Omella ha pedido no olvidar «la belleza de la familia como primera institución humana. Una familia con hijos da sentido a la vida de los esposos. Viven el asombro de ser co-creadores de vidas nuevas y artífices de una comunidad familiar, que es protección en nuestra ancianidad».
Otro reto es el cuidado. Ha lamentado que los trámites para pedir ayudas se demoren y ha solicitado al Estado que agilice los procesos para que «la lenta y complicada burocracia» no añada sufrimiento. También ha apuntado el déficit de cuidados paliativos y los altos índices de mayores de 65 años que viven solos. «Una sociedad que no cuida a los más frágiles –ha afirmado– es una sociedad que está en vías de extinción».

La nueva ley del aborto y la «Ley Trans»

También ha tenido presentes las necesidades de la infancia, adolescencia y juventud que «muestra síntomas de sufrimiento» a causa de «la inestabilidad familiar y la crisis de identidad provocada por las ideologías de género».
Las iniciativas legislativas que se han puesto en marcha «no ayudan a educar a los adolescentes y jóvenes en la belleza y en el sentido de la sexualidad» y «no potencian la responsabilidad de sus actos ni la valoración madura y sosegada sobre las consecuencias».
En el nuevo Proyecto de Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo, ha lamentado, «se refuerza el derecho del fuerte sobre el débil, cerrando los ojos a todos los avances de la ciencia que documentan que, en el seno de una mujer embarazada, existe una nueva vida distinta de la suya, que es preciso cuidar, acoger y defender».
El cardenal Omella se ha unido al reclamo de millones de creyentes y no creyentes que exigen a las Administraciones Públicas un trato positivo a favor del no nacido y de su madre. Además, ha lamentado que en medio de la crisis económica y social que estamos viviendo, «se intentan sacar adelante por la vía rápida una serie de leyes de profundo calado ideológico, sin ser debatidas con sosiego».
También ha señalado que «la llamada autodeterminación de género no tiene fundamento médico ni científico, y supone transformar en ley el mero deseo de personas, en muchos casos jóvenes en proceso de madurez, que pueden ver comprometido seriamente su futuro con actuaciones para las que ya no existe vuelta atrás». El cardenal Omella ha propuesto “acompañar, y mucho, al niño, adolescente y joven que sufre una crisis de identidad. La Iglesia quiere ser también un hogar".

La aportación de la Iglesia

El presidente de la CEE ha señalado que la Iglesia anuncia la esperanza que el mundo necesita: «la esperanza que no defrauda nace de un encuentro con Jesucristo». Así, ha destacado que «las nuevas iniciativas de evangelización, promovidas por los laicos y sus pastores, están ayudando a redescubrir lo que les es propio y a incrementar la acción coordinada y sinodal entre todos».
También ha valorado el intenso trabajo en las diócesis en la 1ª fase del Sínodo y la notable participación de todas las realidades eclesiales de donde han surgido interesantes propuestas y reflexiones. Y ha recordado, con palabras del Papa, que el Sínodo busca «revitalizar a la propia Iglesia, fortaleciéndola en su comunión y dinamizándola para la misión» más «que posicionamientos ideológicos o doctrinales».
En referencia al 60º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, ha traído a su discurso la homilía del Papa que advierte «ante dos actitudes de mundanidad que se pueden dar en el seno de la Iglesia y que no son expresiones de amor, sino de infidelidad: el progresismo que se adapta al mundo y el tradicionalismo o involucionismo que añora un mundo pasado». Por ello, ha pedido volver «a la pasión con la que se vivió ese acontecimiento del Espíritu» siendo conscientes de que la Iglesia celebró el Concilio «para darse».

La misión de anunciar el Evangelio

También se han cumplido 40 años de la primera visita del Papa san Juan Pablo II a España. Y el presidente de la CEE ha recordado sus palabras: «Vigorizad, pues, vuestra fe, revividla si es débil, ¡abrid las puertas a Cristo! Abrid vuestros corazones a Cristo, acogedlo como compañero y guía de vuestro camino».
El cardenal Omella ha cerrado su discurso hablando de la Peregrinación Europea de Jóvenes a Santiago de Compostela a primeros de agosto. Ha destacado el «espléndido ejemplo cívico» de los jóvenes que «caminaron llevando la bandera de la paz y siendo testigos de que el Evangelio es la fuente de la esperanza en medio de una humanidad herida por la pandemia y la guerra. Seamos todos constructores de paz».
La próxima cita será la Jornada Mundial de la Juventud de agosto en Lisboa. «Estamos ya preparando las mochilas para vivir este gran encuentro de esperanza con los jóvenes que siguen ilusionados por Cristo».
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