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29 de marzo de 2024

Escuela católica San José de Rawalpindi, en Pakistán. (ACN)

Escuela católica San José de Rawalpindi, en Pakistán (ACN)ACN

Pakistán, ese país en el que muchos cristianos no vuelven a ver a sus hijas

Los gobiernos de Pakistán han intentado suavizar la normativa, pero la cultura ha seguido islamizándose; se calcula que los «mulás» extremistas islámicos, controlan más del 20 % de la población con su ideología violenta

Los cristianos de Pakistán son considerados ciudadanos de segunda clase y sufren discriminación en todos los aspectos de la vida.
Existen pruebas de que uno de los doce discípulos visitó Pakistán. Los jesuitas llegaron en tiempos del gobernante mogol Akbar, en el siglo XVI y en el siglo XIX, los misioneros encontraron seguidores en el país, sobre todo entre los hindúes de casta inferior.

Lo más bajo de la sociedad

Hoy, más del 80 % de los creyentes pakistaníes proceden de estos estratos inferiores y a menudo desempeñan trabajos poco recomendables. Sin embargo, los cristianos, tradicionalmente, destacaron antes de la independencia de la India, en la construcción de escuelas y hospitales, de hecho, un número grande de la élite pakistaní, incluidos sus dirigentes, que profesan la religión islámica, tuvieron una educación cristiana.
En Pakistán, viven cinco millones de cristianos, solo el 1,9 % de las personas en Pakistán son creyentes, algo más de 4 millones respecto de una población de 212 millones.
Pakistán no se fundó como país musulmán, en contra de los deseos de su fundador, se convirtió en uno de ellos en 1956. El general Zia-ul Haq, que gobernó de 1980 a 1986, se alineó con los musulmanes extremistas e introdujo las leyes contra la blasfemia, lo que permitió que arraigara la persecución de los cristianos en Pakistán; la mera acusación a un creyente de calumniar al profeta Mahoma conlleva penas de cárcel automáticas.
Vidrieras en la catedral de Karachi (Pakistán)

san Jorge y san Juan en las vidrieras en la catedral de Karachi (Pakistán)

Secuestros y matrimonios forzados

Los gobiernos posteriores de Pakistán han intentado suavizar la normativa, pero la cultura ha seguido islamizándose; se calcula que los «mulás» extremistas islámicos, controlan más del 20 % de la población con su ideología violenta. Aunque la conversión religiosa está técnicamente permitida, en la práctica las turbas islamistas se movilizan continuamente para controlar a los cristianos y mantenerlos a la defensiva.

Muchas familias no vuelven a ver a sus hijas

En Pakistán existe una epidemia silenciosa de secuestros, matrimonios forzados y conversiones forzosas de niñas y mujeres cristianas. Niñas cristianas de apenas 12 años, principalmente de familias pobres, son secuestradas, casadas a la fuerza, agredidas sexualmente y obligadas a convertirse al islam so pena de muerte. También se ha seducido a niñas cristianas para convertirlas al islam. Muchas familias no vuelven a ver a sus hijas, ya que las autoridades rara vez llevan a los autores ante la justicia. Si el caso llega a los tribunales, las niñas pueden verse obligadas a declarar que se convirtieron voluntariamente. Esto supone una enorme carga emocional para las familias, que temen constantemente las represalias de los agresores y de quienes les apoyan.

La comunidad cristiana se siente cada vez más atrapada entre los grupos extremistas islámicos

Para las víctimas que se recuperan, la vergüenza del secuestro y la violación ensombrece enormemente sus vidas dentro de la cultura de Pakistán, basada en el honor. Las mujeres y niñas cristianas corren peligro de sufrir violencia sexual en el lugar de trabajo y en las escuelas. Muchas son criadas o limpiadoras, y son objeto de explotación sexual. Las mujeres que trabajan en condiciones de servidumbre, como en las fábricas de ladrillos, también pueden estar expuestas a la violencia sexual.

Florecer en el martirio

Además de la hostilidad social, los cristianos también sufren la apatía de las autoridades que deberían protegerlos. La policía está más interesada en apaciguar a los hombres fuertes locales que en aplicar la ley y proteger a las minorías. Los tribunales tienen un historial algo mejor a la hora de aplicar la ley con justicia, pero son habituales los largos retrasos. A menudo, los cristianos languidecen en prisión durante años antes de que se dicte sentencia, y entonces es demasiado tarde para introducir cambios. La comunidad cristiana se siente cada vez más atrapada entre los grupos extremistas islámicos que operan en la región y un gobierno que apacigua a estos grupos. Se sienten vulnerables, sin una autoridad de confianza que proteja sus derechos.
Las autoridades reservan a los cristianos trabajos considerados bajos, sucios y degradantes, y siguen empujándoles a los márgenes de la sociedad. Carecen de representación adecuada en la política y, aunque el año pasado no hubo grandes atentados contra iglesias, se producen ataques casi constantes contra individuos.
Pakistán es uno de los países, en el que los cristianos corren más peligro de sufrir la violencia, en algunos casos bien organizada y estratégica. Una comunidad perseguida, pero que florece en el martirio.
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