Fundado en 1910
GGG

El arzobispo armenio Ignacio Choukrallah Maloyan será declarado santo

Ignacio Maloyan, el arzobispo que fue asesinado por su fe en el genocidio armenio

El Papa Francisco ha autorizado la canonización del arzobispo armenio católico que murió mártir en lo que es considerado el primer genocidio del siglo XX

El Vaticano hizo oficial ayer la promulgación de importantes decretos relacionados con causas de canonización y beatificación. Entre ellos, destaca la aprobación de los votos favorables para la canonización del beato Ignacio Maloyan, cuya historia se enmarca en el inicio de una de las mayores atrocidades del siglo XX: el genocidio armenio. En medio de la masacre, este hombre destacó por su fe y su valentía frente al horror y, pese a la brutal persecución que sufrió su pueblo, eligió el martirio antes que renunciar a su fe.

De vocación temprana a pastor de un pueblo perseguido

Ignacio Maloyan nació en 1869 en la ciudad de Mardin, Turquía, bajo el nombre de Shoukrallah. Desde joven mostró una profunda vocación religiosa, lo que llevó a su párroco a enviarlo al convento de Bzommar, en el Líbano, donde se formó como sacerdote. Fue ordenado en 1896 y adoptó el nombre de Ignacio en honor a san Ignacio de Antioquía, el primer sucesor de Pedro que fue devorado por las fieras.

Su trayectoria sacerdotal lo llevó a Egipto, donde destacó por su celo pastoral y su dedicación a la comunidad. En 1911, fue nombrado arzobispo de Mardin, una diócesis azotada por el caos. Desde su llegada, Maloyan trabajó incansablemente por la renovación espiritual de sus fieles y fomentó la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Sin embargo, la tormenta de la Primera Guerra Mundial trajo consigo una oleada de violencia contra la minoría armenia.

La persecución y el martirio

El 30 de abril de 1915, el ejército otomano rodeó el Obispado Católico Armenio de Mardin bajo la excusa de buscar armas. Poco después, el 3 de junio, soldados irrumpieron en el lugar y arrestaron al arzobispo Maloyan junto con otros 27 líderes católicos armenios. Fueron encadenados y llevados a juicio. Allí, el jefe de la policía, Mamdooh Bek, le ofreció salvar su vida si renegaba de su fe y se convertía al Islam. Maloyan, firme en sus convicciones, respondió que nunca traicionaría a Cristo ni a su Iglesia.

La negativa le costó una brutal golpiza. Fue golpeado con la culata de un arma, encadenado de pies y manos y torturado sin piedad. Pese al sufrimiento, el arzobispo no dejó de orar. Cuando su madre pudo visitarlo en prisión, lejos de lamentarse, la consoló y la animó a aceptar la voluntad de Dios.

El 10 de junio de 1915, Maloyan y 447 fieles fueron llevados al desierto para su ejecución. En el camino, el arzobispo bendijo un trozo de pan y lo repartió entre los prisioneros, celebrando la Eucaristía en medio de la atrocidad. Testigos relataron que un aroma perfumado invadió el lugar y que los rostros de los cautivos reflejaban una paz sobrehumana.

Finalmente, Maloyan fue llevado ante Mamdooh Bek, quien le ofreció una última oportunidad para salvar su vida. Su respuesta fue clara y rotunda: «Voy a vivir y morir por la causa de mi fe. Me enorgullezco en la cruz de mi Dios y Señor». Furioso, el oficial le disparó a quemarropa. Con su último aliento, Maloyan exclamó: «Dios mío, ten piedad de mí; en tus manos encomiendo mi espíritu».

Ignacio Maloyan fue beatificado el 7 de octubre de 2001 por san Juan Pablo II, y su memoria se celebra cada segundo sábado de Pentecostés. Su vida, marcada por una fe inquebrantable que le llevó a preferir la muerte antes que renegar de Cristo, cobrará una nueva dimensión cuando sea elevado a los altares como nuevo santo de la Iglesia.

comentarios
tracking

Compartir

Herramientas